Los pensadores de la libertad

Para Tocqueville la democracia era el estado natural de la sociedad y su motor era la igualdad siendo la pasión ciudadana por ella eterna e insaciable. Fue el gran pensador defensor del liberalismo político en su verdadera acepción.

Los pensadores de la libertad
Alexis de Tocqueville

La cuestión del poder, que tratamos el sábado pasado, tiene actualidad en el mundo y en nuestro país ante los embates a la democracia, explotando el resentimiento y la insatisfacción- por las carencias materiales. Reaparecen, también, los nostálgicos de viejas autocracias y de supuestas edades de oro. El anacronismo es un mal que aqueja a nuestro país, como ese empecinamiento a aferrarse a pasados irrepetibles, sean los del centenario o los del cuarenta y cinco, tal vez resultado de la incapacidad de distintos gobiernos de proponer una alternativa ante la crisis en 1974 del modelo de sustitución de importaciones.

No somos los únicos, las mejoras en la condiciones de vida de vastos sectores con relación a los sesenta o los setenta del siglo pasado son notables, sin embargo también aparecen nostálgicos en España del franquismo, con sus condiciones de vida pobrísimas y su censura agobiante.

Hace pocos días Cristina Fernández, en un twiter contra Macri y Milei, (más contra Macri) vuelve a mostrar su vocación autocrática. Lo hace cuando cuestiona declaraciones del presidente de la Corte Suprema. Cristina enfatiza que a Rosatti nadie lo vota pero que puede dejar sin efecto decretos del ejecutivo y leyes del Congreso: pero justamente de eso se trata la república democrática, de limitar al gobierno.

La separación de poderes está planteada en el famoso libro del barón de Charles de Montesquieu de 1748 “El Espíritu de las Leyes”. La idea de la separación y equilibrio de los poderes viene precisamente de Montesquieu, cuarenta años antes de la constitución de los Estados Unidos y de la Revolución Francesa. Cuando no hay separación de poderes y el ejecutivo concentra el poder dice el tratadista “hay despotismo”.

En la “Democracia en América” el político y pensador francés Alexis de Tocqueville, define al liberalismo político. La democracia, decía, extiende la idea de los derechos hasta el último ciudadano. Consideraba que el legislador debía limitar el poder, asegurar los derechos de los particulares y garantizar su goce. Para Tocqueville la democracia era el estado natural de la sociedad y su motor era la igualdad siendo la pasión ciudadana por ella eterna e insaciable. Para algunos la democracia es solo un modo de elegir gobernantes, en cambio para este intelectual y político francés, la democracia no es solo autogobierno sino una forma de vida integral.

Para Tocqueville la igualdad ante la ley, el gobierno limitado, la importancia de las libertades civiles, eran básicas para el equilibrio social. Advertía que la desigualdad deshumaniza, excluye y crea una sociedad presa de envidia y violencia.

Sus libros fueron conocidos e influenciaron en nuestro país a la llamada generación del 37. Nos referimos a los convocados por Esteban Echeverría a su regreso de Francia que formaron la Asociación de Mayo con Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi, Vicente Fidel López, Miguel Cané, y desde San Juan adhiere Sarmiento. Sus principios son la libertad, la igualdad, la fraternidad, el progreso. Será Sarmiento desde su actuación en la prensa, los ministerios, la presidencia el que concretará esas aspiraciones con su tenacidad para propulsar la educación popular que consideraba el elemento catalizador de la igualdad social y la modernización de la sociedad.

Será la educación popular que con la Ley 1420 de Roca tomará el impulso definitivo y transformador, la gestora de esa sociedad de amplias clases medias en la que se convertirá la Argentina moderna. No es casual la decadencia nacional y el empobrecimiento creciente de muchos argentinos, porque a los dislates en economía, se agregó la indiferencia de los gobiernos hacia la educación y la entrega de su manejo a los sucesores ideológicos de los que enfrentaron estas iniciativas de Sarmiento y Roca. Ninguna legislación social tiene los resultados en el mejoramiento de las condiciones de vida y en la igualdad de oportunidades, si no es capaz de ofrecer una educación de calidad a los hijos de las familias más pobres. Un niño en una escuela de gestión estatal es desde hace 30 años, en la mayor parte de las provincias, condenarlo al fracaso y la marginalidad.

En el siglo pasado el liberalismo en su sentido amplio y no como una mera teoría económica tuvo un gran exponente en John Rawls. Su “Teoría de la Justicia” lo proyecta como el más importante filósofo político del siglo XX. Como escribió Gargarella, el académico estadounidense volvió a conectar la filosofía con “las grandes preguntas” sobre la justicia, la libertad, la igualdad. Hasta esa publicación la filosofía se había alejado de estas cuestiones como si fueran vaguedades o especulaciones indignas de la reflexión académica.

Rawls afirma que la defensa de la libertad es el primer principio de su teoría y que “las violaciones a las libertades básicas no pueden ser justificadas ni compensadas mediante mayores ventajas sociales y económicas”. La segunda premisa la define así “la justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento”.

Para resumir las propuestas de Rawls: Las instituciones sociales deben garantizar que todas las personas tengan igual derecho a un esquema de libertades básicas y en referencia a la igualdad sostenía “la justicia es la igualdad de oportunidades para el bienestar”. Rawls no duda de las virtudes del capitalismo y la economía de mercado. Pero busca paliar las desigualdades como aquellas que son resultado de la suerte, por ejemplo el sector social en el que uno nace y traduce la igualdad en el concepto de equidad.

Cuando aparecen energúmenos en las redes sociales calificando de “marrones” a algunos compatriotas y proponiendo “plomo” para ellos y otros que cuestionan la educación obligatoria, es oportuno rescatar el liberalismo frente a la usurpación que se hace de palabras como liberal o libertad, en esta “Torre de babel” de las palabras y los conceptos en la que estamos inmersos.

* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.

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