El confinamiento social en el que nos puso el coronavirus llegó a límites de saturación en gran parte de la sociedad argentina en casi todas sus provincias, aun cuando las medidas dispuestas por las autoridades hayan sido acertadas en mayor o en menor grado en bien de mitigar la expansión de contagios.
La necesidad de esparcimiento y de retomar las actividades al aire libre se vio reflejada de manera multitudinaria durante el fin de semana largo que acaba de concluir.
Así, en Mendoza, las distensiones fueron posibles por las nuevas flexibilizaciones anunciadas respecto de las posibilidades de turismo interno y de las reuniones entre familiares con un cupo de asistentes.
Sin embargo, siempre ocurre que algunos excesos de confianza y la falta de prevención están presentes, en algunos casos con signos preocupantes, en la provincia y en todo el resto del país.
Así lo atestiguan las imágenes que se vieron en muchos balnearios de la costa atlántica.
A esas desatenciones hay que agregar las fiestas clandestinas de distintos formatos que proliferan por todos lados y que reúnen a centenares de personas (en su mayoría jóvenes), sin tomar los recaudos elementales para evitar contraer la temida peste.
En este punto, hay que subrayar que se trata de eventos no habilitados y, por lo tanto, pasibles de sanciones a sus organizadores.
Estos eventos prohibidos en el marco de las restricciones aún vigentes generalmente son convocados por las redes sociales.
Es decir, las autoridades policiales y de control de las órbitas municipales y provincial pueden tener acceso a esa información, de modo de desactivar tales encuentros antes de que se realicen.
La merma en la cantidad de casos de coronavirus que se viene verificando en gran parte del país y que en nuestra provincia viene siendo particularmente importante, no debe alentar falsas expectativas en la población. La batalla contra la pandemia no ha sido ganada y es crucial tomar conciencia de ello.
La peste sigue entre nosotros y los peligros de una segunda ola de Covid-19 en Argentina (como viene ocurriendo en otras regiones a escala global) están latentes.
Son de considerar las demandas de los ciudadanos tendientes a atenuar el fatigoso confinamiento.
También, las de los empresarios de los más variados rubros (entre ellos, hoteleros, gastronómicos y del ámbito turístico) que pugnan por retomar una suerte de “nueva normalidad” con los protocolos de rigor.
Pero los indicadores que se reflejan en los reportes diarios sobre nuevos contagios y fallecimientos son elocuentes en el sentido de no relajarse ni “bajar la guardia”, como bien advierten los expertos.
En el epílogo de un año signado por las noticias infaustas que nos trajo el coronavirus, son decisivos la toma de conciencia ciudadana y el rol de las autoridades para aventar mayores devastaciones.
Apenas estamos terminando, con suerte, una etapa de esta pandemia que además de los daños que provocó, transformó todos los usos y costumbres de la humanidad. Frente a esa nueva realidad, debemos estar muy alertas para tener la respuesta más adecuada ante cada desafío que se nos presente de aquí en más.