2020 es un año conflictivo. Las consecuencias de las políticas económicas de Macri habían sido vaticinadas en “Políticas económicas: pautas para entender lo que pasó y pasará” (Los Andes, 14/nov/2017, pág. 8). Varios artículos sucesivos jalonaron la hoja de ruta del descalabro creciente, incluso en 2019: “Políticas Macri – FMI: ¿Puede 2019 ser aún peor?” (Los Andes, 12/mar/2019, pág. 9). Luego de una inflación del 59,4%, caída de actividades, endeudamiento con el FMI, fuga de capitales, creciente desigualdad y pobreza, caída del salario, desaparición de empresas y desempleo, la tarea a encarar era ciclópea.
Los astrónomos suelen anticipar que, cada varias décadas o aun siglos, se producirá un hecho poco usual, constituido por el “alineamiento de planetas”. Metafóricamente, parecen haber comenzado, en nuestro país, algunas circunstancias cuya confluencia favorecerían una recuperación previsible para 2021.
Martín Guzmán merece un claro reconocimiento. Pasar de destacadas tareas docentes en prestigiosa universidad de USA, con remuneración en dólares, con investigación en coordinación con figuras mundiales de la economía, para sumergirse en el maremágnum de nuestra economía implica vocación de servicio. Logró una difícil reestructuración de la deuda. Queda ahora el FMI que, como preveíamos en “Reestructuración exitosa de la deuda: ¿clima de esperanza? (Los Andes, pág. 13, 19/set/2020) implicaría un “acuerdo de facilidades extendidas”, concluyendo quizás en mayo con acuerdos con el Club de París. Diversos apoyos gubernamentales, que previsiblemente disminuirán luego de la crisis, a sectores de menores ingresos y empresas que experimentaron mermas en su actividad, contribuyeron a aminorar la caída del PBI. La vacuna del COVID será un factor vital en la normalización de actividades. El incremento de precios de la soja, junto con el resurgimiento de demandas de China y Brasil, completan un panorama optimista. No es exagerado esperar un crecimiento de, por lo menos, 6%/7% durante 2021.
Interesa aclarar varios temas:
1) Dólar: La cotización oficial contempla adecuadamente los equilibrios macroeconómicos. El impuesto del 30% y un anticipo del impuesto a las ganancias, recuperable, del 35% lleva el precio de compra para ahorro (3/dic) a algo más de $ 140 (en realidad, solo $ 112). En el peor momento especulativo, por incertidumbre, el dólar llegó a $ 195 (overshooting), precio absurdo, insostenible. El dólar blue no debería superar ahora $ 155. Con mayor tranquilidad, mantendrá cierta inmovilidad, con una paulatina baja real;
2) Acertadamente el Banco Central va ajustando el dólar oficial por sobre la inflación y también tasas de plazo fijos (actualmente, 37% nominal, efectiva 43%) permitiendo defender ahorros, en plazos de 30 días.
3) Inversiones: en una crisis, la gente queda traumatizada, temiendo invertir sus recursos, por lo cual es importante la función del Estado, realizando obras públicas y viviendas, sustituyendo las reticencias privadas.
4) Impuesto a grandes fortunas: persigue lograr niveles más equitativos de distribución de esfuerzos. Me resulta curioso como los grandes millonarios de países desarrollados, como USA, claman por querer pagar mayores impuestos. En nuestro país, con altos niveles de evasión y alternativas legales de disminución de cargas, solo se oyen plañideras quejas.
5) Nueva fórmula de jubilación: En cualquier gobierno peronista, se intenta que los salarios se recuperen frente a la inflación. Entonces, cualquier fórmula que los considere como base de ajuste es bienvenida. Un ajuste solo por inflación congelaría la situación para el futuro.
6) Abundan los pronósticos agoreros de los denominados “economistas del establishment”. Tienen varias limitaciones: a) Dependen de sus clientes: en consecuencia, acomodan sus recomendaciones a las opiniones predominantes, teñidas por un alineamiento con la ortodoxia. Ver “¿Hablan economistas?: ¡Cuidado! (Los Andes, 13/ago/2017, pág. 20). b) Tienden a enfatizar la muletilla “haciendo las mismas cosas, los resultados serán iguales”, con un absurdo énfasis en el método de observación, sin considerar que las experiencias del pasado no siempre pronostican inexorablemente el futuro. Parafrasear un ejemplo del filósofo Bertrand Russell, permite evidenciar esta falencia. Un hombre cría dos pollos que todos los días alimenta personalmente. Como dice Nassin Taleb (creador del concepto de “cisne negro”) en un ejemplo similar, cada vez que reciben su comida, confirman su creencia: la rutina esperada es que los alimente un miembro amable del género humano que “mira por sus intereses”, como diría un político. Pero la víspera de Navidad o de algún cumpleaños a los pollos les ocurrirá algo inesperado, que implicará una revisión de sus creencias. Algo funciona en el pasado hasta que, de repente, deja de funcionar. Ninguna crisis, ninguna situación de incertidumbre, es igual a lo que ocurrió en el pasado, por lo que los caminos que se presentarán también pueden ser distintos. Por ello, en contraposición con esa pléyade de economistas, que han cometido error tras error en sus predicciones, que suelen enmarcar como si fueran ucases emitidos en solemnes pergaminos, en los cuales, como si fueran palimpsestos, la ultriz realidad obliga a reescribir permanentemente sus nuevos pronósticos, creo que se iniciará un virtuoso, aunque difícil, camino de recuperación de nuestra economía, dentro de un marco de inclusión, como proceso unitivo del tejido social.
*El autor es Profesor Emérito UNCuyo.