Milei y los mitos caídos de una inercia dañina

Más allá de sus logros, Milei parece no advertir en su insensible autosuficiencia, la colaboración de un sector importante de la desarticulada oposición, entre la que se cuenta el gobernador mendocino Alfredo Cornejo.

Milei y los mitos caídos de una inercia dañina

Javier Milei no dejó pasar su primer aniversario al frente del Gobierno y un extenso discurso sirvió para mostrar lo que considera sus logros, pero también, ratificar la narrativa que lo llevó a la Casa Rosada.

Este año quedó más que claro que el fenómeno libertario no sólo se consolidó, sino que además tuvo audacia y convicción para sostener el deslumbramiento del electorado, la configuración de una opción política y la conformación de una identidad basada -principalmente- en el cumplimiento de sus promesas. Que, vale recordar, incluyó un durísimo diagnóstico del programa a seguir.

La nota distintiva de este proceso disruptivo, provocador y hasta incorrecto en sus modos, es el derrumbe de ciertos mitos, el corte de una inercia dañina, que en la lógica política argentina, siempre fueron considerados tabúes.

Motosierra y bolsillos flacos

El más significativo es la consideración del ajuste y la abstinencia de emisión monetaria como remedio a las distorsiones económicas. El sobregiro populista, plasmado en la desesperación del “Plan Platita” de Alberto Fernández y Sergio Massa, parece ser una lección aprendida por la ciudadanía que reparó en el daño de la inconsistencia fiscal o la ficción del consumo con inflación.

Milei no sólo hizo campaña militando el ajuste del gasto público, la “motosierra”, sino que además plasmó su frase más célebre: “No hay plata”. Un axioma que pone a la política lejos de medidas expansionistas; al revés, de contracción, que significaron el estancamiento de los salarios públicos y privados (habría una leve recuperación en el último trimestre); la pérdida de poder adquisitivo con la consecuente caída de actividad económica y recesión.

Aún así, el mandatario posee -según todas las encuestas- un acompañamiento superior al 50% del electorado. ¿La principal razón? Dos, según los especialistas: la baja sostenida del índice de precios y la “coherencia” de haber advertido la dureza del escenario. Y aquí, otro mito que se derrumba. No es necesario mentir para ganar elecciones, pero tampoco inyectar artificialmente pesos para sostener la ilusión de un comportamiento “adecuado” de la economía.

Está claro además que el control cambiario, el achicamiento de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo supone otra variable de estabilidad en un país “dólar-dependiente”, que con el anunciado fin del impuesto PAIS y la prometida eliminación del cepo en 2025 puede fortalecer aún más la sensación de manejo que el Gobierno exhibe.

La calle, los pobres y los jubilados

En el campo social, La Libertad Avanza (LLA) mostró avances en reclamos importantes de la sociedad: el control de la calle y la desarticulación del esquema clientelar de la pobreza, que por vía de organizaciones sociales, utilizaron a los pobres como vectores de protestas y cortes.

Las grandes ciudades, transformadas en piquetes paralizadores de cualquier actividad productiva: estudio, trabajo, comercio con la provisión y traslado de mercaderías; han visto menguar cuantitativamente ese paisaje.

Más mitos argentinos de este siglo que se desarticulan: la política “debe” contener la desigualdad con dádivas y subsidios. Una decisión que sólo debería estar destinada para pobres extremos o indigentes, o al menos para quienes no tengan la posibilidad de promoverse sin ayuda pública. Sin embargo, aquí se convirtió en la norma para demostrar la “presencia” del Estado. Como contrapartida, ahora una ola anti-estatal lleva el péndulo al otro extremo con la peligrosa promesa de “dinamitarlo”.

La política “no debe” utilizar la fuerza pública para imponer el necesario orden que toda sociedad requiere para su funcionamiento, decía -antes de Milei- el manual del dirigente. Pues cualquier intento podría ser tildado de represión o dictadura. La Constitución Nacional le otorga al poder político el uso de la fuerza pública a fin de evitar la conmoción social. Y así como todo corrimiento de la ley debe ser denunciado y castigado, la reafirmación de que la anomia no existe, también es un dato que excede lo ideológico y que el electorado registra a favor del Gobierno.

La ayuda de los amigos

En lo político, Milei también fue contra la corriente y se animó a vetar dos leyes con las que la oposición y también muchos dialoguistas coincidieron ante el grado de sensibilidad que representan: movilidad jubilatoria y actualización de fondos para las universidades públicas. En ambos casos logró desafiar (falsedades y elucubraciones mediante) la consideración popular respecto de la desprotección de la tercera edad y el valor promotor que tiene la educación superior. El altar del déficit cero.

Otro mito por el suelo: a los viejos y a los docentes “no conviene” desagradar, aunque -nobleza obliga- han sido postergados sistemáticamente en los últimos 40 años y en este nuevo ciclo, pese a las promesas de cambio, nada parece haberse modificado. Tampoco para asalariados y profesionales, independientes o monotributistas que no perciben todavía la esperanzadora descripción macroeconómica del Presidente. Ni el anuncio oficial del fin de la recesión. Muchísimo menos la teórica deflación, aunque ojalá así sea en breve.

Más allá de la paciencia ciudadana (en gran parte producto de las decepciones y fracasos del pasado), Milei parece no advertir en su insensible autosuficiencia, la colaboración de un sector importante de la desarticulada oposición -en ella, Alfredo Cornejo- que tomó la decisión (al menos en este primer año) de acompañar las principales transformaciones con herramientas que le permitieron dar sus primeros pasos tras un inicio balbuceante.

La Ley Bases es fruto de ese acuerdo y de una atípica colaboración que en otros momentos históricos no ocurrió, lo que contribuyó a la gobernabilidad. Aún así, el 2025 más ameno que detalla Milei será sin Presupuesto, lo que supone más discrecionalidad en el manejo de las cuentas públicas, que sumado a cierta desidia sobre el destino federal, encienden alertas institucionales por lo que vendrá. La pelea con Victoria Villarruel, el fracaso de Ficha Limpia o el pliego de Ariel Lijo para la Corte son ejemplos contradictorios del relato.

Los mitos derrumbados, o al menos puestos en duda, pueden tal vez revivir si lejos de la enseñanza lo único que aflora es la sed de venganza.

* El autor es periodista y profesor universitario.

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