A veces están en la biblioteca como mero adorno porque nadie se les acerca, los palpa, los acaricia y se mete a descubrir qué es lo que encierran. Son los libros, en donde cabe todo el mundo, aún el mundo de la ficción.
Un día mi padre (yo era un querubín de 10 años) me dijo: “Yo te voy a llevar a conocer el mundo”. Vivíamos entonces en una escuela porque era maestro de un pequeño pueblo y la casa estaba donde estaba el establecimiento. Yo pensé: “Con el sueldo que cobra el viejo mirá vos si me va a llevar a conocer el mundo”. Un día se lo dije, le recordé la promesa. Entonces me agarró de la mano, cruzamos el patio, abrió la puerta de la biblioteca y me dijo: “Aquí está el mundo, ahora te toca a vos recorrerlo”.
Me había dado una lección inolvidable que orientó los pasos y me acercó lentamente a la buena lectura. Claro, en aquella época no había televisión, ni redes sociales. Ni siquiera teléfono fijo teníamos. Entonces los libros eran un buen motivo para distraerse y aprender y los leíamos con fruición.
Después me acompañaron durante todo el período escolar y lo siguieron haciendo cuando entré en la universidad. Eran indispensables; sin ellos no se podía avanzar en el camino del aprendizaje.
Hoy los libros están menospreciados. En la actualidad leemos mucho pero lo hacemos sobre una pantalla. El libro físico, el objeto de mano, ha quedado un tanto relegado entre tantas ofertas visuales que nos atrapan.
Incentivar el amor por la lectura, qué grata tarea de aquellos que tienen la educación de nuestros hijos en sus manos. Volver a encontrarnos con los libros en una actitud de confidencia especial. Los libros nos hablan y nosotros escuchamos con los ojos.
Antes era común encontrar gente con un libro en sus manos, leyendo, sentados en un café, por ejemplo. Ahora mandan los teléfonos celulares y, si bien a ellos también los leemos, no es lo mismo el chorizo que el camino a El Challao. No es una lectura que nos haga crecer.
Volver a los libros, buena propuesta. Porque en ellos vamos a encontrar respuesta a cualquier pregunta y se nos va a abrir el camino de la fascinación a medida que avancemos por sus páginas.
Algunos dicen que los libros van a desaparecer. Lo mismo decían de la radio cuando apareció la televisión. Yo creo que mientras quede una persona que quiera interpretar el mundo, los libros seguirán existiendo y poblando nuestro saber de miguitas de enseñanzas todos los días.
Que no descancen más con sus lomos al aire en las bibliotecas de las casas, que por un tiempo, aunque sea un tiempo medianamente breve, descansen en nuestras manos.
“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. Lo dijo Jorge Luis Borges y ese sí que sabía de lectura.