No es la primera vez que Fernando Henrique Cardoso respalda a Lula en una elección presidencial. En la ocasión anterior, lo hizo de manera más sutil, pero el mensaje llegó de manera clara y contundente al empresariado brasileño. En el 2002, el entonces presidente dio a entender que Brasil necesitaba que Lula, quien ya había perdido tres elecciones, llegara a la jefatura de Estado porque gobernaría de manera pragmática y respetaría el marco macroeconómico que su gobierno había diseñado. De ese modo, al llegar la izquierda al poder y mantener el capitalismo, Brasil daría garantías incuestionables a los inversores. En otras palabras, según FHC, Lula tenía que ser el Felipe González brasileño. El líder del PSOE dio a España el sello de garantía al haber gobernado con pragmatismo y respetando las reglas del mercado, con un partido que provenía del marxismo y representaba a la izquierda.
El respaldo que le dio FHC, solapado pero con fuerte llegada al influyente empresariado más poderoso del país, fue un aporte importante para que Lula alcanzara por primera vez a la presidencia. A partir de entonces, el máximo referente del liberalismo progresista de Latinoamérica y uno de los más respetados estadistas del orbe, lideró una oposición crítica.
Ahora, tras una primera vuelta que dejó a Bolsonaro con alguna chance de revertir el resultado en el ballotage gracias a que sacó diez puntos más que el que le daban las encuestas, Fernando Henrique Cardoso redobló el apoyo dado al candidato del PT en la primera vuelta. Y señaló una de las razones fundamentales por la que la centroderecha considera necesario apoyar al líder centroizquierdista: es la opción democrática frente a la opción autoritaria.
Lo había expresado el prestigioso jurista Miguel Reale Por haber sido ministro de Justicia de Cardoso y haber estado entre los impulsores del impeachment a Dilma Rousseff, nadie sospecha de “lulismo” o “izquierdismo” en su reclamo de votar a Lula, explicando que “Brasil no aguanta cuatro años más de Bolsonaro, con amenazas de golpe, ataques al Tribunal Superior Federal y falta total de empatía con los que sufren”.
Otros importantes exponentes de la dirigencia centroderechista dieron su apoyo a Lula. El ex gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, lo hizo nada menos que integrando la fórmula como candidato a vicepresidente. Otro ex gobernador paulista, José Serra, que siempre fue crítico del PT y sus gobiernos, ante la opción que plantea el ballotage, fue expeditivo y contundente: “mi voto será para Lula”. Un pronunciamiento apuntado contra la persona de Bolsonaro, ya que en las segundas vueltas para gobernador de estados claves, Serra mantuvo su apoyo a los candidatos del partido del actual presidente.
La mala calificación que recibe Bolsonaro como persona en la dirigencia centroderechista, coincide con la descripción que hizo el ex presidente del Superior Tribunal Federal, la suprema corte brasileña. Joaquim Barbosa dijo que el presidente ultraconservador es “un ser humano abyecto” y “un personaje despreciable al que hay que evitar”. A renglón seguido, añadió que Bolsonaro “no es un hombre serio, no es apto para gobernar, no está a la altura, no tiene dignidad para ocupar un cargo de esa relevancia”, además de explicar lo que saben todos los funcionarios de Itamaraty y los diplomáticos del mundo: los gobernantes de los países democráticos tratan de evitar a toda costa cualquier tipo de contacto con el presidente de Brasil, porque lo consideran un impresentable.
A Barbosa lo había nombrado Lula, pero siempre actuó con independencia y fue quien impulsó hasta las últimas consecuencias el proceso anticorrupción conocido como “Mensalao”, llevando a la cárcel a pesos pesados del gobierno petista y del PT, como José Dirceu y José Genoino.
Por eso la embestida del ex juez supremo llamando a votar contra un presidente que públicamente reclama a los militares dar golpes de Estado contra el Poder Legislativo y el Poder Judicial, resulta reveladora de la oscuridad que irradia el actual jefe del Palacio del Planalto.
Su vocación autoritaria lo coloca junto a izquierdas populistas latinoamericanas en la admiración a Vladimir Putin. Por eso en estos días, junto con los gobiernos de Alberto Fernández y del mexicano Andrés Manuel López Obrador, Brasil rechazó acompañar la moción para repudiar la invasión rusa a Ucrania que fue aprobada en la OEA.
¿De dónde salieron tantos votos para un personaje tan visiblemente oscuro? Muchos provinieron de las clases bajas que son vulnerables ante la violencia delictiva y aprueban la política de “mano dura”, además de haber recibido los subsidios asistencialistas que armó un ministro de economía ortodoxo, pero que hizo heterodoxia en sobredosis desde la pandemia en adelante, mientras que muchos otros votos provinieron de gente de clase media y media alta que se auto-perciben de centroderecha pero en realidad tienen instintos ultraderechistas.
* El autor es politólogo y periodista.