Muchas veces escuchamos decir en nuestros entornos laborales y familiares que algunos hechos inesperados son la “sal y pimienta” que condimentan el diario quehacer. También advertimos que no son los únicos usados para aludir a determinados caracteres del accionar humano: además de la ‘sal’ y la ‘pimienta’, el ‘perejil’, el ‘orégano’ y el ‘ajo’.
En cuanto a los valores coloquiales de ‘sal’, si digo de alguien que tiene ‘sal’, seguramente aludo a su agudeza o donaire en el habla o, si me refiero a sus ademanes, que posee garbo, gracia y gentileza. En ese sentido, se dice que una persona tiene ‘salero’ o que es ‘salerosa’. Si la gracia se hace picante o tiene la intención de mortificar o herir, entonces se usará la locución ‘con su sal y pimienta’. Y si digo que alguien ‘está hecho de sal’, significaré que es gracioso o que está alegre, de buen humor.
Distinto valor toman las expresiones ‘echar alguien en sal algo’ y ‘hacerse sal y agua’: la primera se emplea si una persona, cuando estaba a punto de dar a conocer un asunto, se lo reserva y no lo revela; con la segunda locución, coloquialmente indicamos que un tema se redujo a nada, se desvaneció, se disipó; y, peor aún, si se trata de bienes o de riquezas, que ellos se han consumido en un tiempo breve. Por otro lado, cuando una persona está falta de recursos, la locución usada es que ‘no le alcanza / no le llega la sal al agua’.
Muy gráficas resultan las expresiones ‘poner sal a alguien en la mollera’ y ‘sal quiere el huevo’: una indica que es necesario escarmentar a determinada persona para que tenga juicio; la otra puede señalar que un negocio debe llegar a la perfección o que alguien, muy ufano, desea que le alaben sus prendas o sus gracias.
De la importancia de la sal como elemento vital, da cuenta nuestro sustantivo ‘salario’, que muestra que ya en latín la sal era un producto de vital importancia. Existía la “Vía Salaria”, entre las salitreras de Ostia y la ciudad de Roma; los soldados que cuidaban esa ruta recibían parte de su paga en sal. Además, era costumbre y tradición en muchas familias romanas remunerar a sus esclavos domésticos con una pequeña paga en sal. El diccionario latino nos da el valor significativo del vocablo: “Ración de sal; sueldo para comprar sal”.
Complemento de la sal es la pimienta; en el habla coloquial, ser alguien ‘como una pimienta’ es ser extremadamente agudo y vivaz, rápido en comprender y en obrar. Y si un conocido ‘come pimienta’, estaremos diciendo que se enoja de manera notoria.
El refrán ‘Un granito de pimienta, así en el guiso como en el habla, bien sienta’, da a entender cómo, a veces, es bueno matizar de manera ingeniosa el habla formal, con graciosas locuciones de tipo connotativo.
En referencia al perejil, el Diccionario integral del español de la Argentina nos dice que, coloquialmente y usado tanto para hombres como para mujeres, ‘perejil’ es una persona que ha cometido un delito menor o que ha tenido poca participación en algún delito grave. Y nos da como ejemplo Solo se dedican a perseguir perejiles, en lugar de abocarse a las bandas de narcotraficantes.
Locución de tipo despectivo es ‘perejil de todas las salsas’, en alusión a la persona amiga de figurar, que aparece en todas partes y se entromete en todo.
¿Y el ajo? Lo encontramos en nuestro diario hablar: ‘bueno anda el ajo’, de valor interjectivo e irónico, alude a cosas muy turbadas y revueltas. En cambio, ‘estar en el ajo’, coloquialmente, significa que se está al tanto de un asunto tratado en forma reservada. También coloquial es ‘hacer morder el ajo a alguien’, que significa que se lo mortifica porque se le retarda la entrega de aquello que desea.
No escuchamos mucho en Mendoza la locución ‘más tieso que un ajo’ que da a entender que una persona es excesivamente engreída y camina ufanándose. Y también ‘revolver el ajo’ nos hace ver que se da motivo para volver a reñir o insistir sobre alguna materia.
Finalmente, el orégano, planta herbácea vivaz; sus hojas y flores se usan como condimento. Una locución formada con este sustantivo reza ‘no es orégano todo el monte’; ella, según el Refranero multilingüe del Centro Virtual Cervantes, da a entender que, en cualquier asunto, no todo es fácil ni placentero: hay cosas difíciles o trabas que impiden hacer las cosas con facilidad. Su etimología lo hace derivar del griego “oríganon”, cuyo valor era “alegría de las montañas”.
Otro dicho es ‘orégano sea’, usado para expresar el temor de que un negocio o empresa tenga mal resultado.
Oímos frecuentemente ‘se le hizo campo orégano’; su contenido proviene de la costumbre de los agricultores de sembrar orégano junto a diferentes cereales y hortalizas, para liberarlo de las acechanzas de los roedores campestres merced a su particular aroma, que actuaba como repelente. Sin alimañas, los campos quedaban libres de pozos y cuevas y los que cabalgaban o se desplazaban en carretas no debían temer caídas ni tropiezos, en un buen ‘campo orégano’. En la vida actual, la expresión amplió su aplicación pues se refiere a cualquier actividad humana facilitada por alguna circunstancia prevista o no prevista.
José María Iribarren en su obra El porqué de los dichos incluye un antiguo refrán: ‘Quiera Dios que orégano sea y no se nos vuelva alcaravea’, con que se suele manifestar el recelo de que suceda lo contrario a lo que se espera o desea. Se juega en este caso con los nombres de las dos hierbas: el orégano, que ya describimos, y la alcaravea, planta umbelífera cuyas flores son útiles para ser usadas como condimento.
*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.