Palabras que construyen

Como un voto para 2023, trasmitamos a todos los que están en nuestro entorno la necesidad de volver a la cultura del esfuerzo, de la disciplina y del sacrificio, cimentados día tras día, en una rutina constructiva que nos permita alcanzar promisorios horizontes.

Palabras que construyen
El poder de las palabras

Comienza 2023.

Como adultos, fijamos metas, diagramamos objetivos, nos entregamos a un tiempo aún intacto.

Al empezar a transitarlo, más allá de lo que hayamos ganado o perdido en 2022, es oportuno tejer ilusiones para esa dimensión que se avecina, que puede generarnos dudas, temores, angustias, interrogantes... Conviene reflexionar, desde este ámbito, acerca de qué vocablos pueden reflejar nuestra conducta y ayudarnos a construir un tiempo positivo.

En primer lugar, elegimos la ‘serenidad’; la hemos seleccionado porque es aquel estado del espíritu que permite obrar de modo apacible y sosegado, sin ninguna turbación física ni moral. Por ello, la vinculamos a la ‘paz’ porque es la palabra descriptiva de aquella situación sin conflictos armados y en que predomina la armonía entre personas y bandos, sin enfrentamientos ni luchas. A ellas, se les une la ‘armonía’ que, así como en la música aparece entre sonidos acordes, se da en relación con las personas cuando entre ellas predomina la amistad y existe correspondencia en los sentimientos positivos. Del mismo modo, bregaremos por la ‘concordia’, voz que, etimológicamente, señala que los corazones obran en unión y conformidad. Logran hacerlo porque hay convenio entre los que contienden o litigan. En la misma familia de palabras, encontramos la voz ‘cordialidad’ ya que en su núcleo está, igual que en el término anterior, el sustantivo latino “cor”, equivalente a “corazón. La definimos como “afectuosidad”, pero también como “franqueza, sinceridad”. Debemos emprender este camino de los doce meses con una brújula cuyo norte sean la ‘alegría’ y el ‘optimismo’. La primera será sinónimo de júbilo y regocijo; el segundo aludirá a que debemos emprender cada acción con tendencia a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable. No olvidemos que se vincula a ‘óptimo’, superlativo de ‘bueno’.

Hay una cualidad que muchos, en un mundo signado por los éxitos materiales y por la avidez y el consumismo, olvidan: la ‘humildad’. Esta virtud no es fácil de encontrar puesto que significa la aceptación de las propias limitaciones y debilidades y, cuando eso se ha alcanzado, supone ser capaz de obrar de acuerdo con ese conocimiento. También se la equipara a la sumisión ya que, desde el punto de vista etimológico, se relaciona con el vocablo “humus”, sustantivo latino que designaba la capa más fértil de la tierra. Seremos humildes en la medida en que podamos asumir la posición que nos corresponde, sin orgullo ni arrogancia, con modestia.

Seamos capaces de planificar y obrar con todas las virtudes arriba descriptas y hagámoslo con ‘ecuanimidad’: etimológicamente, descomponemos el vocablo latino en el adjetivo “aequus”, que traducimos como “igual”, y “animus”, de significado transparente; por ello, se define esta virtud como “igualdad y constancia de ánimo” y, también, como “imparcialidad de juicio”. Huelga explicar por qué pedimos que nos acompañe esta característica durante 2023.

Si podemos obrar con todas las características descriptas, es porque anhelamos proceder con ‘objetividad’ y ‘justicia’, dejando de lado rencores, deseos de venganza o pasiones que puedan perjudicar a otros. Y, además, deberemos pensar en obrar con ‘rectitud’ y ‘probidad’, ‘equilibrio’, ‘tesón’ y, fundamentalmente, con ‘autenticidad’ y absoluta ‘honestidad’ y ‘sinceridad’. Y al aconsejar ‘rectitud’, estoy ateniéndome a la exacta definición de este concepto, cuando alude a “ser recto, esto es, severo, consigo y con los demás, en el cumplimiento de normas morales y de conducta”. La ‘probidad’ es equivalente a la “honradez”, o sea, la integridad en el obrar; también, el ‘equilibrio’, tan difícil de alcanzar, es deseable puesto que se concibe como la “mesura y sensatez en los actos y juicios”, en un mundo controvertido, con graves problemas políticos, económicos e institucionales y con crisis de valores.

En este siglo XXI de la rapidez, de la inmediatez, del vértigo de las redes sociales, donde los logros no van consiguiéndose de a poco sino que se dimensionan en un tiempo breve, donde el éxito aparece vinculado al consumismo, aconsejar el ‘tesón’ parece extemporáneo. En efecto, ‘tesón’ y ‘constancia’ están reñidos con la celeridad y la prisa, ya que ambos se inscriben en la lenta y cuidadosa perseverancia puesta en la ejecución de algo y en la firmeza del ánimo en las resoluciones y propósitos. Una alumna ingeniosa decía que el único lugar en donde el éxito figura antes del trabajo es en el diccionario puesto que, indudablemente, se debe llegar a aquel luego de la dedicación que supone la tarea que hayamos elegido, como profesión, como oficio o como destino.

Y cerramos la enumeración de virtudes aprisionadas en vocablos con tres términos, a mi juicio, muy representativas: la ‘autenticidad’ o ‘cualidad de auténtico’, capacidad que pondremos en evidencia si somos consecuentes con nosotros mismos, mostrándonos tal como somos; la segunda es la ‘honestidad’, síntesis de otras cualidades ya mostradas como deseables: la honradez, la rectitud y la probidad; y, por fin, la ‘sinceridad’, que debe acompañarnos en cada acto de nuestras vidas, exteriorización de sencillez y veracidad en el modo de expresarnos o de comportarnos, libre de todo fingimiento. La sinceridad se unirá, además, a la ‘transparencia’ (conducta sin dudas ni ambigüedades) y ‘veracidad’ (profesión de la verdad) en cada una de nuestras acciones.

Por fin, enmarcaremos todas estas virtudes por alcanzar, en la ‘esperanza’, estado de ánimo que nos permite visualizar como posibles cada uno de estos objetivos, representados en los vocablos considerados paradigmáticos. Entonces, como un voto para 2023, transmitamos a todos los que están en nuestro entorno la necesidad de volver a la cultura del esfuerzo, de la disciplina y del sacrificio, cimentados día tras día, en una rutina constructiva que nos permita alcanzar promisorios horizontes. Lo hemos vivido recientemente, en relación con el Mundial: las multitudes invadieron las calles con festejos entendibles y, a veces, con desmanes absolutamente condenables, pero además del trofeo logrado, lo que debemos tomar es la lección de los jóvenes deportistas que sacrificaron todo en pos de un objetivo, valores que trascienden el mundo del fútbol y que deben llevarse a cada uno de los órdenes de la vida.

* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.

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