Las abejas, esas aladas y laboriosas integrantes de la maravillosa creación divina, siempre llamaron mi atención, así que comencé a investigar a estas trabajadoras y su fantástico mundo.
Las abejas siempre fueron muy apreciadas debido a su producción de miel. Cuando el hombre dejó de ser recolector de alimentos, comenzó a observar la vida de las abejas, según nos dice la historia a través de las pinturas que el ser humano eligió para dejar plasmado su paso por la vida, antes que conociera la escritura.
También en la Biblia y otros libros religiosos se menciona la miel como un poderoso bálsamo y también fue parte de rituales y ceremonias entre los incas y aztecas. Por lo tanto, el tema de la apicultura parece ser tan antiguo como el hombre mismo.
En el mundo de las abejas impera la hembra, el aguijón lo usan como arma de defensa o de ataque. Son grandes luchadoras y con sus aguijones defienden sus viviendas cuando están en peligro o ellas se sienten atacadas. El veneno que destila el aguijón tiene un olor muy particular, por eso es que cuando una abeja pica, muy pronto se le unen gran cantidad de compañeras, atraídas por lo que para ellas, dicho olor, es un llamado.
El alimento natural de las abejas consiste en polen, néctar y miel.
El primero contiene el nitrógeno de su alimentación y los dos últimos, el hidrógeno, el carbono y el oxígeno.
Estas viven en el apiario o colmenar, que usamos para la producción de miel.
Las colonias están conformadas por la abeja madre o reina, obreras y zánganos. Éstos últimos son muy bulliciosos, pero a pesar del inquietante zumbido que producen, son inofensivos, ya que carecen de aguijón. No atacan ni pican.
La reina es el miembro más importante de la colonia. Ella es la madre de todas las abejas que allí habitan, sin embargo no todas pueden realizar las funciones necesarias para la continuación de la especie.
No pueden atender a sus larvas, por lo tanto deben estar a su lado las abejas obreras para construir el nido con la cera producida por su abdomen, para luego incubar los huevos.
La abeja obrera más joven es quien alimenta, cuida y defiende las crías. La larva requiere un alimento que la obrera puede proporcionar gracias a sus órganos “glándulas mamarias”.
Además, las abejitas obreras cuidan a su reina. Rodean a la madre y la alimentan con sus lenguas, también las asean, las acarician y peinan sus pelos.
La reina sólo abandona la colmena cuando es el tiempo del apareamiento, el llamado “vuelo nupcial” o cuando emigra su enjambre.
Después de la incubación del huevo, la larvita, es alimentada por una abeja “nodriza”.
A los 20 días, la abeja ya es una abeja adulta y en el zángano el proceso de crecimiento es de 23 a 24 días.
El proceso de crecimiento de las abejas tiene tres etapas, comienza por el huevo, la larva y la pupa.
Durante esta maduración mudan su piel cinco veces en el estado larval y una más antes de ser adulta.
Viven en una comunidad donde todas tienen responsabilidades.
Las más laboriosas son las obreras que deben ocuparse de las tareas del interior de las colmenas y de los trabajos del campo.
Abren los estambres de las flores, traen el néctar y el polen. Construyen las celdas y las dejan aptas para que aniden los huevos. También hacen la limpieza de los panales y atienden a la reina madre.
Y como todo ser viviente encuentran su tiempo de esparcimiento donde aprovechan para volar libremente y cuando encuentran néctar o polen avisan a sus compañeras con un lenguaje muy peculiar, el “baile de júbilo”. La vida promedio de estas incansables trabajadoras, es alrededor de tres meses.
Mientras que la reina madre tiene entre dos y tres años de existencia, aunque en algunos casos se ha comprobado que pueden vivir hasta más de cuatro.
En tanto los zánganos, que tienen la tarea de reproducirse, apenas consiguen vivir un máximo de dos a tres meses.
Se podría hablar mucho sobre la vida de las abejas, pero sintetizando se puede decir que además de laboriosas son muy inteligentes. Ellas toman como puntos de referencia a los árboles para llegar a sus colmenas y además, según algunos amantes de la apicultura, pueden diferenciar los colores, como así también los olores.
Se dice que prefieren los colores oscuros. Se ha observado que en las colmenas que hay más producción de miel es donde el frente de la colmena está pintada de azul oscuro. En orden de preferencia le sigue el negro y después el marrón. En cambio, el rojo parece confundirlas.
La sabia naturaleza ha dotado a las flores de color y melosidad, quizás con el propósito de atraer a abejas y otros insectos muy útiles para la humanidad.
*La autora es escritora y guionista alvearense