Un reciente estudio del Observatorio Vitivinícola en base a datos de Scentia pone blanco sobre negro en cuanto al mercado interno. Ese reporte sintetiza que las ventas totales de bebidas alcohólicas experimentaron un alza del 205% en facturación pero una preocupante caída del 18% en volumen. El vino, uno de los protagonistas históricos del consumo argentino, enfrenta también sus propios demonios. El informe publicado refleja una realidad compleja: el vino en caja de cartón creció 123% en pesos pero cayó un 3,6% en volumen, mientras que el vino en botella aumentó su facturación un 151%, retrocediendo 3,8% en unidades vendidas.
“El vino no es inmune a la dependencia de la variable precio, que atraviesa a toda la categoría de bebidas alcohólicas”, sostienen desde el Observatorio. Esto queda claro al observar que productos con menores aumentos de precio, como la sidra (81% en pesos), lograron un crecimiento significativo en volumen (35,9%). Sin embargo, el vino, en botella para los finos y en cartón sin mención de varietal, enfrenta una doble presión: competir en precio contra la cerveza, cuyo litro promedio se vende a $2.461, y mantener su posición en un mercado con consumidores cada vez más sensibles al costo.
Las cervezas, que aumentaron su facturación un 216% pero cayeron 22,8% en volumen, reflejan el desafío común de todas las bebidas alcohólicas: mantener relevancia en un contexto inflacionario. El precio promedio por litro de vino en botella ($ 4.615) deja en evidencia su lugar como producto premium, mientras que el vino en caja de cartón ($ 1.660 por litro) aparece como una alternativa más accesible y competidora directa de la cerveza, que también tiene su nicho “premium”.
La caída en volumen de las ventas de vino plantea interrogantes sobre su futuro en el mercado interno. Desde el Observatorio destacan que “el vino debe reposicionarse y ajustar su estrategia comercial si quiere evitar una mayor pérdida de protagonismo frente a competidores como la cerveza o incluso las sidras”.
De allí surge como fundamental que el sector vitivinícola analice la relación precio-calidad desde una perspectiva integral y haga los ajustes necesarios para integrar a toda la cadena de valor.
