Los liberales argentinos en serio y la obra pública

No puede decirse alegremente y festejar que no hay más obras públicas porque hubo corrupción. En otras palabras, decir que por la corrupción no se hacen obras es como cortarse un brazo porque duele. No hay posibilidades de inversión productiva sin infraestructura. Los ferrocarriles no se hicieron porque producíamos cereales sino al contrario, tuvimos agricultura exportadora gracias a la construcción de ferrocarriles como hubo viñas en Mendoza por el ferrocarril.

Los liberales argentinos en serio  y la obra pública
Mitre, Sarmiento y Roca. Ex presidentes argentinos.

Además de los insultos, agravios, difamaciones, su cada vez más evidente tendencia autocrática y un mesianismo explícito, es interesante detenerse en algunas afirmaciones del presidente Javier Milei, como esa de que obra pública que no construye el mercado no debe hacerse. Esto nos remite a una experiencia sucedida en la Argentina hace un siglo y medio.

En los fines del gobierno de Mitre se aprueba y promulga la ley 280 que diputados del Noroeste, de Mendoza y Corrientes planteaban. Una trataba de la prolongación del ferrocarril al Norte desde Córdoba, otra a Cuyo desde el mismo punto y la tercera desde Concordia, puerto en el que el Uruguay deja de ser navegable por Salto Grande hasta pueblos del interior correntino.

En 1870 cuando se concluyó la línea a Córdoba por parte de la empresa del Central Argentino, cuya concesión se otorgó en la presidencia del general Mitre, el presidente Sarmiento gestionó la prolongación a Tucumán. La respuesta de la empresa fue que no tenía sentido construir un ferrocarril al norte porque no había nada para transportar y las tierras que cruzaba la traza no tenían aptitud productiva como las que unían Rosario con Córdoba.

De acuerdo al presidente Milei si el mercado decía que no tenía interés en el ferrocarril al norte no había que construirlo. ¿Es imaginable un país con un ferrocarril que no hubiera pasado de Córdoba? Por suerte para la Argentina tuvimos un Sarmiento que gestionó un empréstito con la Casa Murrieta en Londres y en 1873 inicia la obra que concluirá Avellaneda a pesar de la crisis internacional que disminuye nuestras exportaciones de lana y la recaudación aduanera. También Avellaneda puso en marcha desde Villa María la línea a Cuyo, que inaugura Roca quien encara el tramo Villa Mercedes a San Juan. ¿Que Argentina tendríamos si esos estadistas no actuaban ante la reticencia del “mercado” en encarar obras claves para la unidad nacional y para que surgieran emporios en el interior profundo como el azucarero del noroeste y el vitivinícola en Cuyo?

Tampoco había nada que transportar cuando Roca encaró la construcción del ferrocarril de Bahía Blanca a Zapala, pero esa línea en esos años en que estábamos en un conflicto con Chile que nos puso al borde de la guerra, ese ferrocarril aseguraba al control por el ejército argentino de Neuquén. Es que los estadistas piensan y actúan en grande, no con mentalidad de tenedores de libros.

Un país que tiene índices de pobreza pavorosos resultado de una segunda década perdida que a su vez es la consecuencia de la baja tasa de inversión desde el inicio de este siglo a pesar de los enormes recursos en divisas y fiscales que tuvimos en ese tiempo a lo que se agregaron financiamiento externo e interno derrochados, no puede dejar de actuar ante este cuadro donde tenemos una pobreza de ingresos, a lo que se agregan la pobreza de la falta de bienes básicos como un sistema cloacal, o las villas miserias en las que viven el 10% de la población.

Un país con crisis energética, red caminera en mal estado, escasez de autopistas, escaso aprovechamiento del riego para disminuir el riesgo de las sequías que afectan los saldos exportables, red ferroviaria insuficiente en kilómetros y en capacidad de transporte, frente a todo esto no puede decirse alegremente y festejar que no hay más obras porque hubo corrupción. El que escribe puede hablar de eso porque concurrió a tribunales a denunciar escándalos como lo fueron los peajes en las carreteras nacionales, algo que el presidente no hace, grita en los discursos y punto. Pero decir que por la corrupción no se hacen obras es como cortarse un brazo porque duele.

No hay posibilidades de inversión productiva sin infraestructura. Los ferrocarriles no se hicieron porque producíamos cereales sino al contrario, tuvimos agricultura exportadora gracias a la construcción de ferrocarriles como hubo viñas en Mendoza por el ferrocarril.

No hay posibilidades de lograr desarrollo y un buen nivel de vida sin educación, por eso no se puede decir con liviandad que eso es responsabilidad de las provincias, cuando el desastre educativo se inicia con las transferencias a las provincias en los noventa. Otra vez la mentalidad de tenedor de libros.

Las elites anteriores a la revolución industrial veían peligroso que todos se educaran, hay escritos en ese sentido de Felipe II. Con la revolución industrial la alfabetización se hizo indispensable y durante un tiempo largo con la educación primaria bastaba. Ahora estamos en la era de la educación permanente y ante un cambio en las estructuras productivas tan profundas como lo fue hace doscientos cincuenta años la invención de la máquina de vapor con las secuelas sociales propias de transformaciones que generan una sociedad que poco tiene que ver con el pasado.

Como propone Rawls, un liberal en serio, la libertad debe ser apoyada en la idea de justicia y la idea de justicia lleva a tratar de mejorar la igualdad de oportunidades hoy en crisis, por solo citar un ejemplo, cuando observamos la diferencia en muchas provincias entre los niños que asisten a una escuela de gestión privada y una estatal.

* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia y miembro del Instituto Argentino de Historia Militar.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA