Manifestaciones de protesta y respuesta oficial

Las quejas continuarán en tanto no se imponga como desafío la previsibilidad y la seriedad en las campañas contra la peste y la crisis que agobian.

Manifestaciones de protesta y respuesta oficial
Imagen ilustrativa. Foto: Mariana Villa / Los Andes.

Las manifestaciones callejeras que en los últimos tiempos tienen como centro de convocatoria a las redes sociales expresan las demandas de sectores de la sociedad que eligen esa vía pacífica para ser escuchados por las autoridades.

Sin embargo, suelen exhibir representaciones que desentonan con el sentido de la convocatoria.

Acciones que, incluso, en algunos casos llegan a superar los límites del mal gusto.

Algo de esto sucedió el sábado pasado durante las manifestaciones que se motorizaron en distintos puntos del país para denostar a los llamados “vacunatorios VIP” contra el coronavirus.

Más allá de algunos roces que no pasaron a mayores entre manifestantes con sindicalistas y facciones afines al Gobierno nacional, la nota discordante estuvo a cargo de un grupo identificado luego como Jóvenes Republicanos.

Los muchachos no tuvieron mejor ocurrencia que colgar de las rejas de Casa Rosada bolsas mortuorias que simulaban contener cadáveres.

La acción mereció el repudio del propio presidente Alberto Fernández, quien calificó de lamentable esta movida y cargó culpas contra la oposición.

Es cierto que la desacertada intervención de los aludidos jóvenes no aporta nada al verdadero sentido de la movilización: terminar con los privilegios y los acomodos con el plan de vacunación.

Un escándalo nacional que le costó el cargo al ministro de Salud Ginés González García.

Es decir, el problema no se solucionará sólo con descalificar las desviaciones que siempre ocurren en estos movimientos callejeros, sino prestando atención al malhumor de la gente, ya no sólo por los vacunados de privilegio sino por una crisis social y económica que se siente con vehemencia en los hogares de la gran mayoría de los argentinos.

Por cierto, en el contexto de la pandemia que nos turba hace un año, la sociedad está cansada de las improvisaciones y de los desaciertos de las autoridades y exige con absoluto derecho vacunarse sin tener que sumergirse en una burocracia agobiante.

El Presidente y los gobernadores provinciales deben resolver los contratiempos que se van presentando, con la serenidad y la seriedad que impone el tema luego de la polémica originada por las inmunizaciones no autorizadas.

Desplegar bolsas mortuorias es desde todo punto de análisis descalificable.

También lo son los padecimientos de los adultos mayores (por mencionar la franja etaria más vulnerable) para acceder a una vacuna que los ponga a resguardo de un eventual contagio del virus que sigue acechando.

Enarbolar discursos crispados o caer en un debate de baja calidad y con clara intencionalidad política, espoleado por el año electoral que transcurrimos, no colabora a remediar las urgencias de millones de argentinos. No sólo las vacunas que se distribuyen por cuentagotas.

Hay otra realidad social en grado de erosión que se potencia por la escalada de los precios de productos básicos para los hogares.

Las quejas continuarán en tanto no se imponga como desafío la previsibilidad y la seriedad en las campañas contra la peste y la crisis que agobian.

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