Preocupación por una licitación para el Parque San Martín

Entonces, mientras unos funcionarios dicen que nada puede estar mejor en el Parque, los mismos funcionarios dicen que no pueden cumplir con sus funciones.

Preocupación por una licitación para el Parque San Martín
Imagen ilustrativa / Los Andes

Desde hace un tiempo prolongado, ciudadanos preocupados por la situación de total abandono en que se encuentra el Parque General San Martín, el Cerro de la Gloria, los espacios públicos y el arbolado en general, hemos realizado todo tipo de reclamos para que la situación se revierta.

A los reclamos administrativos le sucedieron los pedidos de informe en la Legislatura provincial.

Ante la falta de respuesta por parte de la Secretaría de Ambiente y la Dirección de Parques, se han presentado una cantidad considerable de denuncias en Fiscalía de Estado.

Denuncias negadas por los funcionarios a cargo, quienes, como respuesta automática a los reclamos, ponderaban el estado del paseo y argumentaban que se encontraba en su mejor momento.

Recientemente, de un día para el otro y por un decreto del gobernador de la provincia, nos encontramos con el llamado a licitación pública para concesionar el mantenimiento, riego, segado, limpieza del Parque, Cerro de la Gloria y Parque Cívico, por el período de 10 años y a costos exorbitantes. Con un presupuesto oficial cercano a los 2.000 millones de pesos, alrededor de 16,6 millones de pesos mensuales, el decreto justifica tal decisión en la imposibilidad del organismo responsable, es decir, la Dirección de Parques, dependiente de la Secretaría de Ambiente de la provincia, de realizar las tareas que el mantenimiento demanda.

Entonces, mientras unos funcionarios dicen que nada puede estar mejor, los mismos funcionarios dicen que no pueden cumplir con sus funciones. La respuesta a ese increíble reconocimiento es una licitación en la que todas son dudas y no existen claridades.

rende por el monto del presupuesto oficial, por los exiguos plazos entre el anuncio y la apertura de sobres (algo más de 20 días), por los requisitos difícilmente cumplibles en épocas normales y casi imposibles en épocas de pandemia y restricciones. Y por el valor del pliego, dos millones de pesos que las empresas interesadas deberían arriesgar sólo para estar en la línea de largada el 28 de mayo, fecha de la apertura de los sobres.

En medio de tantas turbideces, nada aclara. La administración seguirá percibiendo lo establecido en el presupuesto de la provincia, por un servicio para el que debería estar capacitada, pero no está dispuesta a hacerlo o no tiene voluntad de cumplir. Por ese motivo, la solución que se encuentra es tercerizar, concesionar y pagar mucho más de lo que se viene pagando por iguales tareas.

No es la primera vez que los criterios de calidad con que se viene manejando el parque, están lejos de los mínimos esperables. Durante 2017, anterior gestión, mismos funcionarios, llevaron adelante una licitación y las obras que de ella surgieron, cuyos resultados están a la vista.

Inauguradas en noviembre de ese año, las primeras lluvias de enero de 2018 marcaron los deterioros que, en enero de este año, sólo tres años después, han dejado a las veredas transformadas en un reguero de escombros de hormigón.

De nada sirvieron los reclamos para que los revestimientos de acequias contemplaran los nichos para los árboles faltantes. Las cunetas de riego del Rosedal, vaya a saber por qué motivo impermeables y de hormigón, debieron ser abiertas a combazos porque no fue prevista la apertura para el riego de los prados. Está ahí. Se puede ver. No es necesario conocer demasiado para darse cuenta de que algo anduvo y sigue andando mal.

Esto ocurre hoy en el Parque General San Martín. El de Carlos Thays, el de Daniel Ramos Correas, el que se hizo de la nada entre las piedras y el desierto. El que nos llena de orgullo por lo que es y de vergüenza por lo que somos capaces de hacer con lo valioso, con lo que tiene nobleza, con lo que tenemos que administrar antes de pasar la posta.

Suponíamos que estaba todo visto. Y, en eso, nos dimos cuenta de que no. Que nada es más sorprendente que nuestra mediocre realidad.

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