La oportunidad del histórico aniversario del Instituto Provincial de la Vivienda de Mendoza (IPV), me regocija porque actualiza los sentimientos y las inolvidables y profundas vivencias de nuestra institución mendocina.
Recuerdos
Hace más de 55 años he concluido mis estudios de arquitectura en la querida Universidad Nacional de Córdoba. Recuerdo el día del juramento, cuando subí los cinco escalones hasta la mesa académica, decidí y juré “hacer felices a los que necesiten su techo”.
La evocación, el retorno de experiencias llenas de positivos resultados vividos por cientos de familias que lograron salir “de la nada”, hacer realidad la profundamente sepultada esperanza de ofrecer y compartir con su familia una nueva vida en su nueva casa, es para mí una gran alegría. Es también grande la alegría de poder compartir y transmitirlo hoy a nuevas generaciones.
Tengo presente lo expresado en la entrega de las primeras 80 de las más de 670 viviendas construidas por Ayuda Mutua, en 1971, en el Obrador 1, ubicadas al este del antiguo Aeroparque. Se trataba de la erradicación de viviendas precarias existentes en terrenos de la UNCuyo y adyacentes denominados Campo Flores y Olivares.
En esa oportunidades les expresé lo siguiente: “Recuerdo un antiguo relato, cuya conclusión nos puede ayudar en esta reflexión. Tres albañiles estaban construyendo un edificio. Un encuestador pasó por allí y le preguntó al primer albañil qué estaba haciendo. Colocando ladrillos para levantar paredes, le contestó. Sabía ‘cómo’ debía hacer el trabajo en forma eficiente. La misma pregunta le hizo al segundo. Estoy levantando una escuela, le contestó. También éste sabía la forma acertada de su trabajo, pero además sabía ‘qué’ estaba haciendo. Y por fin llegó al tercero. Estoy colaborando con la difusión de la cultura y la enseñanza, contestó. También éste sabía cómo hacer el trabajo y en qué consistía; pero además sabía ‘para qué’ trabajaba. Su visión era más amplia, sabía darle a su esfuerzo constructivo la verdadera dimensión, una dimensión integral”...Con la seguridad de conocer el “para qué” de la Ayuda Mutua: “Las casas construidas son para ustedes y para la comunidad, el testimonio más fiel de la confianza en el hombre y la mujer, de su esfuerzo creador y su voluntad... En definitiva, es el “querer ser más.”
Todos los proyectos de la Ayuda Mutua abarcaban no sólo el tema del techo. Los preadjudicatarios y sus familias encontraban la respuesta a diferentes posibilidades para su futura promoción personal, su trabajo y vocación: ser albañil, instalador sanitario, de electricidad, gas y en algunos casos de carpintería. También se trabajaba con las esposas e hijos en la enseñanza de oficios domésticos, talleres de costura, cortinas y se les ayudaba a incluirse en la escuela pública, ya sea en su tardío inicio o continuación de la interrupción involuntaria, causada por la inestabilidad laboral de sus padres. De changarín a artesano calificado, de niños de la calle a estudiante y constructor de su íntimamente anhelado futuro superador, son siempre posibilidades de gran valor.
Hoy y mañana
A pesar de los años transcurridos, es esencial contemplar hoy el concepto de la persona, de su dignidad de hombre, de su integralidad individual, social, comunitaria, económica y su inserción en el nuevo mundo. Hoy vivimos la problemática de la pobreza, de la economía, del abandono, de la soledad y la falta de oportunidades de trabajo, de educación. La Ayuda Mutua puede ser una alternativa para superar la inactividad, el vivir con el menor esfuerzo, sin aportar algo a la supervivencia.
Por ello es indispensable abordar el promisorio camino simultáneo con la promoción educativa. El avance de nuevas tecnologías de trabajo, de materiales, de métodos de trabajo ha evolucionado. En cada comunidad se debe analizar la disponibilidad y aprovechamiento de nuevas soluciones y discutirlas para adaptarlas en el desarrollo de cada programa.
Además, si hoy deseamos que un programa de construcción de viviendas por Ayuda Mutua sea una verdadera Escuela de vida, debemos ampliar el concepto sobre el equipo responsable de cada programa: un director, asistentes y trabajadores sociales, maestros de las actividades que abordarán juntos la construcción y controles administrativos, financieros y legales aprobados por todos.
En todo momento los necesitados grupos familiares están unidos y motivados por el aprecio y valoración mutua entre los preadjudicatarios que construyen y los conductores del programa. Así valoran la permanente adaptación de las soluciones, se aceptan el acercamiento a la nueva vecindad y nuevas necesidades de equipamiento comunitario: escuelas, guardería, comercios de abastecimiento diario, lugares de esparcimiento, juegos al aire libre, verde y nuevas comunicaciones, caminos y transporte.
El esfuerzo y la activa participación asociativa promueve el cambio, el crecimiento integral de todo grupo humano.
* El autor es arquitecto.