Lucio no está, el Estado no estuvo

Lo que también nos sacude es que la muerte de Lucio se podría haber evitado. Señales sobraron y a tiempo. Razones también. Pero el Estado no estuvo allí para ese niño.

Lucio no está, el Estado no estuvo
Lucio Dupuy

Las marcas en su cuerpito evidenciaban la violencia que venía sufriendo. Llegó convulsionando en brazos de la novia de su madre a una comisaría en La Pampa. El tiempo se le agotaba. De ahí fue llevado a una posta sanitaria pero ya era tarde. Lucio Dupuy murió asesinado a golpes el 26 de noviembre pasado. Su muerte conmocionó a todo el país. Tanto que ayer se replicaron marchas pidiendo justicia en distintas provincias y Mendoza no quedó ajena.

¿Por qué nos conmueve el asesinato de Lucio? ¿Por qué nos lleva a movilizarnos una causa ajena y la muerte de una persona que no tiene cercanía ni geográfica ni emocional? Porque, como seres humanos, nuestro impulso biológico es proteger a los más pequeños, a los más vulnerables. La salvajada que cometieron con Lucio no entra en la cabeza de una persona “de bien”. ¿Qué mal podría haber causado una criatura a sus 5 años para que lo atacaran de tan brutal forma? ¿Quién es capaz de hacerle eso a una criatura? Justificaciones no hay.

El crimen de Lucio también nos conmueve y nos revuelve las entrañas por la alevosía de los actos de quienes, se supone, debían cuidarlo. La empatía nos envuelve cuando pensamos que podría ser nuestro hijo, nuestro sobrino, nuestro nieto o hermano. Y a su edad un niño no debería haber ido 5 veces entre diciembre de 2020 y marzo de 2021 a un hospital con fracturas, politraumatismos y otras lesiones. Las cicatrices de cortes y quebraduras mostraban en su piel el calvario que vivía. La autopsia a su pequeño cadáver reveló que también fue sometido a abusos sexuales.

En gran parte, el infanticidio de Lucio también nos sorprende y moviliza porque una de las acusadas es Magdalena Espósito, su propia madre.

Las redes sociales, reflejo instantáneo de las opiniones y sentimientos de la sociedad en la actualidad, mostraron la ira, el dolor, la impotencia y el intento de hallar explicaciones. Allí entonces se vislumbraron dos cuestiones erradas, a mi criterio.

La primera fue creer y dar por sentado que toda persona tiene instinto materno o paterno, cuando esto no es así. La segunda fue apuntar contra una pareja de lesbianas, siendo que la condición sexual de una persona no condiciona -valga la redundancia- sus actos, su moral, su “don de gente”.

Pero lo que también nos sacude es que la muerte de Lucio se podría haber evitado. Señales sobraron y a tiempo. Razones también. Pero el Estado no estuvo allí para ese niño ni para la familia paterna, que reclamaba su tenencia. El Estado no estuvo cuando en 3 meses la madre de Lucio y su pareja lo llevaron a distintos hospitales con diferentes lesiones. ¿Por qué esos médicos que revisaron al nene y comprobaron las lesiones no avisaron a los organismos competentes? ¿Nadie llevaba la historia clínica del pequeño? ¿Nadie advirtió que no era común que una criatura presentara esas heridas? Algo es seguro: no existió un seguimiento integral de esos antecedentes y nadie en el sector de la salud se involucró.

Pero hay otros organismos del Estado que tampoco lo hicieron. Una vecina mostró el chat que mantuvo con una amiga cuando en una oportunidad le pidió enviar un patrullero a la casa de Espósito porque, como lo hacía con frecuencia cuando el nene llegaba del jardín, escuchaba cómo lo estaban golpeando. La amiga dijo haber llamado al 101 y que un móvil policial iba en camino. ¿Qué pasó con esos policías? ¿Llegaron, constataron que el niño estaba en peligro? ¿Se involucraron, dieron parte a sus autoridades? ¿Cuántas veces fueron a esa casa por lo mismo, y cuántas veces alguien denunció que algo no andaba bien? Estado ausente para Lucio una vez más.

Este “culillo”, como llamaba mi abuelo Lalo a los niños, también vio cómo la Justicia lo ignoraba con una perspectiva de género errada. Al parecer los encargados de administrar justicia en La Pampa desoyeron los reclamos del padre de Lucio, desatendieron las pruebas, no contaban con la historia clínica del niño, no estaban al tanto de los posteos de Abigail Páez -la novia de Espósito- quien abiertamente decía que dejarían al nene al cuidado de su abuela para poder drogarse tranquilas y tener sexo y recomendaba “no traer pibes al mundo”. ¿Nadie se encargó de analizar el entorno en el que vivía Lucio, del calvario al que fue sometido durante al menos dos años?

Insisto: la condición sexual no marca las acciones de las personas y no todas tienen instinto materno o paterno. Dar la custodia de un menor a la madre por el sólo hecho de ser mujer o para evitar “sanciones sociales” al dárselo a una pareja de lesbianas no fue correcto. ¿Importaba más eso o que el pequeño hubiera crecido en un ambiente adecuado? ¿O importaba más la mirada crítica de quienes, erróneamente, calificarían como un acto discriminatorio negarle la custodia a la madre y a su novia por el simple hecho de ser homosexuales?

Padecimos durante muchísimo tiempo la falta de perspectiva de género de la Justicia. Y la seguimos padeciendo con resoluciones como estas. No estuvo bien aplicada al darle la tenencia de Lucio quien lo trajo al mundo y negársela a su padre. Nada tenía que ver que su madre fuera lesbiana. Era el trato que le daba a su hijo, las adicciones que padecía, su entorno. Y no por ser mujer tendría inherentemente instinto materno.

El Estado no estuvo para Lucio. Claro, con el diario del lunes, los interrogantes planteados aquí no tienen demasiado sentido. Pero este es el diario del domingo. Quizás estemos a tiempo y más atentos para evitar la muerte de otro Lucio. Terminó tu calvario; ahora descansá en paz, enano.

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