Le veo las orejas al lobo

“Ver alguien las orejas al lobo” significa “hallarse en gran riesgo próximo”, como advertimos en “Esos amigos míos dejaron de prestarle apoyo a aquel candidato porque le vieron las orejas al lobo”.

Le veo las orejas al lobo
Un lobo guía a sus cuatro cachorros a explorar su entorno en el zoológico de Oakland (AP Foto/Ben Margot, Archivo)

No es preciso precisar qué es una ‘oreja’, pero recordamos que como tal definimos el “cartílago que, en el ser humano y en muchos animales, forma la parte exterior del órgano del oído”. Pero hallamos una serie de significados de tipo connotativo, como llamar así, coloquialmente, al sentido de la audición: “Tiene una oreja increíble, escucha hasta el menor ruido”. También, es la “parte del zapato que, sobresaliendo a un lado y otro, sirve para ajustarlo al empeine del pie por medio de cintas, botones o hebillas”: “Las orejas de esos zapatos nuevos resaltan en un cuero diferente”.

En los sillones, se llama ‘oreja’ cada uno de los dos salientes del respaldo para reclinar la cabeza: “Se acomodó y dormitó algunos minutos con la cabeza en una de las orejas del ancho respaldo”.

De tipo coloquial y connotativo, se usa ‘el/laoreja’ para aludir a quien, por adulación, lleva chismes de manera sistemática: “Son despreciables todos los que actúan como orejas del poder”. En algunos países americanos, es sinónimo de “espía que oye las conversaciones para transmitirlas a las autoridades gubernativas”: “¡Qué baja la actitud de los que son orejas de ese funcionario!”.

Hay numerosas plantas que toman el término ‘oreja’ para formar su nombre: ‘oreja de ratón’ o ‘vellosilla’; ‘oreja de abad’ u ‘ombligo de Venus’; ‘oreja de fraile’ o ‘ásaro’; ‘oreja de negro o ‘timbó’, entre otras.

Carácter burlesco tiene la expresión ‘orejas de soplillo’, que alude a aquellas cuya parte posterior está muy separada de la cabeza: “En la caricatura, habían puesto de relieve sus orejas de soplillo”.

Si vamos a las locuciones, encontramos la que ha dado título a la nota de hoy: “Ver alguien las orejas al lobo” significa “hallarse en gran riesgo próximo”, como advertimos en “Esos amigos míos dejaron de prestarle apoyo a aquel candidato porque le vieron las orejas al lobo”.

¿Y cuándo se recomienda ‘aguzar las orejas’? Si la expresión se refiere a personas, significa que se les pide que presten mucha atención o cuidado en un asunto y equivale a ‘parar las orejas’: “Alumnos, les pido que agucen las orejas y detecten los errores en esta información”. De significado similar es la locución ‘amusgar las orejas’, hoy desusada, equivalente a ‘dar oídos’, esto es, “dar crédito a lo que se dice o escucharlo con cierta aprobación”: “¿Pueden hacerme el favor de amusgar las orejas para que crean estos hechos?”; en relación con las respuestas que se pueden dar a algún requerimiento, la locución ‘apearse por las orejas’ es igual a ‘apearse por la cola’, con el valor de “responder o decir algún despropósito”: “Esperaba una contestación coherente, pero mi interlocutor se apeó por las orejas”.

En el intercambio que supone un diálogo, hay otras locuciones que nos interesan: ‘cerrarle (a alguien) las orejas’ significa tratar de alucinarlo para que no oiga lo que le conviene; ‘dar oídos’ equivale a “dar crédito a lo que se dice, o al menos escucharlo con cierta aprobación”; ‘hacer (alguien) orejas de mercader’ es lo mismo que ‘hacer oídos sordos’, o sea, “no atender, no darse por enterado de lo que se dice, hacer que no oye”; ‘poner (a alguien) las orejas coloradas’ significa ‘decirle palabras desagradables o darle una severa reprensión’; ‘retiñir las orejas’ toma el valor de “perjudicar, ser nocivo y en extremo opuesto a alguien aquello que oye, de suerte que quisiera no haberlo oído”; ‘taparse las orejas’ se usa para ponderar la disonancia o escándalo que causa algo que se dice y que, para no escucharlo, es necesario taparse los oídos; ‘tener (alguien) de la oreja a otra persona’ significa “tenerla a su arbitrio para que haga lo que se le pide o manda”; ‘calentarle (a alguien) las orejas’ es otra manera de decir que se lo reprende severamente: “Enojada, la profesora le calentó las orejas al alumno insolente”.

Otras locuciones dan cuenta también de diferentes conductas humanas: ‘tirarse (alguien) de una oreja y no alcanzarse la otra’ es una locución que se utiliza para explicar el sentido de quien no consiguió lo que deseaba o que lo perdió por no haber sido solícito y prudente para lograrlo: “No pudo arreglar el lío ni tampoco beneficiarse pues se tiró de una oreja y no se alcanzó la otra”.

Y ‘vérsele (a alguien) la oreja’, equivalente a ‘vérsele el plumero’ y a ‘asomar la oreja’, tiene carácter coloquial y sirve para señalar que se descubrieron las intenciones o defectos de esa persona: “Con semejante actitud que tomó Pedro, ya le vimos la oreja”. Por otro lado, ‘aplastar la oreja’ es lo mismo que “dormir”: “No doy más, necesito irme a aplastar la oreja”.

En una disputa, las personas que intervienen pueden responder agresivamente o, por el contrario, hacerlo con prudencia, cediendo con humildad a la disputa o réplica; para ello, la locución que se aplica es ‘bajar las orejas’: “Muchas veces, es aconsejable bajar las orejas para terminar de manera amigable”. Pero, si la persona se retira con tristeza porque no logró lo que estaba buscando, se dice ‘con las orejas caídas/gachas’, dando a entender que alguien se va de un proceso con tristeza por no haber conseguido lo que perseguía; por otro lado, ‘con las orejas tan largas’ denota la atención o curiosidad con que alguien oye o desea oír algo: “Expectante, aguardaba el resultado con las orejas tan largas”. Otras veces, una persona es persistente en su modo de sugerir fuertemente una idea, por lo cual se dice que le ‘ladra (a alguien) a la oreja’.

Dos pensamientos emanados de la literatura clásica latina y española cierran esta nota y nos dejan pensando: la primera, “Clausae sunt aures, obstrepente ira” (“Se han cerrado las orejas, rugiendo la ira”), de Quinto Curcio Rufo; la segunda, de Baltasar Gracián: “No hay peor sordo que el que no puede oír, pero hay otro peor: aquel al que, por una oreja le entra y por la otra, se le va”.

* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.

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