“Pensando la Mendoza del futuro, ¿en qué habría que hacer foco hoy para que tengamos una provincia mejor que la actual?”
SOÑAR
¡Aprendamos a soñar en grande! No tengamos miedo de soñar en grande, buscando los ideales de justicia y de amor social que nacen de la esperanza.
No intentemos reconstruir el pasado, el pasado es pasado, nos esperan cosas nuevas. Dejemos atrás lo injusto, la desidia, el pesimismo.
Construyamos un futuro donde la dimensión local y la global se enriquecen mutuamente —cada uno puede dar su parte, cada uno debe dar su parte, su cultura, su filosofía, su forma de pensar—, donde la belleza y la riqueza de los grupos menores y marginados, pueda florecer porque también allí hay belleza, y donde quien tiene más se comprometa a servir y dar más a quien tiene menos.
Hoy se nos pide una cultura del encuentro, del diálogo, del servicio, no una cultura de la indiferencia, del descarte. Pero no podemos servir a los otros a menos que dejemos que su realidad nos afecte.
Para que así sea, tenés que abrir los ojos y dejar que te toque el sufrimiento a tu alrededor; así vas a poder escuchar la voz de Vida y Esperanza que te habla desde las márgenes.
TRES PELIGROS
Por eso quiero advertirte sobre tres centros que son negativos, que impiden el crecimiento, la conexión con la realidad, y especialmente impiden el crecimiento genuino. Pienso en el egoísmo, el desánimo y el pesimismo.
El egoísmo te lleva a la cultura del espejo, a mirarte a vos mismo y centrar todo en vos. Si no se trata de vos, lo demás no lo ves. Te enamorás tanto de esa imagen que te hiciste que te ahogás en ella. Las noticias son solo buenas si te benefician a vos; si son malas, entonces sos la principal víctima.
El desánimo hace que te quejes de todo y no veas lo que te rodea ni lo que te ofrecen los demás; solo ves lo que creés que perdiste. El desánimo lleva a la tristeza, que te corroe por dentro. Con el tiempo terminás encerrado y no sos capaz de ver nada más allá de vos mismo.
El pesimismo, que es como un portazo que le das al futuro y a la novedad que este puede albergar; una puerta que te negás a abrir por miedo de que aparezca algo nuevo algún día.
Son tres maneras de bloquearte, paralizarte y centrarte en aquellas cosas que no te permitirán salir adelante. En el fondo es preferir las ilusiones que disfrazan la realidad en vez de descubrir todo lo que podemos llegar a realizar juntos, siempre juntos.
Para actuar en contra de estas “cosas”, hay que comprometerse con lo pequeño, con lo concreto, con las acciones positivas que uno puede tomar, ya sea para sembrar esperanza o reclamar justicia o hacerte solidario.
¿Y A MI QUÉ ?
Cuando esto sucede, nos inundamos de dudas y preguntas: ¿Cómo podemos responder? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué puedo hacer para ayudar? ¿Qué es lo que nos pide Dios en este tiempo?
Al hacer estas preguntas —no retóricamente, sino en silencio, con el corazón atento, nos abrimos a la acción de la Vida, que empuja para crecer y ser fecunda.
Podemos empezar a discernir, a ver posibilidades nuevas, al menos en las pequeñas cosas que nos rodean, o en lo que hacemos cotidianamente. Y entonces, a medida que nos vamos comprometiendo con esas pequeñas cosas, empezamos a imaginar otra manera de vivir juntos, de servir a los otros, de crecer, construir, abrir nuevos caminos.
Podemos empezar a soñar un cambio real, un cambio posible.
CANTA Y CAMINA
Parafraseando a San Agustin, cantemos ahora, no para deleite de nuestro reposo, sino para alivio de nuestro trabajo. Tal como suelen cantar los caminantes: canta, pero camina; consuélate en el trabajo cantando, pero no te entregues a la pereza; canta y camina a la vez.
¿Qué significa camina? Adelanta, pero en el bien, en crecer, en amar. Porque hay algunos, que adelantan de mal en peor.
Tú, si adelantas, caminas; pero adelanta en la Verdad, el Amor, la Vida, la Libertad, la Justicia, la Paz: Mendoza canta y camina.
(*) El autor Párroco de Santiago Apóstol y San Nicolás, vocero oficial del Arzobispado de Mendoza y capellán Penitenciario.