La elección presidencial de Estados Unidos encuentra a América Latina dividida políticamente y con dificultades en lo económico, lo social y la seguridad pública. Por un lado, el “progresismo” gobierna los países más grandes: Brasil, Colombia y México. Los dos primeros, frente a la crisis venezolana adoptaron una actitud dialoguista ante Nicolás Maduro, pero esta fracasó tanto para lograr que el líder venezolano presentara las actas de la votación, como para entablar un diálogo con la oposición. Esto deterioró la relación de Lula y Petro con el presidente venezolano. Las diferencias fueron escalando hasta que finalmente derivaron en una ruptura política. Los términos utilizados por el chavismo para referirse a estos dos presidentes han sido, en las últimas semanas, agresivos y de ruptura. Esto, a su vez, ha provocado un mayor aislamiento de Maduro en la región, algo que a él no parece importarle demasiado.
México, por su parte, como es tradicional en su política exterior, optó por mantenerse alejado del conflicto. La posición mexicana fue que cada país debe resolver sus problemas por sí mismo, sin injerencias externas. La posición de estos tres países, que inicialmente fue dialoguista frente a Maduro, fue evolucionando hacia el conflicto. Resulta claro que el presidente venezolano parece concentrarse en el reconocimiento de su gobierno otorgado por China y en la alianza con Rusia. Pese a ello, no logró la incorporación al BRICS que pretendía en la reunión del Grupo realizada en octubre en Rusia. Maduro acusó duramente a Lula de ser responsable del fracaso venezolano en su objetivo de ser miembro de los BRICS.
En cuanto a Chile, desde el inicio del conflicto venezolano adoptó una actitud crítica frente al intento de Maduro de mantenerse en el poder, más enfática que las de Brasil y Colombia.
Respecto a las alianzas regionales del régimen venezolano, estas son limitadas y se reducen a Cuba y Nicaragua. Se trata de países con poco peso tanto en lo político como en lo económico, pero que tienen un valor simbólico. Al igual que Venezuela, ambos se presentan con relaciones económicas y políticas que desafían las sanciones económicas impuestas por parte de la comunidad de países occidentales. La Habana y Managua sobreviven económicamente por sus relaciones tanto con Beijing como con Moscú. Pero como en el caso de Venezuela, Putin es un aliado firme de ellos, mientras que China se limita a no acompañar las sanciones occidentales.
La tercera línea, que ideológicamente se identifica con la derecha, se alinea con la postura de condena hacia Maduro que adoptan Washington y sus aliados europeos. Esta posición es encabezada por el presidente argentino Javier Milei, quien acaba de remover a su canciller por haber votado contra el embargo a Cuba liderado por Estados Unidos en la ONU. Si bien se trata de una postura hasta ahora personal, es en la que coinciden los gobiernos de Perú, Ecuador, Uruguay y Paraguay. Cabe señalar que este último país es el único de América del Sur que continúa reconociendo a Taiwán como la expresión estatal de China, algo que Beijing ha conseguido erradicar en la casi totalidad de los países de América Central. En los hechos, la dureza de la condena argentina a Maduro representa a estos países, pero no hay entre ellos acuerdo formal alguno.
El resultado de la segunda vuelta de la elección uruguaya puede volcar a este país hacia la postura de Brasil y Colombia si ganase la coalición de centroizquierda Frente Amplio. En cuanto a Ecuador, realiza una nueva elección presidencial el 9 de febrero de 2025, siendo probable que vuelva a ganar la centroderecha. Perú, por su parte, tiene una frágil situación institucional, pero que no altera su estabilidad económica ni su proximidad política con Washington.
Bolivia es un caso aparte: está próxima a Maduro, pero hoy es el país políticamente más inestable no sólo de América del Sur, sino también de América Latina. El MAS, el movimiento de “izquierda étnica” fundado hace dos décadas por Evo Morales, se encuentra profundamente dividido entre el actual presidente Luis Arce y el ex presidente. Es una división más política que ideológica, pero que ha bajado a la calle, donde los partidarios de Morales cortan rutas y atacan a las fuerzas policiales y militares enviadas para reprimirlos. La región de Chapare, donde predomina la droga y donde Evo tiene su base política más importante, lo protege de una orden de detención de la Justicia por abuso de menores. El ex presidente ha denunciado un atentado contra su vida por parte del Gobierno que no ha sido comprobado. La semana pasada Evo Morales anunció que si era detenido se iba a producir un motín militar. Ello no tuvo el efecto esperado, pero los partidarios de Morales tomaron tres unidades militares, reteniendo como rehenes a doscientos militares y sus familiares, situación que todavía no ha sido resuelta.
En conclusión, con Trump en el poder, los márgenes de acción política de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia se verán más limitados, y la nueva administración estadounidense dará más prioridad a neutralizar la influencia económica de Beijing y la estratégica de Moscú en la región.
* El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.