“Quien ganó por la fuerza, sólo ganó una etapa’'.
Cuando pensamos en Malvinas, los argentinos de hoy, pensamos en el 2 de abril, que fue la última recuperación Argentina de nuestra Islas.
Pero hay otras fechas, no menos importantes, de las que poco se habla y casi ni se recuerdan. Veamos.
El 2 de enero debería ser una fecha de duelo para nuestro país. Porque ese día de 1833, Inglaterra se apoderaba por la fuerza, de las islas Malvinas, que siguen siendo argentinas.
Un tema recurrente de hace muchas décadas, en la mente del corazón de casi todos los argentinos, y como consecuencia también de sus distintos gobernantes, es el de nuestras islas Malvinas que fueron argentinas por solo 13 años, de 1820 hasta 1833, pero que siguen siendo argentinas.
Estas islas están situadas a 13 mil kilómetros del Reino Unido de la Gran Bretaña, fueron llamadas en 1520, islas de San Antonio, por los hombres de Magallanes.
Luego denominadas Malvinas por los franceses, que las divisaron en el año 1708, y Falklands por los últimos usurpadores, el 27 de octubre de 1820.
Ese mismo año, mientras gobernaba Buenos Aires, Manuel de Sarratea, el coronel del ejército norteamericano David Jewett, que desde 1815 estaba al servicio de las Provincias Unidas, cumpliendo órdenes, llegó a Puerto Soledad, en las Islas Malvinas, al mando de la fragata “Heroína”.
El marino le escribía orgulloso a nuestro gobierno: “Tengo el honor de informar a usted, de mi llegada a este puerto, para tomar posesión de estas islas, en nombre de su país al que naturalmente pertenecen”.
En julio de 1829 el gobernador delegado, Martín Rodríguez, creó la comandancia militar de Puerto Soledad y designó a su frente al comerciante alemán nacionalizado argentino Luis Vernet.
El decreto establecía la continuidad histórica y jurídica, de los derechos soberanos sobre las islas.
Vernet llevó adelante una activa comandancia.
Doce años después en diciembre de 1831, el capitán Duncan -al mando de la fragata estadounidense Lexington- desembarcó en Puerto Soledad, atacó sus instalaciones, tomó prisioneros a seis oficiales argentinos, arrió la bandera celeste y blanca y declaró a las Islas “libres de todo gobierno”.
También notificó a Inglaterra que los EE.UU. sólo pretendían permisos de pesca y que las islas estaban desguarnecidas y muy fáciles de tomar, invitando a los ingleses, a invadir las islas, hecho que concretaron reitero, en enero de 1833, dos años después.
Tras la usurpación, aconsejada por los norteamericanos, en Londres se impartió una orden y el 2 de enero de 1833 se presentó en Malvinas, la corbeta Clío al mando del capitán Onslow, que intimó la rendición.
Rosas intentó entregar las islas, como canje por la cancelación del empréstito, contraído por Rivadavia, que fue nuestra primera deuda externa, la idea no resulto, porque para Inglaterra sentarse a negociar, era reconocer la soberanía argentina.
Años después, el primer diputado socialista de América, Alfredo Palacios, dijo en el Parlamento: “El derecho de nuestra Argentina a la soberanía de las Malvinas, es innegable. A pesar de ello, Inglaterra, abusando de la fuerza, las mantiene en su poder. El fracaso del usurpador, surgirá de nuestro reclamo constante”.
Han transcurrido muchos años desde ese 2 de enero de 1833, fecha en la que el capitán inglés Onslow intimó y logró la rendición de nuestras islas.
Y este aforismo final para esa suave incomprensión, mejor había arbitrariedad de sus ilegítimos ocupantes: “Algunos agresores, no aceptan la reacción de los agredidos”.