Durante los últimos meses se han podido ver en diversos medios nacionales e internacionales un creciente conflicto entre los productores agrícolas europeos y las autoridades de la Unión Europea (UE). Visto desde Mendoza, el conflicto parece lejano y desvinculado de nuestro presente, pero tiene el potencial de modificar nuestra realidad productiva y económica.
En un mundo integrado, los conflictos regionales tienen la capacidad de influir e impactar a escala internacional y, por tanto, repercutir en las regiones más alejadas del globo. En este caso, la Provincia tiene un primer punto de atención claro que es el impacto que podría tener en las exportaciones realizadas hacia los países miembros de la Unión.
Si bien las protestas no deberían afectar directamente nuestras exportaciones, Europa sigue siendo un socio, un cliente y un competidor clave de Mendoza. En 2023, le exportamos 172 millones de dólares FOB (datos provisorios, Unión Europea sin Reino Unido, elaborados por el Área de Inteligencia Comercial de ProMendoza, en base a datos de INDEC), siendo los productos más comercializados el vino, el aceite de oliva y el ajo.
Asimismo, si se suma a países europeos no UE, varios se encuentran en el top 10 de destinos de exportación de Mendoza, como el Reino Unido, Francia y los Países Bajos. Para nuestros vinos, el mercado europeo es un mercado muy importante, como también para productos como el ajo donde tenemos una cuota de 17.000 tn anuales de exportación sin aranceles. Por tanto, los efectos en el comercio deben ser seguidos de cerca.
Además, en el centro de las protestas hay tres factores a los cuáles se les debe prestar atención: las exigencias climáticas/ ambientales, el régimen de importaciones y los cambios que afectan a la producción agrícola.
1) Las exigencias climáticas/ambientales
Respecto del primer punto de protesta, el conflicto de los productores agrícolas tiene como uno de los factores más relevantes la discusión sobre las políticas europeas contra el cambio climático, las restricciones impuestas para reducir en un 90 % las emisiones de dióxido de carbono para el 2040 y las exigencias ambientales de la Política Agrícola Común de 2021. Los productores europeos reclaman que los estándares ambientales que se les impone provocan un aumento de costos significativo, al tiempo que denuncian el exceso de burocracia y reglamentaciones para acceder a los beneficios financieros que ofrece la Unión.
Si bien no niegan que la agenda de sustentabilidad llegó para quedarse, reclaman que la misma ponga requisitos alcanzables y que se les exija a los socios comerciales europeos los mismos estándares ambientales y sociales. Al respecto ponen en tela juicio los productos provenientes del Norte de África, que se producen con menores costos laborales; mientas que gobiernos como Francia y Bélgica ponen su foco sobre los productos provenientes de países como Brasil y África central y los procesos de deforestación que allí ocurren.
Estos factores implican que el factor de sustentabilidad será central para el comercio con Europa. La huella hídrica, la de carbón, la trazabilidad ambiental y social de productos, los procesos y prácticas aplicados, entre otros factores, serán fundamentales para el comercio exterior en los próximos años. Esto no es un horizonte lejano, sino que serán centrales para 2030. Los cambios a realizarse se deberán incorporar rápidamente, pero también se deberán certificar sumando nuevos requisitos a nuestros productos de exportación. Y, si bien la Unión Europea puede ser considerada como abanderada de este proceso, otros mercados centrales como los Estados Unidos y Japón también comenzarán a solicitarlo por lo que su expansión al resto de los mercados será cada vez más rápida.
2) El régimen de importaciones
En segundo lugar, los productores de Europa reclaman por lo que entienden es una competencia desleal de los productos importados, ya que mencionan que los productos importados tienen estándares ambientales y de sustentabilidad menores a los que se les exige, provocan una disminución de los precios pagados a los productores con los que no pueden competir y se le otorgan beneficios que los productores no poseen. En este sentido, señalan a productos agrícolas importados desde países como Brasil (primer exportador de productos agrícolas a la UE con más de 19.300 millones de euros exportados en 2022, según Eurolat) y Ucrania que posee beneficios arancelarios otorgados luego del comienzo del conflicto con Rusia en febrero de 2022. También reclaman que se deje de negociar acuerdos de libre comercio, en especial el acuerdo con el Mercosur.
Los agricultores europeos, en especial en países como Francia, Irlanda y Bélgica son de los grupos más fuertes que se encuentran contra el acuerdo Unión Europea-Mercosur. El acuerdo firmado en 2019 y que no está vigente, se negoció durante casi 20 años y establecía canastas de desgravación arancelaria mutuas, que para el Mercosur llegaban a 15 años para importaciones desde Europa, e incluía capítulos específicos sobre patentes, indicadores geográficos, prácticas ambientales, entre otros. Por tanto, la presión ejercida por los productores complica aún más la concreción de dicho acuerdo que posee varias ventajas para los productos mendocinos.
3) Los cambios en la producción
Finalmente, el tercer factor a considerar en las protestas es que los agricultores sufren cambios, algunos estructurales, que afectan a la producción. Entre ellos, el aumento de la edad de la población rural, la baja de la productividad del trabajo agrícola (un 6,6% promedio en 2023), la disminución en promedio de un 7.9% en el valor de los ingresos agrarios (Eurolat, 2023), una mayor concentración en la propiedad de la tierra y reducciones significativas en el consumo de productos regionalmente relevantes como carnes, cerdo, azúcar o vino. A su vez, las consecuencias de la guerra en Ucrania provocaron una suba sensible del costo de la energía y los combustibles, los fertilizantes y la mano de obra.
Por lo tanto, a pesar de la lejanía física, este conflicto debe ser seguido de cerca, ya que tiene el potencial de modificar la forma con la que comerciamos con uno de nuestros principales mercados, cómo debemos producir para adaptarnos a sus estándares, o incluso analizar y aprender cómo lidian con problemáticas estructurales que nuestra producción puede sufrir.