El agua tiene varios usos esenciales tanto para la vida del hombre como para el desarrollo de la naturaleza.
Por tratarse de un bien escaso debe ser usado racionalmente para no dañar los ecosistemas.
La crisis hídrica que padecemos los mendocinos y la pérdida del líquido por distintos motivos, son realidades muy graves que ponen en peligro las actividades productivas en el medio.
Los Andes reflejó esta realidad en una nota publicada el domingo 25/04, bajo el título “Por falta de plata y obras, la mitad del agua disponible se pierde”.
La fuente informativa fue un estudio realizado por el Grupo Olascoaga, una usina de pensamiento provincial de origen justicialista.
La provincia superó ya una década de una grave crisis hídrica y los estudios al respecto no son alentadores.
En el año que estamos cursando, Mendoza tiene una oferta de líquido que es sólo 65% del promedio de los últimos 30 años.
Pero hay otro dato relevante: cerca de 50% del agua disponible se pierde, ya sea por falta de obras, por redes que quedaron obsoletas o infiltración, entre otras causas.
Con relación al agua que administra el Departamento General de Irrigación (DGI), 45% se desperdicia por las razones ya conocidas: infiltración por canales no revestidos (también hay pérdidas en el riego a manto y en los embalses un porcentaje se evapora).
La propia administradora del líquido para la población, Aysam, reconoce que de todo el líquido que se potabiliza al menos 35% se malgasta por pérdidas en redes que están malogradas y necesitan renovación.
Aunque no es la causa principal de las pérdidas, los mendocinos saben de este tema y a veces se cansan de llamar a la empresa para que sean reparadas las fugas en la vía pública.
Muchas veces son escuchados, pero en un importante número de ocasiones el vital elemento se pierde sin remedio.
Interpretamos, siguiendo el razonamiento de algunos especialistas en la materia, que Mendoza necesita, además de gestionar financiamiento para ejecutar obras prioritarias, implementar mecanismos participativos dentro de un modelo que permita evolucionar desde la planificación hidráulica a una planificación hídrica adaptada a los nuevos escenarios llevando a la práctica la gestión de la demanda y el ahorro del agua por cada uno de los actores sociales de las cuencas mendocinas.
No será factible solucionar el problema complejo de adaptación de la escasez hídrica solamente con la ejecución de obras hidráulicas tradicionales (necesarias, por cierto), sino con la reformulación del actual modelo de gestión que potencie acciones concretas de cuidado del agua, consumo racional, ahorro y conservación del ambiente previendo el reúso a través de plantas depuradoras e industriales.
Es necesario exigir consumos unitarios más reducidos y que la administración pública promueva y estimule el desarrollo de tecnologías de ahorro.
Nunca está de más recordar que Mendoza es una provincia conformada por varios oasis en medio del desierto, donde el agua siempre será escasa, por eso debemos cuidarla tanto y adecuar su distribución usando las más modernas tecnologías.