En la época de nuestra independencia prácticamente eran todas monarquías en el mundo, con defensores del sistema entre los nuestros, como San Martín y Belgrano que proponían un descendiente de los incas para tal función.
Nosotros nos hicimos república y rechazamos cualquier título de nobleza. Eso fue lo que se decidió en aquel entonces.
Pero ahora, en pleno siglo XXl, todavía hay gente que se aferra a la entronización de reyes en nuestro país.
Tal es el caso del Movimiento Monárquico Argentino. Su presidente es el señor Mario Santiago Carosini, quien hizo la propuesta y argumentó que con este sistema dejaríamos de estar atrasados y se terminaría la corrupción. Para eso propone que una hija de Máxima Zorreguieta, la monarca argentina que ejerce en los Países Bajos, sea nuestra reina.
Además, especifican que el rol debería ocuparlo Alexia o Ariane, ya que la primogénita Amalia es quien sigue en la línea de sucesión holandesa a su padre, el rey Guillermo Alejandro.
Ya hubo un antecedente en el siglo XIX: el Reino de la Araucanía y la Patagonia (en francés: Royaume d’Araucanie et de Patagonie), también denominado Reino de Nueva Francia (en francés: Royaume de Nouvelle-France), fue el nombre que recibió el intento de establecer un Estado en territorio mapuche y tehuelche bajo la autoridad del aventurero francés Antoine de Tounens. El Estado, nunca reconocido, fue instituido formalmente con un decreto proclamado por su creador el 17 de noviembre de 1860.
Pero más allá de los dislates de este francés que termino siendo internado debido a su estado mental, la llamita sigue estando prendida.
O sea que mientras en Mendoza algunos tratan de erradicar la institución de Reina de la Vendimia, este movimiento pretende crear el rol de reina del país.
Esto cambiaría sustancialmente los roles. Los gobernadores pasarían a ser príncipes, los intendentes duques, y los capos de la ciudades menores, condes.
Esto, además de ser traído de los pelos, implicaría un gasto enorme para sostener la estructura monárquica y la creación de ceremoniales a los que no estamos acostumbrados.
Se detendrían algunas manifestaciones públicas porque ¿quien se atrevería a hacerle una manifestación a la reina?
Los muchachos inspiradores de la idea piensan presentarla en el Congreso nacional y ya me imagino la cantidad de carcajadas con que ha de ser tratado el proyecto.
Pero la intención está y van a seguir bregando porque una princesa de los Países Bajos sea nuestra majestad.
Como decía don Quijote: “Cosas veredes, Sancho”.