En su homilía durante el Tedeum del 25 de Mayo, el cardenal porteño, Mario Poli, primado de la Argentina, hizo un nuevo llamado a la concordia entre los argentinos, pero a través de sus políticos, ante el difícil momento social que vive el país.
La Iglesia pidió “grandeza y diálogo” para transitar este difícil tiempo de la pandemia, remarcando que “el diálogo es el camino para afrontar juntos como comunidad nacional esta etapa difícil y exigente”.
Se trató, como el año pasado, de una triste ceremonia religiosa, con una Catedral metropolitana cerrada y desierta por la pandemia, en donde el cardenal Poli ensayó un nuevo llamado a la unidad de la dirigencia de nuestro país, que difícilmente se pueda llegar a concretar, como anhela la Iglesia, en virtud de la animosidad existente en la mayoría de los niveles encargados de conducir el destino de los argentinos, partiendo de los políticos.
Mientras tanto, el presidente de la Nación, impedido de asistir por imperio del DNU restrictivo de su propia autoría, se limitó a observar el mensaje del arzobispo porteño mientras esperaba el contacto con su par de México, Andrés López Obrador, para hablar del postergado envío de vacunas desde ese país.
La advertencia más contundente del arzobispo porteño fue la que se refirió al dramático aumento de la pobreza, la exclusión y la falta de trabajo durante estos dos años de acecho del coronavirus, tras lo cual hizo un llamado contundente en un párrafo de su mensaje que merece ser reproducido completo:
ducido completo: “Queremos pedir a los dirigentes de todos los sectores políticos una auténtica capacidad de liderazgo para ejercer con nobleza la política, comunicando claramente la situación en cada momento, alentando el compromiso de todos y dejando de lado descalificaciones que promueven el resentimiento”.
Sin dudas, un cúmulo de buenos deseos y sabias advertencias por parte de la Iglesia Católica argentina que, una vez más, advierte a la dirigencia sobre la delicada situación social que enfrenta el país.
La Iglesia, según hemos señalado en más de una oportunidad desde este espacio, por su trabajo en cada rincón de la Argentina, es una de las más eficaces organizaciones en la captación de las urgencias de la población en su conjunto.
Lamentablemente, los deseos eclesiásticos de reconciliación y diálogo entre los integrantes de la dirigencia política argentina, y, a través de ella, de todos los argentinos, difícilmente se logren en lo inmediato si persiste la animosidad existente.
a animosidad existente. En un año electoral como el que transitamos, la opinión popular deberá ser decisiva en cuanto a la calidad de los dirigentes que sean elegidos mediante el voto.
Es de esperar que este nuevo llamado de atención hecho por una voz de la Iglesia pueda, aunque mínimamente, repercutir en los sectores responsables de la conducción del país.
Lo peor que nos puede pasar a los argentinos es volver a descreer en quienes nos deben representar. Tal vez no estemos muy lejos de ello.
En síntesis, pese a ser un año electoral, no son momentos estos para politiquerías de ningún tipo frente al dramático escenario de la pandemia.
Reflexionemos, entonces, sobre el sentido profundo de las palabras de la Iglesia