Las promesas de impunidad se van cumpliendo

De Milani a Lázaro Baez: las liberaciones y excarcelaciones de los acusados de corrupción desde la política se van imponiendo cada vez más rápida y frecuentemente.

Las promesas de impunidad se van cumpliendo
La prisión domiciliaria de Lázaro Báez es un dato que corrobora lo bien que nos están saliendo las cosas

Lamentablemente, cada día con mayor sentido de la impunidad le venimos dando a nuestra sociedad un claro y contundente mensaje, junto al tiro del final a nuestras esperanzas de que algo pudiera cambiar. De Milani a Lázaro Baez: las liberaciones y excarcelaciones de los acusados de corrupción desde la política se van imponiendo cada vez más rápida y frecuentemente.

La prisión domiciliaria de Lázaro Báez es un dato que corrobora lo bien que nos están saliendo las cosas. Si la actual administración nacional había prometido revisar las causas de corrupción iniciadas en los últimos años y poner bajo la lupa lo actuado por la Justicia, puede decirse que ha cumplido con su compromiso en tiempo récord.

Huelga decir que el esfuerzo ha sido grande y obligó a postergar otras cuestiones importantes: la discusión sobre un acuerdo con nuestros acreedores, el anuncio de un plan económico, una batalla de fondo contra el flagelo de la pobreza y la lucha contra la corrupción, aun cuando en este último caso hemos solucionado un problema casi imposible, por la argentina solución de legitimar aquello contra lo que no podemos. Solución discutible, pero solución al fin.

Los intelectuales de régimen y los valerosos “periodistas” que no temen decir la verdad debieron realizar proezas conceptuales dignas de un Houdini del pensamiento para llegar a la fórmula salvadora: todo delincuente preso es un preso político o una simple víctima de un sistema injusto.

Y los jueces y fiscales sólo debieron esperar un tiempo prudencial –porque las causas, como todas las cosas, deben madurar– para hacer justicia. A nuestra manera, tan tradicional y folklórica, convirtiendo lo excepcional en norma.

Aquí debe recordarse que en el caso Lázaro Báez hay un claro abuso del instituto de la prisión preventiva, pero que dicho abuso no es causa sino consecuencia. De la más absoluta y rancia falta de vocación de la Justicia por llevar sus causas hasta el final mediante la aplicación del método infalible de los recursos procesales que van desguazando los expedientes hasta tornarlos inocuos, mientras el tiempo realiza su eficiente tarea de desgaste y se van creando auténticas injusticias. Como la preventiva interminable de Lázaro Báez.

Por ello, se impone entonces hacer justicia remediando la injusta prisión preventiva. Puede parecer difícil de comprender para cualquiera ciudadano del resto del mundo, pero no para un argentino.

Con todo, nadie debería escandalizarse, dada la magnitud de nuestros logros presentes: en un país agobiado por el fracaso sistemático y por la cuarentena más larga del mundo, hemos recuperado la confianza en que algunos gobiernos cumplen sus promesas de campaña, a la vez que ponemos en libertad a nuestros sufridos presos políticos, verdaderos mártires de la democracia, mientras esperamos que en estos días el Congreso complete la faena rescatando al perseguido Cristóbal López.

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