Un trabajo de epidemiológica de Diez Roux, publicado en la Academia de Ciencias de New York, en 2010, concluía: “Las características de los vecindarios o entornos residenciales pueden afectar la salud y contribuir a las desigualdades sociales y raciales en la salud”. Destacando el impacto potencial en la salud de otras políticas, como planificación urbana, zonificación, desarrollo comunitario y de transporte, hoy podríamos agregar vivienda y educación.
Pretender que el conocimiento científico informase las políticas públicas hace una década no parece realista. El covid-19 vino a poner en evidencia mundialmente los graves problemas de las infraestructuras sanitaria asociadas a las desigualdades.
Recientemente un estudio transversal de investigadores de Washington University (Missouri), de imágenes cerebrales y pruebas neurocognitivas en 11.875 niños de 9 y 10 años vinculó la pobreza del vecindario, el volumen prefrontal e hipocampal y el desempeño en tareas cognitivas. Evidenciando que, en un contexto más amplio, el vecindario impacta en el desarrollo prefrontal e hipocampal y en el desempeño cognitivo y debiera considerarse en estudios de pobreza y adversidad en niñez.
Podría extrapolar esto a las condiciones de vida de los niños argentinos, donde la pobreza alcanzó al 40,9% de la población. Se calcula que 18,5 millones de argentinos y el 56,3% de los menores de 14 años son pobres, datos del primer semestre del año. De estos últimos, 1.200.000 viven en hogares indigentes, donde sus familias no alcanzan a comprar los alimentos básicos. La pobreza no debe limitarse al ingreso familiar, ya que otros de sus componentes, estimados por un índice multidimensional comprende carencias a nivel de los hogares y las personas en los ámbitos de la salud, educación y nivel de vida, en base a 10 parámetros o indicadores con una ponderación distinta según el grupo.
Esto es la fotografía, el estudio de la situación, pero se ignora la película, su proyección a lo largo de la vida de esos niños. En física cuántica el principio de incertidumbre de Heisenberg, sostiene que no puede conocerse el estado o posición de una partícula y simultáneamente otra variable como el movimiento de un objeto dado. En otras palabras, cuanta mayor certeza se busca determinar en el estado una partícula, menos se conoce su movimiento lineal y, por tanto, de su masa y velocidad. Tomando en préstamo este principio, solo podríamos conocer el estado actual de la pobreza y la niñez en una comunidad determinada y quedaría fuera de alcance de nuestro conocimiento su trayectoria posterior.
Pero el niño no es un objeto inanimado que sólo se desplaza, es un ser humano que desarrolla sus capacidades intelectuales, emocionales y relacionales y las acrecienta de una manera muy diferenciada en el curso de su vida. El lóbulo prefrontal tiene importancia sustantiva en el desempeño cognitivo. Es reconocido como la región del cerebro más vinculada a las funciones ejecutivas, siendo un área de asociación multimodal o terciaria, que coordina la información proveniente de otras áreas cerebrales. Su función principal es regular nuestras expresiones y comportamientos, e inhibir conductas poco aceptables y controlar la agresividad, de los impulsos límbicos, del hipocampo. Y eso de desarrolla básicamente en los primeros años de vida.
Podemos suponer que el desarrollo de estas regiones cerebrales afectará buena parte de las funciones ejecutiva, la capacidad de atención, la memoria y la inteligencia, la personalidad y la conducta social.
Retomemos la información que presenté inicialmente. La evolución de estos procesos cognitivos, en especial el desarrollo de la inteligencia, es fundamental para el futuro de los niños. Esta dimensión no considerada en el índice multidimensional de la pobreza, por no existir en acto, va a ser afectada de modo irreversible por las carencias en materia de relaciones sociales, que determinan el capital social de una persona. No serán igual las capacidades de aquellos que tuvieron un desarrollo sin las restricciones que impone la pobreza, la salud, el habitad, el vecindario.
La inteligencia no sólo reconoce los varios tipos que precisa Gardner: Individual; lingüística-verbal; lógico-matemática; visual; auditiva-musical; kinestésica- corporal; interpersonal; naturalista o emocional. Todas ellas modificadas por tres categorías de factores: el biológico, la vida personal y social y los factores culturales e históricos. Hoy sumo la inteligencia colectiva.
En estas categorías no tiene un lugar el futuro, que si bien, es indeterminado, como capacidad de anticipar situaciones, cursos y elecciones de vida, nos lleva a elegir que caminos y acciones puedan conducirnos a él. El futuro se hace socialmente, pero también individualmente. Un niño sin capacidad de construir un propósito en su vida quedará de por vida limitado por su pobreza inicial.
*El autor es Doctor en Historia.