El alumno se ha quedado pensando frente a una reflexión que, referida al valor que se da a una piedra, se lee en una tarjeta: “El distraído tropezó con ella; el violento la usó como proyectil; el emprendedor construyó con ella; el campesino, cansado, la usó como asiento. Para los niños, fue un juguete; David mató a Goliat y Miguel Ángel le sacó la más bella escultura. En todos los casos, la diferencia no estuvo en la piedra, sino en la persona: no existe piedra en el camino que no puedas aprovechar para tu propio crecimiento”.
Reflexionemos acerca de qué valor puede tomar, para cada uno de nosotros, una “piedra”: el significado básico es conocido por todos, según lo advertimos en la definición, que dice “sustancia mineral, más o menos dura y compacta”. En el ideario común, se les llama ‘piedra’ a los cálculos o concreciones anormales en la vejiga: “Los dolores que sufría eran debidos a una enorme cantidad de cálculos”. También, este concepto puede formularse como ‘piedra bezoar, bezaar o bezar’, que se define como “concreción calculosa que suele encontrarse en las vías digestivas y en las urinarias de algunos mamíferos, y a la que se atribuyeron propiedades curativas”. En lo meteorológico, la ‘piedra’ es el granizo grueso: “Los viñedos fueron aniquilados por la piedra”.
En cuanto a las frases, usamos muchas veces la expresión ‘piedra de(l) escándalo’ para aludir al origen o motivo de asombro: “En la búsqueda de culpables, la piedra de escándalo lo constituyó el descubrimiento de una cadena de corrupción”. También, en sentido figurado, se usa ‘piedra de toque’ que señala aquello que permite calibrar el valor preciso de una cosa: “Ese hallazgo fue la piedra de toque en el proceso”. Análogamente, hablar de ‘piedra filosofal’ es hacer alusión al remedio o solución para cualquier problema: “Se creía un genio, descubridor de la piedra filosofal”.
La locución ‘piedra fundamental’ puede usarse literalmente o traslaticiamente, en sentido figurado; en efecto, puede designar el “origen y principio de donde dimana algo, o que le sirve como de base y fundamento”: “Sus investigaciones fueron la piedra fundamental de ese tipo de estudios”. “Han colocado la piedra fundamental del nuevo edificio”.
Cuando una puerta o una ventana están completamente cerradas, se dice que lo están ‘a piedra y lodo’; si algo nos conmueve profundamente porque inspira gran compasión, se dice que ‘ablanda las piedras’; si queremos advertir a alguien que no se saquen las cosas ni las personas del lugar que les corresponde, se usa la expresión coloquial ‘bien está la piedra en el agujero’.
¿Y cuál es el significado de ‘no quedar/dejar piedra sobre piedra’? La locución verbal da a entender que un edificio, una ciudad, una fortaleza han sido completamente destruidos y se encuentran en ruinas.
A veces, arbitramos todos los medios para lograr una meta: lo expresamos con la locución ‘no quedar piedra por mover’: “Hizo un esfuerzo sobrehumano y no quedó piedra por mover para alcanzar ese objetivo”. Análogamente, ‘sacar de debajo de las piedras un beneficio’ (sobre todo dinero) significa desplegar toda la habilidad para obtener algo aparentemente inalcanzable.
En el título, hemos usado la expresión ‘menos da una piedra’: ella se usa para aconsejar a alguien que se conforme con lo que pueda obtener, aunque sea poco. Y, en cambio, ‘se levantan las piedras contra alguien’ es una locución con la que se ponderan las muchas desgracias que acaecen a una persona.
Y no es lo mismo, indudablemente, ‘señalar con piedra blanca’ que ‘señalar con piedra negra’: en el primer caso, se indica la celebración, con aplauso, de un día dichoso; en el segundo, se marca la tristeza y el llanto por un día desdichado.
La acción de arrojar piedras da origen a diferentes locuciones: ‘tirar piedras’ significa estar muy irritado; ‘tirar piedras contra su propio tejado’ significa que alguien se comporta en contra de sus propios intereses; ‘tirar la piedra y esconder la mano’ señala la traición que se comete cuando se hace daño a otra persona, con disimulo.
El refranero da cuenta de la importancia de aludir a las piedras, la mayoría de las veces en sentido metafórico: “Ten cuidado con la piedra que lances hoy, esta puede ser la misma con la que tropieces mañana” recoge la experiencia de ser cuidadoso con lo que se hace porque la mala acción presente puede volverse en contra en el futuro. “El agua horada la piedra” es una paremia de origen clásico, recogida en el Refranero multilingüe del Centro Virtual Cervantes: ella indica que las mayores dificultades se vencen con tenacidad y constancia, del mismo modo que la acción persistente e ininterrumpida de una gota puede llegar a perforar la piedra aunque sea dura. “Mientras más piedras encuentre en mi camino, más grande construiré mi castillo” señala que las dificultades, representadas por las piedras, al ser superadas, fortalecen nuestro espíritu y, cuando son muchas y duras, logran que seamos más resistentes y que enfrentemos mejor las adversidades.
De manera análoga a como hemos comenzado, hemos elegido para concluir una paremia que sintetiza cómo debe ser nuestra conducta: “Todos encontramos piedras en el camino; lo importante es qué haces con tu piedra”. Efectivamente, si las piedras son obstáculos, frente a ellos, podremos eludirlos o enfrentarlos, ignorarlos o tratar de vencerlos, dejarnos aplastar por ellos o intentar hacerlos desaparecer.
Un detalle etimológico nos hace reflexionar: me agrada que me digan que soy ‘escrupulosa’. ¿Por qué? El adjetivo proviene de ‘escrúpulo’, palabra derivada del latín “scrupulus”, que se traduce como “piedrecilla”. Y el significado de este término, hoy, no es la pequeña piedra sino, metafóricamente, la “duda o recelo inquietantes para la conciencia sobre si algo es bueno o se debe hacer desde un punto de vista moral” y, también, “la exactitud o el rigor en el cumplimiento del deber o en la realización de algo”. Entonces, los escrúpulos o piedrecillas ¿son obstáculos o es deseable vivir con ellos, como norma de conducta y regla de vida?
* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.