Como señalábamos hace una semana en este mismo espacio, el gobernador Suárez comienza el nuevo año sin tiempo que perder. La pandemia sigue dominando la cartelera de temas de su agenda.
Con el transcurso de los días irán apareciendo otros asuntos que, con seguridad, continuarán reflejando un fuerte impacto negativo en la economía y en los números de la Provincia como consecuencia de un 2020 que, más allá de la emergencia sanitaria, dejó y seguirá dejando posturas encontradas con respecto a las decisiones que tomó el gobierno nacional en materia económica, basado en el argumento de poner a resguardo la salud de la población.
En una entrevista reciente concedida a un diario de Buenos Aires, Alfredo Cornejo, sin perder su mirada crítica como opositor al gobierno nacional, justificó la postura de Suárez y de los otros pocos gobernadores no peronistas con respecto a las decisiones de la Casa Rosada sobre la pandemia. Ahora el tema fue el plan de vacunación.
Reconoció el mendocino que Suárez, Morales, Valdés y Rodríguez Larreta se tienen que conformar con celebrar que les haya llegado una primera partida de la muy polémica vacuna rusa Sputnik V. “Los gobernadores de la oposición no pueden salir a comprar vacunas por el mundo. Dependen del gobierno nacional”, sentenció. Tiene razón, más allá de que el alineamiento de los mandatarios provinciales está en línea con la línea directiva desde la Presidencia de la Nación que se estableció para la cuarentena.
Y es muy probable que también deba mantener alerta Suárez a su elenco de colaboradores ante posibles medidas restrictivas que disponga el presidente Fernández por el nuevo aumento de casos de contagio, independientemente de que Mendoza mantenga por ahora números satisfactorios con respecto a gente internada por Covid-19. El virus no da descanso. No hay tiempo de vacaciones posible o previsible para la política ante la dura realidad de rebrotes o nuevas cepas que acechan justo en coincidencia con la esperada vacunación.
Esa sintonía, o alineamiento, de ningún modo supone, por lo menos en los casos de Suárez y Rodríguez Larreta, decir sí a todo lo que trama o dispone el poder kirchnerista. Suárez, ya se ha dicho varias veces, el año pasado tuvo más de un encontronazo con la Casa Rosada por los recursos a repartir o a prestar en el marco de la cuarentena como consecuencia de la forzada caída de la economía y su inevitable repercusión en la recaudación tributaria. En cambio, el jefe de Gobierno porteño tuvo que dejar varias veces su gesto amable en materia sanitaria desde que la Nación decidió recortarle la coparticipación para socorrer las arcas bonaerenses ante el reclamo policial de setiembre. Justamente, ayer rechazó una invitación del Ejecutivo nacional para negociar los fondos de la policía de la Ciudad, la causa del conflicto. Insistirá con su demanda ante la Corte.
Esta última postura se enmarca en algo que también destacó Cornejo en sus recientes declaraciones: la necesidad de que Juntos por el Cambio siga siendo una oposición unida como pocas veces tuvo el peronismo. Esto es porque detrás de la emergencia por el coronavirus las diferencias conceptuales subsisten y se agravan cada vez que desde el poder central se trama o ejecuta alguna desprolijidad institucional.
Esa intención no rupturista es perfectamente trasladable al ámbito local, donde si bien Juntos por el Cambio (aquí Cambia Mendoza) tiene el gobierno, cuenta con el permanente acecho del Frente de Todos, una oposición provincial motorizada por su anclaje nacional. Ese es una de las razones por las que Suárez debe dar cada paso con cautela, mirando dónde pisar.
Eso también lleva al radicalismo, sector que lidera al oficialismo mendocino, a tratar de mantener alineados a sus partidos componentes. Lo mismo que pide Cornejo desde el escenario nacional pero mirado aquí desde la conducción del poder.
Es por ello que, por ejemplo, los demócratas generan expectativas en la escena política luego de su alejamiento crítico del frente oficialista. Conforme lo prometido cuando dejaron Cambia Mendoza, buscarán encabezar, por lo menos hasta ahora, algún tipo de armado que incluya a otros sectores que ideológicamente sean cercanos a esa suerte de liberalismo conservador que los caracteriza.
Hace pocos días despidieron el año con una reunión a la que sumaron, entre otros, a Luis Rosales, un ex PD ahora alineado con el liberalismo de Espert y Milei, y varios ex integrantes de Protectora, como el senador Marcelo Romano, que dejaron esa fuerza política luego de la implosión que produjo José Luis Ramón con su alineamiento al kirchnerismo nacional. Más que liberales, los ex Protectora aceptan invitaciones de sectores partidarios relativamente afines con el objeto de mantener protagonismo luego del quiebre interno que sufrieron. En algún momento hasta se especuló con un eventual acercamiento entre Jorge Difonso, una de las voces críticas del oficialismo, con los ex alineados con Ramón, pero el diputado sancarlino por ahora se aleja de esa posibilidad: “Seguiré trabajando con propuestas en positivo, como en 2020. Me siento más cómodo así que con la crítica”, sostuvo tajante ayer.
En ese brindis los demócratas, con Roberto Ajo y Carlos Balter a la cabeza, insistieron con la posibilidad de formar un espacio electoral con otras fuerzas que coincidan con la necesidad de autonomía de Mendoza ante el “avance del populismo nacional y el centralismo”. ¿Pretenderán sumar al osado MendoExit?
Apuntan los demócratas a la grieta que divide a los argentinos, que “ha sido deliberadamente funcional al kirchnerismo y al radicalismo…”, sostienen. Esta última alusión a la UCR posiblemente tenga un significado especial, puntual, como consecuencia del enojo con el gobierno de Suárez que los llevó a dejar la coalición oficialista.
Al margen de esta juntada convocada por el PD, los movimientos de las distintas corrientes de derecha en la provincia son una incógnita cuando se piensa en la contienda electoral que viene. Lo que se resuelva en ese sentido en el orden nacional repercutirá en lo provincial. Por eso en las legislativas próximas serán donde seguramente pondrán la mirada desde el radicalismo de Cornejo y Suárez, para calcular qué incidencia en votos pueda tener esa corriente liberal. Es lógico que un acuerdo eventualmente liderado por los demócratas le quite más votos al oficialismo que al Frente de Todos.
De todos modos, no está dicha la última palabra si el Gobernador o el titular de la UCR nacional deciden en algún momento salir nuevamente al encuentro de la dirigencia hoy díscola. Por otra parte, en el espacio oficialista se mantienen firmes como aliados los demócratas que estuvieron en el gobierno de Cornejo y que ahora insisten con hacer frente al kirchnerismo a toda costa. Lo mismo pasa con los que no quisieron dar el salto que ordenó la conducción del PD hace un par de meses y que decidieron formar una agrupación interna siempre solidaria con Cambia Mendoza y de la que Guillermo Mosso es su eslabón legislativo.
Para pulir estrategias sólo le queda definir a Suárez si las elecciones provinciales serán unidas a las nacionales o desdobladas.