¿Qué significa gobernar en democracia?

La política en cuanto arte de gobernar, no se queda en los hechos concretos del presente, sino que debe programar la realidad futura y para ello requiere de consensos, ya que lo contrario puede resultar muy desfavorable para todos.

¿Qué significa gobernar  en democracia?
Foto: José Gutiérrez / Los Andes

Gobernar en democracia no es mandar. Hay que volver a la contención social, a poner a las personas como eje de la política. Es necesario no repetir la historia, y renovar los candidatos de los partidos políticos, porque a la gente no le interesa elegir si no le dan la posibilidad de hacerlo libremente, es decir, entre candidatos no digitados en los círculos de los presidentes de cada partido político.

No podemos seguir intentando lograr cambios con las mismas personas que de una manera u otra, también contribuyeron a la decadencia actual.

Hay un país injustamente colmado de bronca y miedo, que sigue sin encontrar el rumbo y que sobrevive asediado por el show virtual de algunos, que aumentan la rentabilidad de ciertas empresas de manera espeluznante, mientras se cierran fábricas, quiebran PYMEs, crece la miseria así como el delito.

También existe una diferencia entre mandar y gobernar, tal vez, por aquí se pueda vislumbrar alguna luz al final del túnel.

En la milicia se manda sin pedir consenso, no así en democracia.

La expresión “gobierno” conlleva la idea del derecho a gobernar, que presupone el consentimiento de los gobernados. Eso es legitimidad.

En la democracia se gobiernan situaciones que implican a personas. En la milicia se ordena a personas para producir determinadas situaciones.

Se gobierna cuando se intermedia entre los factores de poder, ya sea conteniéndolos, equilibrándolos, como promoviendo las iniciativas de trabajo, producción, incentivando la ciencia y tecnología, etc.

Pero la política en cuanto arte de gobernar, no se queda en los hechos concretos del presente, sino que debe programar la realidad futura y para ello requiere de consensos, ya que lo contrario puede resultar muy desfavorable para todos.

Estamos a tiempo de corregirlo. A nadie le interesa que le vaya mal al gobierno porque eso implicaría que nos iría mal a los argentinos, pero estamos frente a un grupo de funcionarios que no quieren escuchar a su pueblo. No quiere consensos y así está destinado al fracaso.-

Esta crisis económico-social, que expulsa gente hacia la miseria, en donde los sueldos se asemejan a los de Cuba, pero un café sale más caro que en París o Madrid, que fomenta la delincuencia, el odio entre compatriotas, que extradita personas de todas las edades a Europa y Estados Unidos, no va a solucionarse porque un par de dirigentes se vean más éticos o justos, sino la ética y la justicia carecen de contenido si el sistema es injusto y corrupto.

Las puertas que le cerraron a tantos Favoloro (s), son las mismas que impiden el acceso de la gente a un futuro de seguridad y justicia.

Esas puertas cobijaron la podredumbre de negociados, corrupción institucional, y descontrol ético que nos ha hecho perder la identidad cultural y la cohesión nacional.

Hemos padecido con estoicismo y mucha paciencia todas las crisis. Las nuestras y las de otros.

Es hora de la participación y el protagonismo social tanto a nivel provincial como nacional.

Es la hora de innovar en la política, de renovar las estructuras partidarias.

Hay que recordar que existen muchas maneras de matar. También se mata firmando decretos y/o convalidando leyes absurdas que no respetan nuestra Constitución o dictando sentencias injustas.

Se ha hambreado a un país, mientras llevamos años pendientes de los símbolos de la economía, de los grandes movimientos financieros controlados por las calificadoras de riesgo, la gente ha ido cayendo en la desesperación y la desesperanza.

La recuperación nacional requiere de un plan confiable, que permita creer que esta vez el sacrificio será de todos, y que su fruto no será servido en la mesa del privilegio.

* La autora es abogada. Magister Universidad Austral.

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