El pacto con Irán es el hecho político más inexplicable y más escandaloso de toda la era cristinista. No tiene más explicación que una ideologización más allá de toda razón. Algo que es ya una marca de Cristina, como cuando frente a Obama en una reunión internacional adujo su sospecha de que los criminales del ISIS eran una invención de Estados Unidos. O cuando dictaminó que la pfizer era una vacuna imperial y demoró irresponsablemente su aplicación en el país. O cuando decretó que en Argentina hay menos pobreza que en la Alemania de Merkel.
Aunque sea más allá de toda razón, ese ideologismo extremo es una forma de razonar que esta semana tuvo su réplica institucional en la cuestión de Irán, réplica tan delirante como estos delirios que la dama produce.
En vez de efectivizar el juicio oral por el malévolo pacto con Irán, un tribunal adicto decidió declarar la falta de méritos de todos los acusados. Algo que quizá hubiera sido el resultado final del juicio si se hubiera realizado porque es difícilmente judiciable un hecho de esta naturaleza que además no alcanzó a tener ningún efecto práctico. Pero la sola realización del juicio hubiera mostrado con lujo de detalles la sinrazón de ese pacto monstruoso y eso habría quedado para la historia. Esa historia que Cristina quiere que sea enteramente suya y por eso los jueces que la liberaron de culpa y cargo cometieron una locura institucional en onda con la ideologízación cristinista: sin que existiera en ningún tratado de derecho (aduciendo que por no existir tampoco estaba prohibido) le permitieron a Cristina emitir previo al juicio oral un alegato propio, al estilo del “Yo acuso” de Emile Zola, donde sin defenderse de nada atacó a todos, invocando su lugar en la historia, que según ella ya la ha juzgado, absuelto y glorificado.
O sea, el juicio oral fue reemplazado por una pantomima de declaración política instrumentada a imagen y semejanza de lo que pretendía Cristina. Y precisamente por lo que dijo en ese alegato fue absuelta.
En realidad lo que el tribunal hizo no fue juzgar a una ciudadana sino a una de las diosas del Olimpo argentino, con las categorías distintivas con que se juzga a los imperfectos dioses que conducen nuestros destinos.
Porque, a no engañarnos, en estos casi dos años estuvimos conducidos no por un partido, movimiento o coalición sino por un grupo pequeño de personas endiosadas que hacían en el país lo que querían sin importarles en absoluto lo que les pasaba o como les iba a los que estaban por debajo.
Cristina y su hijo fueron los dioses principales, ella ocupada por librarse de sus cuitas con la justicia, él preocupado por heredarla. También estuvo Kicillof, otro príncipe de la dinastía K cuya misión era cuidar la provincia principal para la Zeus nacional y popular. Y, por supuesto, Alberto Fernández, semidios devaluado, que siempre estuvo alejado de la realidad porque nunca entendió a ciencia cierta lo que estaba pasando. Y, por último, Sergio Massa, interesado en reemplazar a Alberto si éste fracasa y el poder divino necesita otro “moderado”.
Todos juntos, ante un peronismo acobardado, estos señores del Olimpo criollo condujeron al colosal fracaso de las PASO, basado principalmente en su alejamiento creciente de la realidad sobre la que se supone reinaban. Por eso cuando ocurrió la debacle no entendieron nada. Creyeron que los medios de comunicación, y no la realidad paralela que se inventaron, fueron los responsables del fracaso.
Pero como las PASO encontró a ese grupúsculo de pequeños dioses faltos de cualquier contacto con la realidad, para intentar revertir el fallido resultado, tomaron una decisión rara _la de alquilar las tareas hasta hoy cumplidas por los dioses del Olimpo al peronismo residual, o sea a todo lo que queda de peronismo excluidos ellos. Por eso decidieron prestarle hasta el 14 de noviembre la conducción del país a los gobernadores de provincia y la conducción de la provincia de Buenos Aires a los intendentes del conurbano. Ambas son decisiones de Cristina que así como creó un Alberto individual para ganar las elecciones de 2019, ahora pretende crear un Alberto colectivo para tratar de remontar el resultado en noviembre, y si no lo remonta comprometer a todo lo que queda del peronismo, en la derrota.
Y así como gobernadores e intendentes acuden al llamado de Cristina para salvarle las papas, los movimientos sociales de Emilio Pérsico y el Chino Navarro junto a la CG _de Daer acuden al llamado de Alberto para que lo salven de Cristina. No hay nadie del movimiento de Perón que no aceptó el envite para lograr la patriada de dar vuelta el resultado electoral.
El problema es si lo lograrán dejando el gobierno en manos del más conservador (por no decir reaccionario) de los gobernadores de provincia, Juan Manzur, el cruzado contra el aborto y de Hannibal Fernández el gran responsable de la derrota electoral del justicialismo en 2015. No son precisamente ejemplos de personajes de la renovación justicialista que vienen a modernizar las conductas políticas. Más bien vienen a ver qué le pueden regalar al pueblo para comprarle su voluntad. No sólo electrodomésticos y dádivas sociales, sino también -a lo Kicillof- vacaciones de egresados para todos los chicos de la secundaria, de escuelas públicas o privadas, en una de las demagogias más cretinas de las que se tenga memoria.
Pero que coincide con la decisión ,del gobierno nac & pop de decretar en los hechos que la pandemia terminó, al menos hasta el 14 de noviembre. Donde, en caso de dar vuelta el resultado y volver a ganar, el amante de que los pobres sigan siendo pobres, Emilio Pérsico, propone 20 años seguidos de albertismo o algo parecido porque la alternancia democrática para él no funciona, ni debería funcionar.
Estos peronistas que hoy mandan por encargo de los dioses del Olimpo _K, no pronunciaron en los dos años precedentes una sola palabra crítica pero tampoco es que hayan apoyado demasiado, sólo se limitaron a replegarse en sus territorios para tratar de salvarse solos aunque Roma fuera incendiada por los descendientes de Nerón. Pero ahora, para salvarse solos, no les queda más remedio que tratar de salvar a todo el gobierno. Habrá que ver si recuperan el coraje que dejaron de lado estos dos años.
Mientras tanto, a Alberto lo tienen recorriendo casas con una libreta de apuntes donde toma notas de lo que le dicen los vecinos. Algo que debió haber hecho antes de anotarse para presidente. Cristina le ha intervenido el gobierno igual que a Kicillof, mientras ella se dedica a presidir el Senado estupefacta al ver que los senadores de la oposición tienen cara y actúan como gallinas, que es como los dioses ven a los humanos. Como bichos. Al menos estos dioses devaluados que son el último obstáculo mitológico para que los hombres comunes de carne y hueso, asuman la conducción de sus propios destinos.