1. El abuelazgo es un tipo de relación familiar maravillosa que te permite disfrutar de las gratificaciones de la paternidad sin por eso padecer los costos: es decir, vivir con la permanente preocupación de que tu(s) hijo(s) no se te mueran de hambre, frío, de enfermedad o hagas de ellos un inadaptado o un monstruo.
2. Como vínculo efectivo, interactivo, la relación abuelo-nieto es necesariamente breve, por la sencilla razón de que el espectro vital de abuelos y nietos coincide por poco tiempo. Es una enorme fortuna ser un abuelo joven. Si te hicieron abuelo ya viejo, aprovechá porque dura poco.
3. No insistas en exigirles besos y abrazos. La condición de abuelo usualmente viene con la madurez, cuando no con la ancianidad, que es cuando el contacto físico se hace menos frecuente y deseable. Y además te estás perdiendo de la pequeña maravilla de que te den un beso o un abrazo por pura voluntad propia.
4. Por razones económicas y sociales bien conocidas, en la actualidad se asume que el viejo no sirve para nada y es su momento de descansar y disfrutar. Por el contrario, si no les proponés actividades y planes a tus nietos, simplemente no se te van a acercar. Con los abuelos se dibuja, se pinta, se cocina, se come rico, se juega a la pelota o a las muñecas, se reza, se sale a pasear o de viaje, se va de caza, de pesca o de compras, se pueden escuchar buenas historias, se juega al ajedrez o a la play, se discute de cine o de filosofía mientras se saborea un single malt. Si te limitás a reprocharles que no te vienen a ver, no vas a conseguir que vengan.
5. El amor de los nietos a los abuelos es prolongación del amor de los hijos a los padres. Es un amor subsidiario. A menos que no haya habido paternidad/maternidad ausentes (y los abuelos se hayan hecho cargo de la crianza de los nietos) es así y no tiene ningún sentido competir con los padres por el afecto de los nietos.
6. No insistas en llamar su atención si está demandada por cosas más interesantes que vos: cumpleaños, fiestas, juegos entre niños, regalos, Navidad o Reyes. Correte a un lado y esperá. Lo tuyo no es la intensidad.
7. Por muy educados que estén, los niños y adolescentes son ruidosos, gritones, inquietos, revoltosos, a veces insolentes. Es por el exceso de vitalidad, esa que a vos te empieza a faltar. Convivir con ellos es precisamente eso: compartir la expansión y la alegría de vivir. Es un regalazo.
8. Los abuelos no ponen las reglas y precisamente por eso, tampoco castigan. Si es un asunto serio, se le comunica a los padres. Si no lo es, no te pases de gorra ni de buchón.
9. Si existen controversias entre padres y abuelos en torno a los criterios de crianza o educación de los nietos, esas controversias nunca se resuelven trasladándolas a los niños. Se discuten entre los adultos. Si hay coincidencias, bravo. Si no las hay (y no es un asunto grave) es forzoso respetar el criterio de los padres.
10. Es inevitable tener afectos diferenciados entre los nietos. Por afinidad, por asiduidad en el trato, porque los mayores usualmente tienen ventaja sobre los más chicos. Esas diferencias pueden ser traumáticas, difíciles de procesar para los niños o simplemente pueden ser una anécdota, un chiste familiar. Todo depende del volumen de afecto y de trato que pongan los abuelos. Si es grande, nadie saldrá herido.
11. ¿Querés tener diálogo con tus nietos? Preguntales por sus asuntos, pediles que te expliquen cosas. Aunque te sorprenda por tu vida vivida y el sinfín de experiencias que has tenido, ellos son infinitamente más interesantes para vos, que vos para ellos. En lugar de contar y enseñar, preguntá. El diálogo vendrá solo.
* El autor es profesor universitario.