Cuando la mujer, no tan joven, dijo que creía eso “a pie juntillas”, su interlocutor le pidió que repitiera lo que había expresado porque no le había entendido. “A pie juntillas” puede también expresarse “a pies juntillas”; según dice el Panhispánico, significa “con los pies juntos” y habitualmente se utiliza con el verbo “creer”. En el español de América, se usa “a pie juntillas”, mientras que en España normalmente aparece “a pies juntillas”: “Creo lo que me dice mi abuelo a pie juntillas” y “No puede aceptar absolutamente todo a pies juntillas”.
¿De dónde proviene esta locución? Consultada la obra de Iribarren, El porqué de los dichos, se menciona a Seijas Patiño que, respecto de la frase nos dice que equivale a creer una cosa firmemente, con terquedad o con los ojos cerrados. También se menciona a Cejador, en su Fraseología o Estilística castellana, que explica la frase como “con toda firmeza y aseveración”; pero, además, “a pie y juntillas las piernas, postura propia del que se afirma y arresta”, describía un juego infantil en que se debía saltar con los pies juntos y los ojos tapados por una venda. Un compañero, en quien se creía ciegamente, iba dando instrucciones para efectuar los saltos, con los pies juntos, de un recuadro a otro, pintados en el suelo.
¿Cómo se explica esta falta de concordancia entre “pie” (masculino, singular) o “pies” (masculino, plural) y “juntillas” (femenino, plural)? La Fundéu nos habla de un “idiotismo” del español, entendiéndose por este concepto, según la definición académica, “el giro o expresión propios de una lengua aunque gramaticalmente sean anómalos”. Precisamente, el ejemplo aportado es “a pie juntillas”. Si indagamos la etimología de “idiotismo”, nos remontamos al vocablo griego “idiotismós”, lengua en que se hacía referencia a formas del habla vulgar, a veces incorrecta, de los que carecían de formación o eran ignorantes. En la actualidad, un idiotismo es una expresión curiosa, estereotipada, que parece no ajustarse a la norma, con sentido figurado y que no puede traducirse literalmente a otro idioma.
Otra forma citada junto a “a pie(s) juntillas”, es “a ojos vistas”: de ella, podemos leer en el diccionario que significa “de manera clara o patente”, como en “Progresa a ojos vistas”. También, “perceptiblemente, con claridad”: “Ha seguido mejorando, a ojos vistas”... Además, en cuanto a intenciones, puede significar “sin disimulo alguno”. Se recomienda no usar ni *a ojos vista ni *a ojos vistos.
Hay otra locución, también un idiotismo, que nos llama la atención por la falta de concordancia: “a ojos cegarritas”. En primer lugar, buscamos el significado de “cegarrita”: el diccionario nos indica que es el diminutivo de “cegarra”, adjetivo coloquial que, dicho de una persona, significa que, “por ser corta de vista, cierra casi los ojos para ver mejor”. Luego, se transcribe la locución “a cegarritas”, que nos remite a lo que deseamos averiguar: “A ojos cegarritas”, locución adverbial de tipo coloquial, que equivale a “entornando los ojos para dirigir la mirada”.
Finalmente, alguien me ha preguntado por las expresiones “sin ton ni son” y “sin comerla ni beberla”. Ambas son locuciones adverbiales; la primera alude a hacer cosas fuera de orden ni medida; la expresión es bipartita y guarda relación de rima interna entre una y otra parte: “ton” es apócope de “tono” y “son”, de “sonido”. Proviene la locución del ámbito musical y alude a que un músico interviene erróneamente, sin haber recibido el tono previo ni el sonido correspondiente. Esto significa que su entrada es inconveniente o desafina. Se puede decir también “sin ton y sin son”.
En cuanto a “sin comerla ni beberla”, ella proviene del ámbito de la gastronomía y alude a la injusticia de quien debe pagar un servicio, sin haber ingerido bebida ni comida en absoluto. Puede también decirse “sin comerlo ni beberlo” y significa, en el lenguaje cotidiano, “sin haber hecho nada para merecer un daño o un provecho, inmerecidamente”: “Tuve que soportar sus reproches sin comerla ni beberla”.
Algunas personas que vienen de otros lugares de habla española que no son argentinos suelen traer consigo algunas locuciones que, a veces, resultan difíciles de explicar. Así, por ejemplo, hay una serie de expresiones que se podrían englobar bajo un rótulo general “de N a N”, como los siguientes: “De cabo a rabo” o “de la ceca a la meca”. En cuanto a “de cabo a rabo”, explicamos que “cabo” y “rabo” constituyen los extremos de una cosa, especialmente de objetos largos. El equivalente es “del principio al fin”: “Me encantó el nuevo libro de cabo a rabo”.
Para entender el significado de “de la ceca a la meca” o “de ceca en meca” debemos ver el valor de cada uno de los sustantivos en estas locuciones adverbiales coloquiales: “ceca”, según el diccionario académico, es palabra de procedencia árabe que significa ‘casa donde se labra moneda’, totalmente opuesta a La Meca, ciudad sagrada de los musulmanes; de ahí que, al decir que una persona va de la ceca a la meca, se quiera significar que deambula alocadamente de un sitio al otro y ello puede ser tanto en el sentido físico como en el de las ideas. Hay otras interpretaciones que no ven en las palabras ‘ceca’ y ‘meca’ los significados apuntados, sino que son empleadas como adverbios de lugar; en ese sentido, ya las usó Cervantes, en el capítulo 18 de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, cuando Sancho Panza dice “Y lo que sería mejor y más acertado... fuera el volvernos a nuestro lugar... dejándonos de andar de ceca en meca y de zoca en colodra”. Se enriquece allí la locución con otra, casi desconocida por nosotros, “de zoca en colodra”, registrada hoy como “ir de mal en peor, salir de un negocio peligroso y entrar en otro de mayor peligro”.
Todas las locuciones vistas son expresiones llamativas en cuanto a su historia y a su significado, pero que nos convencen, una vez más, de la riqueza de nuestra lengua y de la evolución permanente de ella como elemento de cultura.
*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.