Los 20: tiempos interesantes, tiempos turbulentos

Un virus de poco más de un centenar de nanómetros, ha puesto en crisis la salud, la economía, la política y las relaciones sociales de todo el mundo, con un impacto que implica un quiebre sin retorno de todo los que era nuestro mundo.

Los 20: tiempos interesantes, tiempos turbulentos
No es fácil determinar el momento preciso en que un mundo termina o cuando una nueva época está comenzando a nacer.

“Ojala vivas tiempos interesantes” es una antigua maldición china, aunque el copyright no sea fiable. Estos tiempo podían ser tumultuosos, inciertos, turbulentos, donde no encuentres respuestas adecuadas a lo desconocido. El historiador francés F. Braudel estudia los ritmos de los tiempos y precisa diferentes velocidades de los procesos históricos, reduciendo el carácter multidimensional del tiempo, a tres dimensiones: el tiempo lento, la larga duración y el tiempo rápido. R. Weber postula que el tiempo pasa más rápido para las personas más grandes, apoyado en una ecuación que indica que nuestra percepción cambia en función del tamaño los estímulos externos y nos resulta más difícil hallar diferencias en masas o unidades mayores.

La década que iniciamos será de tiempos acelerados, revolucionarios, de cambios radicales, disruptivos, transformadores. El mundo globalizado, pre-covid19 se había reducido a tiempo real, donde se podría estar en cualquier parte con solo un click, se transformó por un virus de escala nanoscópica.

La globalización post-covid19 hace el mundo más pequeño y más acelerado, ¿Podremos entender y gestionar las fuerzas motrices de la transformación? ¿Estarán los dirigentes políticos, económicos y sociales preparado para un cambio de paradigmas?

Es un nuevo escenario y un nuevo tiempo para el mundo en que vivimos. Al que debemos entenderlo como un ecosistema, un sistema biológico constituido por una comunidad de organismos vivos y el medio físico donde se relacionan. Es una sistema complejo compuesto de organismos interdependientes que comparten el mismo hábitat y desarrollan una serie de cadenas que muestran la interdependencia de los organismos dentro del sistema. Pero en el momento actual se quebró el “equilibrio” entre la biosfera que heredamos y la tecnoesfera que hemos creado.

Un virus de poco más de un centenar de nanómetros, ha puesto en crisis la salud, la economía, la política y las relaciones sociales de todo el mundo, con un impacto que implica un quiebre sin retorno de todo los que era nuestro mundo.

No es fácil determinar el momento preciso en que un mundo termina o cuando una nueva época está comenzando a nacer. Podemos decir “ahora”, para marcar un corte entre el pasado y el futuro, como un instante real que está fuera de la serie temporal, un corte entre pasado y futuros. Esto es propio de occidente, porque la idea de los tiempos participa en muchas situaciones autorreferenciales, para otras culturas “ahora” pueden ser 7 generaciones en el pasado y otras 7 en el futuro.

Hay al menos un tiempo, no cronológico, el “kairos”, ese tiempo que nos toca vivir que no es igual para nadie relacionado con un contexto particular. Cuando lo pensamos en términos de sucesos externos a nuestro propio curso vital no es un universal. Consciente o inconscientemente para las personas, adquiere muy diferentes contenido cuando se lo vincula con las nociones de cambio o velocidad de flujo del tiempo localizado.

Para hacernos una nueva visión del mundo del nuevo milenio es preciso advertir la nueva configuración de tendencias motrices, la expansión de los limites de la globalización, las nuevas dinámicas globales, y sobre todo la obsolescencia del pasado para pensar y orientar las transformaciones por llegar.

¿Qué es el futuro y cómo se relaciona con las tendencias y nuestro ser en general?

Históricamente el “desarrollo” era un proceso “universal” con el objetivo de alcanzar un estado final de país industrializado y moderno, en una sociedad secular separada del Estado, para construir nuestro futuro. Actuando como dirección y objetivo común en el tiempo. Se supone la “modernidad” tiene como actores principales a los Estados nacionales, y que el desarrollo es una situación de estabilidad sostenible en el tiempo.

El agotamiento del modelo de desarrollo, ha dejado a los Estados y las sociedades sin futuro, lo que implica revisar viejas categorías de pensamiento y de relacionamiento humano, por lo que es un imperativo “Pensar un nuevo modelo de gobernanza”. No puede ser un “superestado” de ámbito planetario, basado en el modelo del Estado-nación, tampoco la ONU, porque los OOII están muy lejos de poder prever y gestionar los riesgos globales y el flujo arrollador del conocimiento y las tecnologías que ha fusionado y dejado obsoletas categorías de seguridad, economía, ambiente, desarrollo y liderazgo.

Es preciso pensar un sistema global que impulse el crecimiento integral con equidad, sostenga la diversidad cultural, y la protección del ambiente. Determinando ámbitos de decisión limitados y flexibles. Una gobernabilidad que responda a las necesidades de las personas, los grupos sociales, las sociedades, y países, regiones y el ambiente.

Es preciso también construir una nueva ciudadanía que contenga estas transformaciones, que no son solo de tipo técnico, sino que determinan la existencia de un nuevo entorno social que se diferencia del entorno natural y urbano.

Es una tarea que pareciera imposible, pero si la humanidad fue capaz de diseñar su vida y evolucionar del nomadismo a la sociedad del conocimiento y diseñar la propia vida y aún la muerte, es necesario preparar el nuevo milenio para toda la humanidad.

*El autor es Doctor en Historia. Investigador futuros globales.

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