En épocas dolorosas y trágicas, la Navidad toma un cariz de mayor profundidad. Su espíritu parece calar más hondo en las sociedades afectadas. Desde esta óptica es muy interesante analizar algunos puntos en las celebraciones navideñas durante las dos grandes guerras mundiales.
Comencemos por 1914, cuando tuvieron lugar las famosas “Treguas de Navidad”: ceses no oficiales de las hostilidades en la Nochebuena a lo largo del frente Occidental.
Aunque se considera un hecho de inspiración momentánea, la realidad es otra. Esta idea daba vueltas por Europa desde hacía meses.
Las diversas publicaciones periodísticas refieren de manera continua a un pedido de armisticio navideño, que llegó a ser solicitado por el Papa. Los países beligerantes se negaron en su mayoría.
Aún así, algunos soldados hicieron caso omiso y dejaron sus trincheras para reunirse con el enemigo. Acto de verdadera Fe y valentía.
Tras elevar sus banderas blancas, cenar juntos, intercambiar obsequios y sepultar a sus muertos, se recrearon jugando al fútbol o bebiendo.
Como era esperable la naciente amistad fue un obstáculo para que siguieran luchando entre sí, por lo que fueron relevados.
Las autoridades militares evitaron que esto volviese a suceder realizando ataques navideños durante los años sucesivos.
Aquella primera navidad bélica, el ejército francés recibió 27 millones de litros de vino tinto, donado por las bodegas galas.
Y según el diario español “La Época” del 23 de diciembre de 1914: “Los soldados franceses que se encuentran en las trincheras frente al enemigo, recibirán como aguinaldo del día de Navidad un trozo de jamón, salchichón, patatas, naranjas, medio litro de vino por plaza y un cigarro y una botella de champagne cada cuatro soldados”.
Viajando hacia la Segunda Guerra Mundial, nos encontramos con una celebración más cercana a la actual. Debido a la falta de hombres -ocupados en la guerra- cortar y transportar pinos no fue algo prioritario. Esto creó un próspero mercado para los árboles artificiales.
Las Luces Navideñas fueron creadas en 1940 y por entonces se combinaban con jabón, buscando dar efecto níveo a los árboles.
Simultáneamente, el Tercer Reich intentó imponer una “Nazi Navidad”. Según Hitler y sus seguidores, la Nochebuena no tenía nada que ver con Cristo, a quien eliminaron por completo dado su origen judío.
Decidieron celebrar festividades paganas, relacionadas con el solsticio de invierno. Además, Papá Noel dejó de llegar a Berlín y al resto de las ciudades germanas, en su lugar el dios germano Odín se encargó de repartir regalos.
Los villancicos también sufrieron modificaciones, desapareciendo “Dios”, “Cristo”, etc. Las nuevas versiones arraigadas en la ideología nazi fueron distribuidas masivamente en radios, escuelas y en las celebraciones navideñas multitudinarias organizadas por el Gobierno.
Con semejante antecedente resulta aterrador que Nicolás Maduro adelante la Navidad a principios de octubre ¿no?
*La autora es Historiadora.