1982
Junio de 1982. En las galerías de aquella escuela de Las Heras hace un frío que escarcha. A la edad de 5 años todo se siente más crudo; incluso ese viento helado que azota la construcción de estilo colonial. Recuerdo que las maestras, ni bien sonaba el timbre, se pegaban a la radio portátil como abejas al panal. Sus caras eran de preocupación; y eso creo que nos asustaba más. Da bronca no recordar si aquello que amargaba a las seños era la Guerra de Malvinas… o la eliminación de Argentina en el mundial.
Dicen que el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes. Axioma que rige invariablemente, salvo que se juegue un mundial. Ahí cambia todo. Ahí cambiamos todos.
1986
Uno se acuerda de los goles, pero más de los abrazos. Como dijo Eduardo Saccheri: “... En el fútbol como en la vida hay algo más importante que las victorias o las derrotas. Mucho más importante: con quién te toque compartir eso de ganar y eso de perder”.
El mejor de todos fue ese de Maradona, en hipnótico vals, entre tanta gamba inglesa. La obra del 10 es más perfecta aun cuando el relato que contrasta es el torpe y anodino del de la tele, porque no nos engañemos, el “barrilete cósmico” fue solo para las radios que sonaban en Buenos Aires. Ese gol fue casi tirar el televisor, saltar, y los abrazos que vinieron después. Cuánto de irracional hay en el fútbol. Pero irracional no es lo mismo que estupidez. ¿O sí?
“El fútbol es popular porque la estupidez es popular –decía Jorge Luis Borges–. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos”.
Borges falleció 8 días antes de que Maradona hiciera esa obra maestra. En sus últimas entrevistas el siempre candidato al Nobel había dejado claro que estaba harto de que le preguntaran por Diego , que no sabía quién era y que le importaba poco y nada llenar ese vacío de conocimiento.
Un antecedente. En 1978 a El Gráfico se le ocurrió cruzar al escritor con Menotti. “Usted debe ser muy famoso”, le dijo el autor ni bien lo tuvo enfrente al DT. “Porque mi empleada me pidió un autógrafo suyo”.
Cuando terminó el encuentro, el creador del “El Aleph” le espetó al Flaco: “Qué raro, ¿no?. Un hombre inteligente y se empeña en hablar de fútbol todo el tiempo”.
1990-2021
Por el contrario, para Osvaldo Soriano, tanto Diego como Locche eran los tipos más inteligentes del país. Lo decía siguiendo la línea de pensamiento de Norman Mailer, autor de “Cassius Clay: El rey del ring”. “En él trataba el tema de hasta qué punto el arte se puede dar a través del cuerpo. Y llegaba a la conclusión de que Mohammed Alí era la más grande inteligencia de EEUU”, dijo el Gordo. Maradona entraba en ese registro de la gente que hace lo que ningún otro puede. De la manera que nadie imagina.
En ese sentido, en el reciente documental de Netflix “Sean eternos”, los jugadores de la Selección lo que más destacan de Messi es precisamente su inteligencia. Y la ponen por encima de su habilidad.
Pep Guardiola se enojaba con aquellos que criticaban a Messi por “caminar” en algunos tramos de los partidos: “No está corriendo, pero siempre está mirando lo que pasa. Huele los puntos débiles de la línea defensiva. Después de 5-10 minutos, tiene el mapa, en los ojos, en su cerebro, para saber exactamente cuál es el espacio. Es como estar en la jungla y tener que sobrevivir”.
2022
La vida de los argentinos se divide en mundiales. Y así pasamos de la sombría dictadura a los días felices alfonsinistas. De los 90 de pizza, Goyco y Champagne; a la desazón del 2002. ¿Está bien que le demos tanta importancia a esta competencia? ¿No aprendimos del 78 y de cómo se usó la ‘gesta deportiva’ para distraernos del infierno? ¿Cuántos políticos le prenden velas a la escaloneta para poder repetir un balcón de Casa Rosada como el del ‘86? ¿Es de gente inteligente entregarse a una contienda donde hay -como le gustaba decir a Borges- 22 tipos detrás de un balón?
La pregunta correcta no es si está bien o está mal. La pregunta correcta es si los argentinos sabemos vivir de otra manera que no sea con pasión. Mal que nos pese.