Los resultados publicados de las encuestas de intención de votos para las próximas PASO serán un rotundo desacierto con la verdad de los votos finales. ¿Pero a quién le importa? Si crean emoción, ansiedad y dan esperanza. Pasaron de ser pronosticadoras, hace ya muchos años, a rediseñarse y ahora son como una carta astrológica, ni siquiera adivinadoras. Es grave que se vistan de confiables indicando el error muestral, ese más o menos equis porciento de error, que en realidad debería leerse más o menos es un error garrafal. Ese error muestral estadístico y científico, que es condición para las encuestas con muestreo probabilístico, termina siendo un subterfugio para decir que, aun cuando el resultado falle y no sea el probable, puede acertar por cuestiones del azar, como en un juego de dados. ¿Por qué pasa esto? Porque simplemente las metodologías correctas del método estadístico no pueden adaptarse a la nueva realidad de la población donde casi es imposible aplicar métodos de muestreo presenciales por los costos y las complicaciones. Se recurre al teléfono y a la entrevista virtual, y, en algunos casos, a una mezcla de técnicas de entrevistas desde la presencial hasta las que hacen un robot por teléfono o a través de la web. Pero esto ¿a quién le importa? Los medios las reproducen y suman ansiedad por insinuar el final en la incertidumbre del electorado, y las empresas que las hacen facturan. Los políticos -y otros interesados- se conforman con lo que ven: si son ganadores, se toman el ansiolítico-encuesta y suman esperanza y algo de seguridad para seguir prometiendo y cazando votos. Y para negociar y conseguir cosas de políticos, ya sabemos. Y a los perdedores, que no están en los primeros puestos o descalifican en imagen, algo también consiguen. En otras palabras, las encuestas se rediseñaron y adaptaron a esta realidad de la democracia para dejar de ser lo que eran y convertirse en un atractivo para las mentes de los políticos y para aquellos que deben tomar decisiones importantes sobre el país. Por supuesto, esto no ocurre solo aquí, está sucediendo en algunos países. Si la intención de voto cambia constantemente y se incrementan los votos del “partido invisible”, el de la abstención y el voto nulo o en blanco, la encuesta demuestra la insatisfacción, enojo y frustración de los votantes.
¿Qué nos espera? Si utilizamos técnicas modernas de análisis, lo que llamo la “encuesta profunda” que es, en pocas palabras, un método de estudio basado en la observación y en la escucha, con técnicas cualitativas y etnográficas, se puede llegar a una aproximación para un pronóstico posible de las PASO y el final para elegir gobernantes.
Cada candidato comunica mensajes, bastantes confiables, con el lenguaje corporal y no verbal, con palabras que dice a la gente y a los medios. Transmite imágenes espontáneas, como un áurea, y también comportamientos estudiados o que le son habituales, gestos. Surge lo inconsciente, lo que dijeron o como se mostraron en el pasado. Una cantidad abrumadoras de datos para analizar y obtener información inteligente ¿Qué se ve y que comunican? En los principales candidatos no hay ni encanto ni encantamiento, tampoco sinceridad porque la verdad es imposible de decir, y si la dicen no es creíble en este clima de dudas y de tantos fracasos. Solo hay oportunismo y desesperación por ganar. El super Ministro Massa no supo -o no pudo- aprovechar la oportunidad de ser un héroe en plena crisis y ahora irá por su último fracaso en esta carrera, dejando la tendalada de pobres. Que a Massa lo tilden de “fullero”, engañador y jugador, no es un hecho menor y denota desconfianza, así significa su rostro en los afiches, por ejemplo. Pero aún con sus debilidades, Massa superaría las PASO y al final competiría por la presidencia. También tenemos a Milei, que logró sobresalir y le queda bien ser payaso; él será quien alegre la fiesta de los perdedores. Milei se supo vender muy bien y su marketing funcionó en base a esa extravagancia vacía y frases alarmantes o agresivas que resonaron en votantes con ganas de acabar con lo conocido y piensan en derecha extrema. Para la mayoría de los argentinos los payasos están en el circo, o en los semáforos pidiendo platita.
Juntos por el Cambio quedaría en la punta con sus candidatos y uno de ellos competiría con Massa. Son los pesos pesados para el final de estas PASO: Bullrich (la mala) y Larreta (el bueno). Bullrich, con ese lenguaje agresivo de derecha manifiesta, podría conseguir muy buenos resultados, porque un importante número de votantes está convencido de que hace falta poner orden en este país. (Pero el país somos nosotros y enfrentamos todos los días la crisis -y también el COVID- con mucha disciplina y orden), Bullrich tiene a Macri detrás que fue (¿o es?) un fracasado. Mauricio le puede quitar fuerza a esta nueva fuerza, como la de Alsogaray del 72 que pretendió un cambio rotundo de país, con mucho marketing. Ahora, llegó el momento del bueno de Larreta. Busca la conciliación, el debate, el consenso. Convoca con un lenguaje emocional humanitario, estilo Disney, que en un país sufriendo da esperanza a aquellos que exigen un gobierno que reparta futuro. Tendría muy buenas chances de ser ganador porque su mensaje, aunque le faltó creatividad y robustez, es positivo para un país que también es bueno. Su comportamiento y rostro significan honestidad y su administración llevó a la CABA a un puesto sobresaliente en el mundo, pero carga la imagen de macrista y eso le mermaría votos. En conclusión, con mi método de análisis, en las PASO Larreta tendría más probabilidades de aventajar a Bullrich, por estrecho margen. Avanzará el “partido invisible” y tendríamos como ganador absoluto “un no-candidato”, elegido por la abstención, el voto nulo y en blanco. Una democracia casi acéfala.
* El autor es especialista en Estrategia de Negocios. heraclito.com