Los debates presidenciales

En los debates presidencias se echan de menos ciertos temas como el de un mayor énfasis en la deteriorada calidad institucional, pero sobre todo el de una política exterior coherente de la cual hace mucho tiempo carecemos.

Los debates presidenciales
Concluyó el primer debate presidencial obligatoria, realizado en Santiago del Estero.

En los debates que sostuvieron el domingo pasado y sostendrán mañana los candidatos presidenciales hay en el temario algunas ausencias preocupantes y que muestran la indiferencia para la raíz de los problemas argentinos como lo son su calidad institucional y su ubicación y papel en el mundo.

Está demostrado que el desarrollo económico se sostiene sobre los pilares de una institucionalidad sólida en que se garanticen los derechos y libertades individuales, el respeto a la propiedad y al cumplimiento de los contratos.

Tenemos pruebas concluyentes sobre la influencia de la baja calidad institucional en el deterioro económico y social del país y el incremento de la pobreza. Cuestiones como las secuelas de la escandalosa venta al grupo Eskenazi de un 25 % de las acciones de YPF, la posterior estatización del 51% de las acciones, el juicio perdido con un costo al momento de dieciséis mil millones de dólares al estado argentino, son las consecuencias de problemas de mal funcionamiento de las instituciones.

Es grave la baja calidad de muchos integrantes del poder judicial, incluso provinciales como hemos visto en publicaciones recientes de escuchas telefónicas del Consejo de la Magistratura de Mendoza o la actuación cómplice de jueces de Buenos Aires en irregularidades de la legislatura de esa provincia, sin olvidar a jueces federales de todo el país, que, se caracterizan por proteger la corrupción del poder y no haber acreditado cumplir con los requisitos para ser designados.

Cuestiones como la constitución de una Cámara de Diputados, que, viola para su composición lo dispuesto por la Constitución Nacional sobre la cantidad de diputados por provincia, siendo aún, elegidos según un decreto del último gobierno militar debería ser un asunto a tratar, como, también la violación a la tradición republicana con el reeleccionismo imperante en casi todas las provincias y las sucesiones familiares en el gobierno, flagelo, que Mendoza solucionó en 1895 con su cláusula contra el nepotismo.

Otros dos temas ausentes son la política exterior y la defensa nacional, temas vinculados uno con el otro.

La inteligente inserción en el mundo es fundamental para el progreso nacional. Uno de los grandes aciertos de la llamada generación del ochenta, fue, precisamente, entender el mundo y saber como manejarse en el mismo. Unos años antes, en el gobierno del general Mitre, su canciller Rufino de Elizalde, fijó una doctrina sobre nuestra vinculación con el exterior, que posibilitó la llegada de inversiones, tecnologías e inmigración.

En la constitución de la Quinta República francesa, en caso de perder la mayoría parlamentaria el presidente le cede en la llamada “cohabitación” al primer ministro, las cuestiones de la administración del gobierno, pero, se reserva las relaciones exteriores y la defensa.

En el oficialismo parecen olvidar conceptos del ex presidente Perón sobre la gestión presidencial: decía el fundador del justicialismo que la principal tarea de un presidente era la política internacional, que lo demás eran cuestiones de administración y política interna para tareas de los ministros.

La Argentina tuvo una política exterior relevante. Solucionó sus conflictos limítrofes sin recurrir a la guerra. Defendió su soberanía en materia judicial con la doctrina Calvo, que, admitió, para, las controversias con los inversores extranjeros la jurisdicción de los tribunales argentinos, doctrina abandonada en 1974, cuando, en el tercer gobierno del general Perón, se aceptó la jurisdicción de tribunales externos, en una clara cesión de soberanía.

La doctrina Drago, en la segunda presidencia de Roca, terminó con los ataques militares a los países de la región por los reclamos de los acreedores externos.

La gestión para poner fin a la guerra del Chaco en la presidencia del General Justo y su canciller Saavedra Lamas y el éxito de Zavala Ortiz, ministro de relaciones exteriores de Arturo Illia, son, entre otras, muestras de una política exterior seria y coherente. Esto ha sido abandonado desde la llegada de la familia Kirchner al `poder con su cohorte donde impera la ignorancia, el prejuicio, el aldeanismo chúcaro y primitivo, que ha afectado, además, a los cuadros estables de la cancillería.

Los graves problemas de seguridad, inflación, escasez de inversiones, ausencia de crédito interno y exterior, son el resultado de la anomia institucional y de la ausencia de una política exterior de Estado en lugar de los caprichos de una facción.

A los disparates del oficialismo se agregan los que expresan el candidato y allegados del otro populismo que pretende suceder al actual. El que agravia la memoria de San Martín, banaliza el holocausto, participa de los mitines del franquismo, niega los derechos sobre las Malvinas, el que renuncia a una moneda argentina estable y como si esto fuera poco agravia a quienes en estos años lucharon contra la corrupción y los intentos de avasallar la Constitución Nacional cuyo texto ni siquiera han leído pues proponen medidas que nuestro texto constitucional no permite.

* El autor es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y de la Academia Nacional de Historia Militar.

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