La violencia contra la mujer y sorpresas que da la vida

Es nuestro deber como sociedad organizar y utilizar todos los medios legítimos y viables para que la vida de las mujeres –no la muerte, no el abuso, no el maltrato, no la cosificación- les permita respirar con seguridad y paz.

La violencia contra la mujer y sorpresas que da la vida
Imagen Ilustrativa.

En 1978 -hace 43 años- Rubén Blades compuso “La vida te da sorpresas”. La canción más vendida de la salsa caribeña refiere la feroz venganza de un rufián contra una prostituta que huyó de su dominio.

Antecedentes de esta obra musical fue una canción de jazz que popularizó Louis Amstrong (“Mike the Knife”,1956), adaptada de una canción alemana (“Mackie Messer”,1928) de Bertold Brecht y Kurt Weill. Blades abrevó en una fuente de inspiración rotunda.

De un modo u otro, los antecesores de Blades no eran ajenos a la situación de muchas mujeres sometidas a una forzada esclavitud sexual.

Invisibilizadas, moral y físicamente humilladas, las regía la consecuente desvalorización a su integridad total en un mundo monstruoso, castigador y despreciativo.

El cántico de “La vida te da sorpresas”, relata cómo el proxeneta Pedro Navajas busca a una mujer escapada de su redil de explotadas. Con sus características de guapo sobrador, va por un barrio que recorre la policía en un auto sin identificación, aunque todos saben que pertenece a ese organismo; pero es un auto que pasa y se va. Pedro lleva una navaja en el bolsillo, es de noche y no hay un alma en la calle. Por esos mismos rumbos, una solitaria mujer intenta ganar unos pesos. No tiene suerte. Sin clientes no ganará para comer. En el bolsillo de su tapado lleva un Smith & Wesson 38. Como es pesado lo saca del bolsillo e intenta ponerlo en la cartera. Lo “carga encima pa´que la libre de todo mal”. La mujer abandona el zaguán donde se cobija. Pedro Navajas la ve. Cruza la calle. Rápido y sin testigos le clava el puñal. Al mismo tiempo, ella le descerraja un tiro. Los dos quedan tirados y muertos.

Y tal como ocurre ahora en muchas situaciones similares, a pesar del pistoletazo, “nadie salió, no hubo curiosos, no hubo preguntas, nadie lloró”. Únicamente un beodo, que tropieza con los cuerpos, se lleva el revólver, el puñal y el dinero.

Al desaparecer, con voz de ebrio canta el mensaje de la obra musical: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. ¡Ay, Dios!”

Por sus antecedentes, la canción lleva al serio planteo de que la trata de mujeres ha existido, existe y -si no se realizan, por la sociedad entera, las gestiones pertinentes para evitarla- seguirá existiendo.

Esa “ormetá” que oculta los delitos de toda clase y, más aún, los abusos y maltratos contra mujeres, se da allí, en la calle vacía, silenciosa, insensible.

Frente a tanta soledad desgraciada junto a la persistente indiferencia social como la denunciada en la canción y en la que terminan muertas cientos de féminas, no es extraño que las mujeres decidan armarse para defenderse de todo mal.

Por supuesto que, criteriosa y razonablemente, no se apoya el actuar delictivo para solucionar crímenes y fechorías.

El hecho es remarcar que contra la brutalidad que elimina antojadizamente la vida de las mujeres, como si éstas fueran objetos descartables, nace la necesidad de una defensa. Resulta de cajón y como consecuencia directa de los maltratos, el ejercicio de una legítima defensa. Se provoca una reacción frente a la acción: “la violencia engendra violencia”. Blades canta: “maleante pescador, el anzuelo que tiraste/ en vez de una sardina un tiburón enganchaste”.

La conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, cuyo origen se presume conocido, es la ocasión oportuna para alertar en el recuerdo del dicho histórico de “quien a hierro mata a hierro muere”.

Se espera, desde el firme deseo de una conciencia ética, que con el transcurso del tiempo nuestra cultura se adapte a los cambios que exigen las cualidades valiosas de las mujeres, con el reconocimiento a sus innegables aportes al desarrollo de los grupos humanos porque de ellas depende, y en mucho, nuestro futuro. Bajo estas condiciones favorables se puede evitar la terrible decisión de portar -como quien lleva un peine o un espejito- un Smith & Wesson “para librarlas de todo mal”.

Quede como conclusión del presente desarrollo que es nuestro deber como sociedad organizar y utilizar todos los medios legítimos y viables para que la vida de las mujeres –no la muerte, no el abuso, no el maltrato, no la cosificación- les permita respirar con seguridad y paz. Sin sorpresas.

*La autora es: Escritora. Abogada. Mg. en Literatura.

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