Dicen que las cosas que te pasan en la vida ocurren por algo. Algunos -más positivos aún- dirán que todo lo que te ocurre tiene un ¿por qué?, que son enseñanzas de la vida, que por las buenas o por las malas te hacen crecer como persona, te templan, te forjan.
En mi caso, soy de estos últimos. Los momentos más difíciles de mi vida fueron y serán parte de ese aprendizaje lento y constante, llamado vivir.
Nuestro país está viviendo momentos dramáticos y estamos frente a grandes desafíos. Por eso asumí el compromiso de encabezar la lista de candidatos a Senadores provinciales por el 3er. distrito electoral de Mendoza, conformado por vecinos de Luján de Cuyo, Godoy Cruz, Tunuyán, Tupungato y San Carlos; y sentí la necesidad de compartir los pensamientos y sentimientos que me llevaron a tomar esta decisión.
Desde muy pequeño (no digo de “chiquitito” porque los que me conocen saben que nunca lo fui), mamé valores en un modelo de familia orientado a estar al servicio de los demás. Mi papá fue un dirigente social, vinculado al sistema cooperativo. Su estandarte de cada día era que “la unión hace la fuerza”. Metamensaje que, vale aclarar, fue el crisol que alumbró a la Argentina pujante de principios del siglo pasado y que nos constituyó en una Nación como dice el preámbulo de la Constitución Argentina. Por otra parte, y como pilar central de mi hogar, mi mamá: una luchadora de los principios básicos de la democracia, que justamente no es sólo la posibilidad de votar, sino el poder que como ciudadanos ejercemos cuando lo hacemos. Es en lo que nos convierte meter ese papel en el sobre y a la urna, en la puerta de un aula de alguna escuela de por acá, cerca de la casa.
El votar es nada menos que la máxima expresión de nuestra LIBERTAD, del reconocimiento de nuestro derecho primario a elegir quiénes queremos ser como conjunto social, pero también como ciudadano individual.
Votar, a pesar de lo molesto de las campañas y de las colas en la puerta de la escuela, es nuestro derecho a decidir qué somos y en qué queremos transformar este pedacito de terruño en el que criamos a nuestros hijos y nietos con los valores que nos criaron a nosotros.
Porque creo en el libre albedrío y porque elijo seguir creyendo en la parte buena del alma humana, es que me involucro, me ocupo y vivo con pasión la política como lo hicieron mis padres. Porque vi en sus ojos la fe en los demás, en el vecino, el amigo, el pariente, en mis hijas. Por la convicción del que sale todos los días a trabajar para poder regresar a su casa, abrazar a los suyos, mirarlos a la cara y pensar, estar seguro, de que su esfuerzo por este bendito país va a permitir a sus hijos arrancar desde un escalón más arriba del que nos tocó arrancar a nosotros. Porque aún es posible una Argentina donde el hijo profesional le agradece todos los días de su vida a su papá y mamá por romperse el lomo laburando para darle una mejor oportunidad.
Esa Argentina, es la Argentina que se está alejando. Se la está arrastrando día a día a lo profundo de la grieta, siempre a punto de darle el empujón de gracia para desbarrancar la República. Por eso, hoy más que nunca, todos los ciudadanos de buena fe, estamos obligados a defender esa República, la que representa una verdadera posibilidad de ascenso social, donde podamos ejercer nuestros derechos y cumplamos también con nuestras obligaciones, pero principalmente, donde nuestros hijos se quieran quedar a echar raíces y darle a sus hijos un lugar lleno de amor y seguridad donde puedan seguir construyendo una Nación.
¿Por qué el Senado de Mendoza, qué puedo hacer desde ahí? Me hice esa pregunta porque me siento verdaderamente orgulloso de ser MENDOCINO, y quiero que les mostremos al resto del país, pero principalmente al centralismo porteño, que en Mendoza las cosas ocurren, que en Mendoza no dudamos en hacer lo correcto, que en Mendoza se transpira la camiseta para obtener cada pequeño producto que cultivamos o fabricamos, que somos resilientes al desierto y que esa marca en nuestro ADN nos hace ser fuertes frente a la adversidad, porque la escasez nos hizo fuertes y decididos. Porque no nos achicamos ante el frío, el zonda, la nieve, los terremotos, y mucho menos ante Gobiernos Centralistas, que creen en una Argentina que termina en la provincia de Buenos Aires.
Por eso decidí, volver a pelear por mi Mendoza, por mi familia y por mis vecinos. Porque tengo la convicción del servicio público, el que La Beba (mi mamá) me enseñó cuando todos los días hacía dedo para dar clases en una escuelita de El Carrizal, o cuando con El Pedro (mi querido viejo) cada vez que volvía de alguna finca o viña, charlábamos sobre la necesidad de volver a las cajas de crédito cooperativas (unión de las personas que juntaban sus ahorros para potenciar las mejores ideas de los emprendedores) y así propiciar la escalera virtuosa del ascenso social. Eso es verdadero PROGRESISMO. Eso es una cultura del esfuerzo y del trabajo duro, que te dignifica como hombre o mujer. Y es por eso que, a los que lean esta carta, no les pido que me voten o que elijan “bandos”. Sino que los invito a seguir luchando juntos por nuestra Mendoza, defendiendo siempre la República y construyendo el país que soñamos y merecemos.
*El autor es precandidato a legislador provincial por Cambia Mendoza