Los dos fueron presidentes. Los dos decidieron volver a ser los mandamases de sus respectivos partidos. Los dos tienen problemas para disciplinar a sus tropas. Los dos tienen problemas serios en la justicia. Los dos están desgastados en la opinión pública. Y los dos tienen serios interrogantes estratégicos que resolver por culpa del fenómeno Milei. Mauricio y Cristina, de ellos se trata, quizá nunca se hubieran imaginado estar pasando por situaciones tan semejantes. Las vueltas de la vida…
Macri, ex Emir de Cumelén y actual invitado a comer milanesas, sufre las actitudes psicópatas del Rey León. Al calabrés no le queda otra que bajar la cabeza y no contrariar al rey de la selva cada vez que el oficialismo lo necesita. Milei no le cumple casi nada: ni la coparticipación que le debe al gobierno del primo Jorge, ni evitar que le hagan lío en la legislatura porteña, ni los cargos que pide, ni mejorar la gestión, ni moderar el estilo, ni dejar de armarle negociaciones paralelas en las provincias de cara a 2025, ni dejar de robarle fichas para engordar el ganado de Patricia. Así se porta Javier el terrible.
El ¿líder? del PRO tiene muy pocas armas para contrarrestar semejante “atropello a la razón”. En la medida que siguen apareciendo las buenas noticias económicas para la escuela austríaca, más difícil es que el gobierno sea generoso y concesivo. ¿Acaso encontró Macri a un ser humano más cruel que él a la hora de las negociaciones? ¿No sabe o no se anima a ser el gran chantajista que es necesario en esas lides? ¿Todavía cree que lo puede seguir esperando para aprovechar cuando tenga un traspié relevante? ¿O ya se dio por vencido, pensando que es mejor ser socio minoritario de LLA, que mayoritaria de casi nada? Cuántos interrogantes para alguien tan pagado de sí mismo.
Cristina tiene muchos más problemas judiciales que Macri –que no se definirán pronto siguiendo la experiencia Menem de “la no resolución eterna”- pero tiene varias ventajas:
1) El lugar ideológico es más cómodo: blanco contra negro. No tiene por qué andar matizando, y eso además le sirve a su mayor antagonista. Es un “win-win” con el presidente.
2) Tiene un núcleo duro lo suficientemente importante como para no preocuparse porque la LLA le pueda sacar más votos (de los que ya le sacó el año pasado).
3) No tiene nada que discutir en materias de eventuales alianzas electorales.
4) El fallo judicial no le hace mella a su público. Para algunos de ellos, CFK es una mártir de la causa popular y el lawfare. Para otros, “todos roban, ella seguro que también, pero por lo menos hizo cosas por la gente”. El ex presidente de Boca no puede darse ese lujo: cualquier desliz en ese sentido es una espada de Damocles.
5) Al estar menos atada de pies y manos, tienen más capacidad de ordenar su tropa –desordenada y torcida, según ella- para contratacar en negociaciones claves (Corte Suprema, jueces, procurador).
6) Dado su mayor margen de maniobra, puede aplicar su talento especial para el chantaje (en los términos de Sartori, no es una calificación ética).
7) Por último, su reaparición en escena ha hecho que sea LA opositora al gobierno, con todo lo que eso podría implicar como caudal electoral en territorio bonaerense. Macri no puede ni soñar con eso.
¿Pero si sale el proyecto de “ficha limpia” y le impide ser candidata el año que viene, se queda sin el pan y sin la torta? Primero, hay que ver si sale antes de la inscripción de candidaturas el año que viene (que será el 25 de mayo), momento en que se disparan los fueros. Segundo, que quizá se levante alguna polémica jurídica. Y tercero, si ella no puede ser candidata, sin duda hará campaña como proscripta (si yo fuese el gobierno, lo pensaría dos veces). Falta que corra mucha agua bajo el puente.
De todos modos, tanto la suerte de Mauricio como de Cristina no son temas de la calle. La clave la dio el filósofo contemporáneo Rogelio Frigerio: con 50 % de pobreza, mucho no importan los modales del presidente. El índice de inflación sigue bajando, igual que el riesgo país, existe una leve recuperación del empleo, el Central sigue comprando dólares y la fiesta financiera no para. No obstante todo eso, la recaudación vuelve a caer por la recesión y el índice de la construcción delata que ese rubro mantiene la caída mes a mes.
El realismo político que el gobierno ha venido mostrando en materia legislativa –esta semana hizo caer una sesión por la ley de los DNU- también lo está mostrando en el caso Aerolíneas Argentinas. Hace unos 40 días atrás, en la columna “El discreto encanto de la casta”, dijimos que el problema era de muy difícil resolución. Seis semanas después los libertarios saben que hoy privatizar la empresa es casi imposible en las condiciones en las que está, y que cerrarla va a ser más un dolor de cabeza porque no hay oferta privada para reemplazarla, mucho menos en temporada alta. Por eso es que han optado por la vía de ser duros en la negociación. Desde la Casa Rosada venían fogoneando llevar la crisis a su punto máximo. Pues las ofertas que está haciendo la empresa indican más una voluntad de arreglarla que de enterrarla de por vida. Toda una lección de qué pasa cuando la opinión pública va para un lado, pero las consecuencias prácticas aconsejan otra cosa.
Ya cumplidos 11 meses, el gobierno de Milei se plantea, al final del camino, el mismo interrogante que en su momento Néstor y Cristina: ¿cómo domar a la Argentina para cambiarla? Claro, uno podría preguntarse ¿para cambiarla hacia dónde? Pero como esta no es una columna económica, sino de realpolitik, la cuestión es profundamente política. Al respecto, el coloso Sturzenegger dijo que “hay que empobrecer a los grupos de interés para ganarles la pelea”. Palabras más, palabras menos era lo que pensaba el filósofo santacruceño, solo que éste los quería tener bajo su zapato para que le obedezcan. Milei, en cambio, como no cree en el poder sino en el mercado, cree que debe ser a éste al que obedezcan. Un misterio que tardará mucho en develarse.
* El autor es consultor y analista político.