Maduro, el golpista y Cristina, la silenciera, fortalecen a Milei

Lo que ocurrió el viernes 10E en Venezuela fue el gran fracaso internacional del pusilánime intento conciliador de Lula con respecto a la dictadura de Maduro. Acompañado por uno de los silencios más ruidosos y atronadores de todos los tiempos: el de Cristina Kirchner frente al fraude y el golpismo. Y, a su vez, la confirmación de la actitud férrea de Milei de que con los tiranos no se puede conciliar ni negociar.

Maduro, el golpista y Cristina, la silenciera, fortalecen a Milei
Cristina Fernández de Kirchner, Nicolás Maduro y Javier Milei

A nivel internacional, Javier Milei ha hecho y dicho, en este su primer año como presidente, de todo como en botica. Cosas impresentables, otras legítimas y algunas valientes.

Terraplanismo contra el cambio climático en los organismos internacionales, peleas ideológicas al “divino botón” con casi todos los países vecinos, batalla cultural antediluviana creyendo que el mundo occidental sigue infiltrado por el comunismo de la guerra fría, asistencia perfecta a reuniones de sectas dogmáticas de recontraultraderecha. Lo que no son cosas muy buenas que digamos para una política exterior de Estado que trascienda a los gobiernos.

Pero a la vez ha sostenido una alineación firme con Occidente simbolizado en sus alianzas estratégicas con Estados Unidos e Israel (más allá del signo ideológico de sus gobiernos), lo que implica una definición clara y precisa que, por supuesto, tendrá detractores y defensores, pero es del todo legítima.

Ha efectivizado también dos actitudes muy interesantes en el sentido positivo: La primera, es la valentía que tuvo en defender e invitar a su asunción presidencial , cubriéndolo de honores, a Volodímir Zelenski, el presidente de la Ucrania invadida por el nuevo y terrible zar stalinista ruso, Vladimir Putin . Y la segunda, clave y estratégica por donde se la mire, fue la de haberse convertido en el principal opositor mundial de Maduro y la dictadura venezolana (aún más que Trump o cualquier otro presidente). Por las razones que fuera (algunas de ellas, altamente ideologizadas) lo cierto es que Milei es quien con más fuerza acusó desde siempre a Maduro de convertir su gobierno en una dictadura, que el 10E se hizo un golpe a sí mismo pero para sí mismo y que fue votado en contra por casi todo el pueblo venezolano.

En este enfrentamiento entre dos presidentes, dos gobiernos y dos países, Maduro representa el fascismo de izquierdas, la dictadura, el golpismo, la represión, los crímenes de lesa humanidad y el repudio popular absolutamente masivo. Mientras que, como la contracara de Maduro, Milei representa la democracia, la elección popular, el pueblo contra la casta y el repudio clarísimo al golpismo y la represión del gobierno venezolano.

En este caso singular, Milei es el héroe y Maduro es el villano. Milei es el que representa las tendencias modernas de la historia y le está abriendo el paso a ellas, mientras que Maduro representa el pasado que va muriendo y que él que esta intentando detener para que no venga el futuro.

Maduro es, de lejos, el enemigo exterior (como Cristina es la enemiga interna) que más le conviene a Milei. Aunque, no seamos ingenuos, las razones del combate de Milei contra Maduro también tienen mucho de ideológico: habría que ver qué diría el anarcolibertario argentino de derechas si Bolsonaro, en una situación similar (como ya lo intentó cuando le ganó Lula, tratando de movilizar a los militares) hubiera triunfado en un golpe de Estado como triunfó Maduro. Sinceramente, tenemos serias dudas que Milei hubiera criticado a Bolsonaro como lo hizo con Maduro.

No obstante, la realidad objetiva de las cosas pasa por encima de las intenciones subjetivas de las personas. Y en esta oportunidad la historia ha puesto a Milei del lado pleno de la libertad y la democracia, en total combate contra la expresión más cabal del enemigo de la libertad y la democracia en América Latina (junto a Cuba y Nicaragua, dictaduras igualmente criticadas por el presidente argentino): el régimen venezolano esta semana consolidado como un nuevo golpismo, tal cual sostuvo acertadamente el 10E, María Corina Machado. Al que nosotros, cuando Maduro, a mediados de año cometió uno de los fraudes más escandalosos de la historia por la diferencia abrumadora de votos en contra suya, llamamos “golpismo de nuevo cuño”, porque surge de las entrañas del chavismo, que comenzó siendo elegido democráticamente y de a poco fue corroyendo la democracia desde dentro hasta que la convirtió en una dictadura criminal, que el 10E, en los hechos, cometió un golpe de Estado contra el presidente electo por el pueblo venezolano, Edmundo González Urrutia, quien ese día debería haber asumido.

Que Milei sea el principal oponente a ese fraude escandaloso producido por una dictadura criminal que el 10E hizo un autogolpe, lo eleva a las cumbres internacionales de los grandes resistentes contra las tiranías. Por las razones que fueran. Por eso el Estado venezolano le ataca su embajada o le toma rehenes, como hacen los regímenes terroristas.

Y, para más beneficio de Milei, Cristina Fernández de Kirchner está estupefacta, no sabe qué decir, y aunque criticara tibiamente a Maduro jamás podrá negar el apoyo inmenso que le brindó durante tantos años. Por lo cual su crítica, en el improbable caso de que ocurriera, siempre será miserablemente amarreta y escasamente creíble contra el dictador.

El mundo está cambiando sus coordenadas, y los humanos, casi como marionetas del destino, jugamos papeles que nunca imaginamos representar, a veces incluso los contrarios de los que quisimos representar. Este es uno de los casos.

No entendió Maduro lo que sí entendió Milei y por eso uno gana por el voto popular (con ideas de derecha) y el otro se hace a sí mismo un golpe de estado (con ideas de izquierda). Tampoco entiende Cristina lo que sí entendió Milei y por eso ganó tan abultada y legítimamente y Maduro fue repudiado tan pero tan masivamente con el voto popular en contra: que hoy la opción es pueblo contra casta, y no derecha contra izquierda. Es cierto que Milei es ideológicamente tan sectario como Cristina o Maduro en lo personal, pero en lo objetivo no ha sido votado por sus estrafalarias ideas sino que la mayoría de sus electores lo hicieron porque sintió que los expresaba contra la entera casta política dominante, a la que suponen, aquí y en Venezuela, causa de todos sus males.

Los chavistas que se vendían como progres (y eran apoyados por todos los progres del mundo, incluso por los electos democráticamente) ya venían desde antes haciendo fraude, pero como sus mitos ideológicos se mantenían, el fraude hasta cierto punto era tolerado, podía pasar como una elección más o menos legítima con imperfecciones. Al fin y al cabo la izquierda daba fueros según los decires de Néstor Kirchner. Pero ya no, hoy ninguna ideología da fueros. Por lo tanto ahora el fraude, para que diera resultado, debió ser más grande que una bomba atómica y por eso lo vio todo el mundo. No lo pudieron ocultar, ni siquiera pudieron hacer actas truchas. Solo inventaron un número electoral falso de toda falsedad y luego se proclamaron ganadores sin explicar porqué. En realidad, tomaron por asalto el Estado manejado por ellos mismos.

Los kirchneristas y los chavistas creen todavía en la división izquierda, derecha, progresistas versus conservadores, pero eso ya no le importa a ningún votante del mundo. Hoy ya no hay divisiones ideológicas, sino entre los de arriba y los de abajo. Eso es lo que no previó Maduro, creyó que la sociedad seguía dividida entre chavistas y antichavistas, entre izquierda y derecha y que por lo tanto (negando estúpidamente lo que le advertían las encuestas) en el caso de perder debería hacer un fraude del 5 o 10%, algo admisible para salvar la revolución, pero se encontró con que de hecho toda Venezuela lo votó en contra. Ni los mismos simpatizantes ideológicos del gobierno lo votaron porque votaron como en Argentina, contra la casta y lo hicieron, como nunca antes, con una masividad que casi se pareció a la unanimidad. Un pueblo entero contra una dictadura expresada en una casta civil-militar. Un cambio de época que Maduro no entendió (tampoco lo entiende Cristina, y por ende el peronismo que la sigue).

Es cierto que lo de Maduro es una dictadura asesina y un golpismo de nuevo cuño. pero lo es porque representa una antigualla en un mundo que no avanza ni hacia la derecha ni hacia la izquierda (esas son meras ideologías coyunturales pendulares que varían cíclicamente y en menos que canta un gallo) sino hacia otro lado que nadie sabe muy bien qué es, pero que sin dudas se trata de una sublevación feroz, inmanejable, de todos los de abajo contra todos los de arriba. Que por ahora se expande rápidamente y no encuentra ninguna solución, porque tampoco basta para hacer un buen gobierno, que su único fundamento sea la rebelión de las bases contra las elites.

Eso no lo entiende Maduro y resiste (de haberlo entendido, en vez de someterse a elecciones que lo hundieron aún más en la opinión nacional e internacional, hubiera, como los cubanos, directamente eliminado los comicios haciendo valer su poderío militar). Pero tampoco lo entienden los kirchneristas. La mayoría de los peronistas, incluso los K, saben (porque ellos siempre llegaron al poder por el voto popular, y cuando tuvieron que perder -aún por poco- aceptaron la decisión ciudadana) que lo de Maduro no está bien (salvo los ayatolás como Alicia Castro o Carlos Raimundi, dos ex embajadores argentinos que avergüenzan con su asistencia a la asunción de Maduro o las madres de plaza de mayo que lo siguen defendiendo, justo ellas que fueron las primeras en alzar sus heroicos pañuelos contra la dictadura criminal argentina). Incluso Cristina sabe que lo de Maduro es ilegítimo, que pasó una raya, que hasta robar (dicen y hacen ellos) se puede justificar para hacer una revolución, pero no un golpe de Estado, porque se suponía que éstos eran el patrimonio negativo principalísimo de la derecha: de los militares que le dijeron a Evo que había cometido fraude y por eso los progres los acusaron de golpistas, de Bolsonaro que efectivamente quiso convencer a los militares de hacer un golpe de Estado para que no asumiera Lula, de Trump que más o menos hizo en el Capitolio algo parecido, de los policías que se atrincheraron contra Correas en Ecuador por un reclamo salarial y también la progresía los acusó de golpistas. En síntesis, para el progresimo K, la derecha siempre es golpista. La izquierda no, en todo caso es revolucionaria como la cubana (vaya a saber qué diferencia hay, aunque ellos insisten con tamaña pavada). Pero el chavismo, a diferencia del castrismo, empezó siendo votado por las mayorías populares, eran revolucionarios por obra y gracia de la democracia (como en Argentina se la creyeron los K), por la gente del pueblo. Pero ahora el pueblo se les va pero ellos se quedan.

Eso no le gusta a Cristina, que no es una golpista, pero está aterrada porque si lo critica a Maduro, su mundo de ideas se le viene abajo. Por eso ha devenido una silenciera, se llama a silencio y llama a silencio a los suyos (como en la obra de Antonio Di Benedetto, para ella hoy la realidad produce un ruido insoportable e ininteligible). Lula duda mucho más, es un vacilante pero al menos algo lo critica. Boric es un corajudo, el más moderno y menos ideologizado, quizá por ser más joven, de los progres. Pero es Milei el gran ganador, el gran opositor nacional e internacional a la dictadura de Maduro, quien además legitima su oposición desde su voto democrático impecable y su popularidad que sigue vigente.

¡Pobre Cristina!, no debe entender nada de nada. En su tierra hoy el que está en contra de las dictaduras es Milei. En la patria de Perón y los peronistas, a la cual ella transformó en un paraíso progresista y que en alianza con Hugo Chávez -otro revolucionario igualmente votado por su pueblo- quisieron construir la patria grande que sus antecesores (según ellos), San Martín y Bolívar, no pudieron lograr.

Así como Cristina siempre se creyó heredera de Evita, Chávez siempre se creyó heredero de Perón. Pero hoy el mundo gira para cualquier otro lado, no para su inversa ideológica, sino para otro lado desconocido, para un futuro que Cristina, por lo que representa y por el envejecimiento de sus ideas, no entiende y por eso se puso como objetivo principal de su vida, frenar al futuro, representar con alma y vida a todo el pasado.

El mundo de Cristina y Chávez se está haciendo pedazos. Solo que felizmente en la Argentina sobrevive la democracia mientras que en Venezuela volvieron las dictaduras bananeras, ahora autotituladas “progres”.

En la actualidad, el país peronista vota no solo a los antiperonistas, sino a lo que Cristina creyó haber exterminado para siempre del país: a los ultraderechistas conservadores. Que, para colmo, hoy son más populares que ella, incluso entre los más humildes. Por eso ahora ignora qué hacer: sabe que debe criticar a Milei, pero no sabe si debe criticar a Maduro y esa vacilación la está matando política y moralmente.

¡Qué paradoja!, el socialismo del siglo XXI, la nueva expresión de las masas populares que llegaron al poder por el más puro y democrático voto, hoy ha devenido una dictadura fascista, un golpismo de nuevo cuño, todos los males que tuvieron las dictaduras militares que tanto Cristina repudió.

En síntesis, frente a la decrepitud de las ideas de Cristina, un conservador de ultraderechas es elegido en la patria peronista por el voto impecable e implacable de la mayoría popular. Y, contrariamente. en la patria chavista un progre de izquierdas al que Cristina se cansó de admirar y premiar (como si fuera una especie de madre a la cual Chávez al morir le encargó que cuidara a su criatura madurita) hace un golpe de Estado tan horrible como los que antes hacían los que hoy por derecha superan en votos a Cristina y amenazan con arrojarla de la historia (aunque eso está por verse).

Qué triste y penoso es para Cristina no poder decir nada en contra de un golpismo vulgar y corriente, a la vez que deja a su enemigo ideológico interno alzarse con todas las banderas de la lucha por la libertad, por la democracia, contra la opresión. Porque hoy Milei, aparte de acusar a Maduro de comunista (como acusa a todo el mundo incluidos los presidentes de las principales democracias europeas) también lo puede calificar creíblemente de represor, criminal, golpista, antipopular, antidemocrático y antirrepublicano.

Fíjense qué regalito la hace el déspota chavista al presidente anticomunista argentino. Vale decir, todo lo que Cristina quisiera decirle a Milei, Milei se lo dice, con entera legitimidad, a Maduro. Y Cristina se desespera en silencio, con la vanidad herida porque un “facho” le está quitando hasta sus banderas, mientras que ella calla, y por lo tanto otorga, ante un asesino criminal y golpista, tan criminal y golpista como Videla y Pinochet (porque carga en sus espaldas cuando menos tantos muertos como ellos, o sea un responsable de delitos de lesa humanidad, pero de izquierdas). A veces el silencio no es oro, es barro.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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