Messi y Maradona en los altares políticos

Quienes plantean a Messi con la contracara del Maradona político, están inventando una supuesta coherencia política que resulta cuestionable en ambos.

Messi y Maradona en los altares políticos
Lionel Messi y Diego Maradona juntos en la Selección Argentina.

Seguramente, Diego Maradona habría cantado los goles de la selección como cantaba los de Boca en su palco de la Bombonera. Y seguramente, Lionel Messi habría peregrinado con gusto hasta la casa del “10″ a dedicarle el trofeo que conquistó en Qatar. Sus personalidades diferentes no los hacían repelerse. Pero la política muestra signos de querer enfrentar lo que el virtuosismo deportivo unía.

Cristina Kirchner dando un discurso coronada por las palabras “Diego Armando Maradona” como telón de fondo, no parecía un hecho casual. Eran los días en los que el mundo ovacionaba lo que consideró “el mundial de Messi”. En cualquier otro momento, el gesto de la vicepresidenta no habría generado lecturas políticas. Pero con los argentinos y el mundo aplaudiendo a Messi, sonó raro que se eligiera para un discurso de la líder kirchnerista un escenario que lleve el nombre que ella intenta presentar como patrimonio ideológico propio.

¿Si la selección hubiera pedido salir junto a la vicepresidenta a saludar a la multitud desde los balcones de la Casa Rosada, o si Messi hubiera dado alguna señal de simpatía hacia el gobierno o el movimiento que lidera Cristina, el acto en el que despotricó contra la Corte Suprema se habría realizado en un club llamado Diego Armando Maradona?

Es probable que, de haber ocurrido lo que no ocurrió durante la visita de la selección campeona, la palabra Maradona no habría acompañado como telón de fondo el discurso de Cristina.

La primera señal patológica en la idea de lo que representan Messi y Maradona, fue la desopilante interpretación que Cristina Kirchner hizo del enojo del capitán argentino con un jugador holandés. Para la vicepresidente, la frase “qué mirás bobo, andá p’allá, bobo” es equivalente a las furibundas descalificaciones verbales que rugía Maradona contra quienes lo confrontaban. ¿De verdad le parece maradoniano decir “bobo”?

En rigor, decir “andá p’allá, bobo” en un estallido de furia resulta totalmente naif. Más que estupor, lo que genera es ternura. Pero a la vicepresidenta le sonó igual que el vulgar “la tenés adentro” disparado a quemarropa contra Toti Pasman.

Quizá porque Messi no agradeció ni respondió el extraño elogio que lo madaronizaba por el lado en que resulta menos “maradonizable”, es que Cristina puso el nombre Diego Armando Maradona en los días en los que el fútbol imponía el nombre Messi.

Seguramente, esa jugada política no le sumó simpatías, aunque es posible que muchos de sus seguidores estén dispuestos a creer que, en materia política, Maradona era tan valioso como lo era jugando al fútbol. En rigor, la imagen del Maradona izquierdista que estaba siempre en rebelión contra los poderosos tiene visibles flancos y contradicciones.

Dejando de lados las consideraciones que se puedan hacer sobre su apoyo a un régimen como el que encabeza Nicolás Maduro en Venezuela, la pregunta es si se condice con el perfil de un progresista haber sido parte del aparato publicitario de Mohammed bin Rashid al Maktoum, el despótico y oscurantista emir de Dubai.

En materia de violación a los Derechos Humanos, el también ministro de Defensa, primer ministro y vicepresidente de los Emiratos Árabes Unidos tiene denuncias que incluyen el secuestro y aprisionamiento de sus propias hijas, Latifa y Shamsa.

Por cierto, Maradona tenía derecho a relacionarse económicamente con quien quisiera y a radicarse en el país que le plazca. Lo cuestionable es que otros inventen un Maradona ideológicamente coherente.

Sin embargo, quienes plantean a Messi como la contracara del Diego Maradona político, también están inventando una supuesta coherencia política que resulta cuestionable. Quizá no sea una decisión propia y consciente, sino de su padre o de quienes lo conducen como empresa, pero haber firmado un contrato millonario con el hombre fuerte de Arabia Saudita para ser la imagen turística del reino más ultraconservador de Oriente Medio, no es precisamente un señal de conciencia valores democráticos y defensa de los DD.HH.

En definitiva, al contrato con Messi lo firmó el príncipe Mohamed bin Salman con la mano ensangrentada por crímenes como el del periodista disidente Jamal Khashoggi, asesinado y descuartizado en el consulado saudita de Estambul.

El reino de la familia Saud necesita también mostrar ante el mundo un rostro amable como el de Messi, por la brutal guerra que libra en Yemen y porque, en sus dominios, la sharía da lugar a la Ley del Talión, a las decapitaciones públicas y a la desigualdad de derechos entre hombre y mujer.

Cristiano Ronaldo había rechazado el contrato con Arabia Saudita que aceptó Lionel Messi, aunque por una cifra mucho mayor.

La pregunta es si le hace falta a la estrella mundial del fútbol recibir dinero de una oscura monarquía absolutista que necesita “sportswashing”.

* El autor es politólogo y periodista.

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