Como cada año el domingo de ayer celebramos la fiesta del Santo Patrono de Mendoza, oportunidad que convoca a los mendocinos a la procesión por las calles de la ciudad para venerar a Santiago el Mayor y elevar una súplica por la quietud de nuestra tierra, pues es bien sabido que se vincula su protección a los movimientos sísmicos, característicos de una geografía como la nuestra. Una vez fundada la ciudad por Pedro del Castillo en 1561 fue puesta bajo la protección de San Pedro, situación que no cambió con el traslado de la misma realizado por Juan Jufré un año después.
Sin embargo, apenas un lustro más tarde ya las Actas Capitulares de Mendoza celebraban a Santiago como el santo protector de la ciudad, a imagen y semejanza de España y de un importante número de ciudades hispanoamericanas que lo acogieron como tal.
Antaño, la celebración de carácter cívico religioso comenzaba la víspera del 25 de julio con la elección del Alférez Real, encargado del Estandarte Real.
Esta insignia, “realizada en seda encarnada con la imagen del Santo Patrono” y símbolo de fidelidad a la Monarquía, recorría ceremoniosamente las calles de la ciudad, acompañado por el Corregidor y lo más distinguido de la sociedad.
El día siguiente el Alférez lo enarbolaba en la Iglesia Matriz, mientras era celebrada solemnemente la Santa Misa en honor a Santiago Apóstol. Otras representaciones populares completaban los festejos que unían sin distingos a todos los habitantes de la urbe.
San Lupo de Troyes obispo, patrono fugaz de Mendoza
A comienzos del siglo XVIII el Dr. Juan Antonio de Leyva y Sepúlveda, cura y vicario foráneo de Cuyo, movido por la necesidad de dilucidar cuál era el Patrón Menor o de Segundo Voto de la ciudad, llevó a cabo una investigación “juramentada” entre los habitantes más ancianos y distinguidos de la ciudad.
Coincidieron en que lo era San Lupo. Pero existían en el Martirologio Romano cuatro santos con este nombre, lo que llevó a echar a suerte la elección.
El beneficiario fue San Lupo, obispo de la ciudad de Troyes, en Galia, Francia, quien en el año 429 participó, junto San Germán de Auxerre, en la lucha contra la herejía de los pelagianos en Inglaterra. Su prédica y milagros lograron aminorar el avance de esta doctrina.
Modelo de obispo, vivió 50 años dedicado a su misión pastoral. Murió en el 478. Su fiesta se celebra el 29 de julio.
Si bien las noticias sobre San Lupo como segundo Patrono o patrono menor de la ciudad son escasísimas, su presencia en el imaginario y la devoción de los primeros pobladores debió existir, pues su nombre aparece en las “actas capitulares fragmentarias de 1574” y, en las del año siguiente de 1575 se hace mención de una ermita que le estaba dedicada en la incipiente ciudad.
No conocemos la razón por la cual San Lupo perdió vigencia en la devoción popular o, al menos, en sus celebraciones.
Lo cierto es que su nombre cedió el espacio al de Santo Domingo de Guzmán o Santo Domingo en Soriano, cuyo día fue declarado de precepto por el Cabildo de la ciudad en el siglo XVII. Su fiesta fue considerada como una solemnidad o festividad principal.
También San Juan Bautista poseyó, tempranamente, su lugar entre los patronos y protectores de la ciudad de Mendoza.
A principios del siglo XVII existía una capilla dedicada al santo que funcionó como Vice Parroquia. En 1705, con motivo de “la peste de viruelas que afligía la ciudad”, los capitulares dispusieron que “se haga celebrar un novenario de misas en honor del Patrón San Juan Bautista como rogativa” para alcanzar de Dios el término de la epidemia.
El paso inexorable del tiempo dejó en el camino algunas festividades y devociones populares propias de época colonial.
Sin embargo, heredamos de aquella sociedad su religiosidad y sincera confianza en Santiago Apóstol, Patrono de la ciudad de Mendoza.
La ley 4.081/1976 declaró feriado para la provincia el 25 de julio en su homenaje, fecha en la que los mendocinos acompañamos en solemne procesión la imagen del Santo y, con renovada esperanza, elevamos nuestra súplica por una Mendoza fiel, pujante y humanitaria.
*La autora trabaja en el Instituto de Historia Americana y Argentina. Facultad de Filosofía y Letras. UNCuyo.