No quería llegar a esta decisión. Ella prueba hasta que punto sus cálculos fueron erróneos al decidir la invasión de Ucrania. Para Vladimir Putin, llegar hasta Kiev sería un paseo que se coronaría con la caída de Zelenski y la instalación de un “Vichy” que responda a Moscú y facilite la partición del territorio, logrando que Rusia lleve sus fronteras por lo menos hasta el río Dniéper, en el noreste, y la frontera con Transnitria en el sur.
Para lograr esas metas, alcanzaría con los más de cien mil efectivos que iniciaron la invasión, sin necesidad de reclutar reservistas porque eso causaría malestar en el pueblo ruso.
Si movilizó reservistas ocasionando las esperadas protestas en las grandes ciudades y miles de deserciones por las fronteras con Georgia, país caucásico que no los repatriará porque en el 2008 fue atacado y perdió territorios por orden del presidente ruso, es porque ve peligrar los territorios conquistados.
O sea, no sólo empieza a comprender que es posible no alcanzar las matas planteadas al lanzar la invasión, sino que incluso teme que la reconquista del Oblast de Jarkiv en la exitosa avanzada del ejército ucraniano inicie por efecto cascada un desbande ruso en el Donbas y la costa del Mar de Azov. O sea, un desastre de muy difícil reversión.
Si el jefe del Kremlin no percibiera ese riesgo, no habría recurrido al vasto reclutamiento que inició, haciendo estallar protestas y deserciones. Tampoco habría vuelto a amenazar con el uso de armas nucleares.
La triunfal contraofensiva ucraniana en el noreste le hizo ver al líder ruso que la derrota es posible. Fue la segunda señal de que Putin no tiene la victoria asegurada. La primera señal fue el fracaso del avance sobre Kiev que marcó el inicio de la invasión.
¿Qué consecuencias tendría que el ejército ruso sea vencido en Ucrania? La respuesta que sugiere la historia apunta a cambios profundos en el escenario político, porque las derrotas siempre han allanado el camino a transformaciones en Rusia.
En la Guerra de Crimea de 1853, el Imperio Ruso, con Grecia como aliado, enfrentó al Imperio Otomano apoyado por Francia, Gran Bretaña y el Reino de Cerdeña. La derrota rusa en aquel conflicto le abrió el camino al zar Alejandro II y a las reformas más importantes desde Pedro el Grande.
En 1905, la derrota de la flota del zar en la guerra naval con Japón que estalló un año antes, causó la Primera Revolución Rusa, que impuso una constitución y posibilitó que se estableciera la Duma Estatal del Imperio.
Otra derrota que causó sismos políticos y transformaciones inmensas fue la del ejército soviético en Afganistán. El triunfo de las milicias tribales que enfrentaron al régimen pro-soviético que el líder comunista Babrak Karmal encabezaba en Kabul, abrió el paso a la Glasnost y la Perestroika, los programas de reformas impulsadas por Gorbachov que marcaron el comienzo del fin de la URSS.
Poco después, la derrota rusa en la primera guerra contra el independentismo checheno modificó de manera dramática el gobierno del presidente Boris Yeltsin, abriéndole a Putin el camino para acceder al cargo de primer ministro. La victoria de los separatistas caucásicos que lideraba Yegor Dudayev sobre el ejército ruso, comenzó a debilitar la gestión del primer ministro Viktor Chernomirdin hasta hundir el gobierno en el cortocircuito permanente que convirtió en efímeros premieres a Serguei Kirienko, Yevgeny Primakov y Sergei Stepashin, hasta que Putin se adueñó del cargo para usarlo como pista de despegue hacia a presidencia.
La victoria fortalece los regímenes que la derrota debilita. Por eso la importante victoria estratégica de Ucrania en el noreste, podría debilitar el régimen autocrático ruso.
Los rusos habían logrado controlar la totalidad del oblast de Jarkiv, pero no su capital y segunda ciudad más grande y poblada de Ucrania.
En las últimas semanas, dando señales de preparar una ofensiva en el sur para reconquistar el área que rodea a Mykolaiv y Zaporiyia, los militares ucranianos lograron engañar al alto mando y lanzaron el vasto contraataque para recuperar el noreste del país.
El logro militar ucraniano mostró flancos débiles en el ejército invasor, como su fragilidad logística y la escasa motivación de las tropas. Pero, aunque la victoria ucraniana en Jarkiv no significa que el ejército ruso está derrotado, mostró que es posible derrotarlo, y si eso ocurriera todo el poder que Putin construyó podría desmoronarse como un castillo de naipes.
En un primer momento, el jefe del FSB Alexander Bortnikov y los primero y segundo del Consejo de Seguridad, Nikolai Patrushev y Dmitri Medvedev, procurarán que sólo caiga Putin. Pero el tembladeral que se desataría podría arrastrar también a esa nomenklatura.