No es el liberalismo

Lo que ocurre es que Milei ha logrado darle al liberalismo un tinte popular y masivo, creando inéditamente el riesgo de arrebatarle (o disputarle severamente) al socialismo (o colectivismo, en general), lo que fuera su base misma de sustentación: es decir, el pueblo.

No es el liberalismo
Maduro acusó a Elon Musk y Milei de liderar una “secta satánica”

El presidente Javier Milei está logrando, mes a mes, bajar la inflación y sostener el apoyo popular a pesar de los inmensos sacrificios de la gente que lo apoya. Eso dicen las encuestas de opinión y las redes sociales; y es lo que se percibe en la calle y en las conversaciones familiares y de amigos.

Por otro lado, ha sido tan astuto a la hora de reordenar el espectro ideológico (colectivistas e individualistas) que, con una dosis de pragmatismo (mayor a la esperada) pero manteniendo el núcleo duro de su ideario, logró sancionar la “ley bases” como herramienta de desregulación, hecho que fue toda una hazaña habida cuenta de la debilidad que ostenta en este plano.

En el mundo su figura recobra relevancia de cara a una batalla cultural, tiempo atrás impensada, a favor de la ideología liberal, amedrentando las tendencias más colectivistas que, desde la posguerra, sobre todo a partir de la década del 60 (y en Argentina, desde Perón en adelante) fueron las que dominaron el discurso, la intelectualidad y el protagonismo político.

El fenómeno Milei en España y la hermandad con Elon Musk son ejemplos paradigmáticos del símbolo en el que se ha transformado el presidente “outsider” a escala mundial.

Ahora bien, todo este protagonismo, las metas que se vienen logrando en el terreno macroeconómico y la resonancia internacional de su figura, ¿se deben principalmente al peso propio del liberalismo libertario, o es el personaje Milei, con sus excentricidades, su manera de comunicar y hasta de enardecer a las masas lo que representa el fenómeno inédito? Y en otro plano de análisis, ¿el problema argentino es radicalmente ideológico? ¿Puede una receta tan antigua como el liberalismo presentarse hoy como la solución mágica al mal endémico de esta bendita tierra del Sur?

Rastreando un poco en la historia, el consenso general sitúa el nacimiento del liberalismo en el siglo XVII, en Inglaterra, sobre todo a partir de la Bill of Rigths (declaración de derechos). Sin embargo, algunos siglos antes, la famosa Carta Magna de 1215 dictada por el monarca Juan I de Inglaterra (conocido como “Juan sin tierra”), cuyo nombre original en latín es Magna Carta Libertatum, no deja de representar un germen de esta ideología que hoy luce con renovado brillo y con matices verdaderamente novedosos. Con esto quiero decir que el liberalismo no surgió ayer, ni menos con Milei e incluso es anterior a los movimientos socialistas posteriores a la revolución industrial y, en especial, al comunismo marxista del siglo XIX. Es decir, el liberalismo no es la respuesta al comunismo sino justamente al revés.

Lo que ocurre es que Milei ha logrado darle al liberalismo un tinte popular y masivo, creando inéditamente el riesgo de arrebatarle (o disputarle severamente) al socialismo (o colectivismo, en general), lo que fuera su base misma de sustentación: es decir, el pueblo. Simplificando los términos, el liberalismo siempre fue el límite que al poder gubernamental le puso la burguesía, no el pueblo. Siempre fue el socialismo el que representaba al pueblo. Lo novedoso ahora es que los que enarbolan las banderas de la libertad no son sólo los “nobles” o “burgueses”, sino también las masas, los trabajadores. El socialismo, por primera vez, tiene a su Rey en jaque y la amenaza es tan radical que atenta contra su misma fuente de poder.

En lo personal, entiendo que la ventaja comparativa de Milei en relación con sus precedentes no estriba tanto en su ideología como en su autenticidad. El hombre cree en lo que defiende y hace lo que dice ¡Y la gente le cree! ¡Y quiere eso! El hombre del momento se expresa sin miramientos y con gran espontaneidad, incluso deslizándose a la descalificación grosera, los improperios y expresiones que se dan de bruces con las reglas de la comunicación protocolar y diplomática. Pero esto, aunque pueda ser lamentable, en lugar de mancharlo lo fortalece.

La política nos tiene acostumbrados al lado B, característica ajena a Javier Milei. El lado B es la contracara de todo héroe. Es el bizarro de los Cómics DC de la década del 60. El antagonista, el antihéroe, el supervillano. El recurso metafórico sirve para evocar el fenómeno de la doble identidad de aquellos políticos que, detrás del personaje que defiende al pueblo y profesa valores como la distribución de la riqueza, la justicia social, los derechos humanos o la libertad, está el otro, el bizarro, el que se sirve del poder; aquél que se queda con parte del dinero destinado a los comedores o con el retorno de la obra pública o que capitaliza algún descontento de un sector de la sociedad para construir poder y adhesión popular. El lado B es el doblez de la figura política, a menudo descubierta por el periodismo de investigación: por un lado, el testimonial, el que le habla a la gente, el que da los discursos; por el otro, el que habla con su gabinete, el que hace negocios con el dinero público, el que manda sus emisarios y construye poder en base al apriete, la extorsión, la necesidad o el dolor de algún sector de la población. “Hablan con labios lisonjeros, y con doblez de corazón.” (Salmos 12:2).

El fenómeno inédito argentino y mundial que es Javier Milei, hoy está en la cima del poder político nacional, sin ser político, incluso denostando a los políticos y de espalda a la política, consiguiendo, paradójicamente, un enorme sostén popular con su personalidad espontánea, auténtica y desafiante.

Y aquí volvemos al interrogante fundamental ¿son las ideas o es el hombre? Personalmente, creo que el problema argentino no radica tanto en las ideas, sino en la ética. Y el éxito de este neófito está en su transparencia, en su genuinidad y su coraje. En lo personal, soy de la convicción que, fuera de los extremos (liberalismo libertario o comunismo), cualquiera sea el lugar en que se ubique el político dentro del espectro ideológico (social demócrata o liberal), lo único puede rescatar a este país y ofrecerle una solución perdurable es una administración transparente y eficiente. El liberalismo es hoy sólo una solución de coyuntura.

* El autor es abogado.

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