Casi tan recurrentes como las menciones a la caída libre de nuestra educación pública, resultan los anuncios oficiales de extender la cantidad de días de clase como solución al problema detectado. Pareciera que a pesar de la larga historia escrita por la educación en nuestro país, no se ha logrado hasta hoy, vincular razonablemente cantidad con calidad. Ambas podrán estar relacionadas, pero no son, en modo alguno, directa y fatalmente proporcionales.
Si la educación impartida es de deficiente calidad, no debemos esperanzarnos con grandes resultados, por más tiempo que se imparta.Vuelve Einstein a recordarnos: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”
Desde 2004, año en que entró en vigencia la ley 25.864, no parece haberse notado un gran mejoramiento en los resultados que se pretendían con la cifra cabalística. Por el contrario la caída continúa y los hechos transcurridos en estos casi dieciocho años -pandemia incluida- no han hecho más que contradecir las expectativas que se pudieron cifrar en ella. Es que no alcanza con fijar un piso temporal de actividad, por razonable que parezca, sino que es necesario enfocar con más intención y mejor empeño la visión en lo que debe suceder en las escuelas durante ese tiempo.
Lejos de esto, los legisladores redoblan la apuesta extendiendo ahora a 190 la cantidad de días exigibles. La autora del proyecto además de fundamentarlo en comparaciones volátiles sobre otros países, termina justificando su propósito con un argumento de candorosa obviedad: “Es condición necesaria para mejorar la educación.” Felizmente lo aclara porque de otra manera tal vez nunca hubiéramos advertido que es condición necesaria que los alumnos estén en la escuela para que la educación mejore,
Si se trata de crear condiciones necesarias, me atrevo a proponer otra condición tan necesaria que creo no merece objeción de nadie: La salud. La salud de todos los protagonistas del acto educativo. La salud definida por la Organización Mundial de la Salud en su documento fundacional como " un estado de completo bienestar físico, mental y social y no sólo la mera ausencia de afecciones o enfermedades”
Tal vez parezca inviable la propuesta en el contexto de decadencia cultural y bancarrota económica actual, pero puede ser el momento de crear un plan quinquenal o decenal en el peor caso, con metas claras , en etapas progresivas sometidas a la evaluación permanente, que contenga las medidas conducentes a remover todos los obstáculos que están impidiendo alcanzar esa salud. Cuando ello se logre, nos hará recuperar y tal vez superar el nivel educativo que otrora enorgulleció al país.
Por ahora, dejemos de agregar días anualmente y agreguemos proyectos, ideas y especialmente recursos para la mejor inversión que puede realizar nuestra Argentina.