Un grito es una espina clavada en el silencio. Es levantar la voz de una manera muy superior a lo normal, con el objetivo de romperle los tímpanos a alguien.
Gritamos en diversas situaciones, por ejemplo, cuando nos duele algo. Tiene que ser un dolor mayúsculo el que impulse el grito. No se va a poner uno a gritar por una espinilla.
El grito es una manifestación audible de algo que nos está pasando, sea por el dolor, como diimos antes, o por otro sentimiento.
Hay gritos que son normales en algunos conductores de radio y televisión, como si hablaran gritando, y esto no le hace bien a la comunicación.
Uno grita cuando está enojado. El enojo es impulsor del desahogo y uno se desahoga levantando la voz. No importa lo que diga, lo que importa es que está enojado. Suele ocurrir en el entorno familiar cuando algún culillo se mandó alguna travesura o cuando la pareja entra en estado de conflicto.
Gritamos para llamar a alguien que está lejos o para parar un taxi. Usamos el grito como un instrumento para llamar la atención.
Hay personas que hablan gritando: tienen los decibeles tan altos que cualquier declaración puede aparecer como un grito.
Pero también gritamos cuando la emoción se nos sube a la garganta. El fútbol es un ámbito propicio. Increíblemente, los hinchas gritan durante todo el partido y alguna consecuencia les debe provocar. La garganta les debe quedar raspada como pared de perrera. En este caso, la cumbre del grito es cuando se produce algún gol, a favor por supuesto. Entonces las cuerdas vocales se tensan al máximo y se produce un alarido, que es como la exacerbación del grito.
Los relatores se aferran a la vocal “o” que tiene la palabra y pueden estar minutos vociferando lo que es meramente un tanto. La emoción los lleva a ello. Lo gritan en la tribuna y lo gritan en sus casas de tal forma que asusta a todos los vecinos que no están mirando el partido.
También gritamos algunas consignas cuando andamos de manifestación por las calles de nuestra ciudad. En ese caso también cantamos, pero es un canto elevado a la categoría de grito, una explosión de la voz con cierta melodía.
Gritamos en ciertas ocasiones domésticas, por ejemplo, cuando nos pegamos con el pie en la pata de la cama. Yo no sé porqué ocurre esto cuando andamos descalzos. Es un agravante.
Le gritamos al perro cuando queremos que se vaya de la casa, le gritamos a otro conductor en pleno centro haciendo evocaciones a su madre, gritamos cuando nos hacen un full terrible y el referí nada: siga, siga. Gritamos cuando queremos vender algo en la vía pública, cuando queremos hacerlos callar a nuestros alumnos o cuando alguien nos grita a nosotros a manera de devolución.
Es una forma de expresarnos, tal vez demasiado violenta. Pero si lo tratamos poéticamente, podemos decir lo que dijimos al comienzo: un grito es una espina clavada en el silencio.