Al igual que en los casos de la minería o el petróleo, en materia hidroeléctrica nuestra provincia supo contar con iniciativas pioneras a nivel nacional. En tal sentido, es un hito insoslayable el emprendimiento hidroeléctrico que los Fader erigieron en Cacheuta.
La evocación de este antecedente histórico nos lleva a considerar varias aristas. En primer lugar, un espacio y tiempo determinados: Mendoza, entre los últimos lustros del siglo XIX y los primeros del XX. En segundo lugar, la acción decisiva de pujantes y visionarios empresarios, especialmente Carlos Fader. Por último, las vicisitudes inherentes a las crisis y limitaciones que suelen dar por tierra con este tipo de proyectos pioneros.
Desde finales del siglo XIX la provincia estuvo en plena transformación. El número de habitantes creció exponencialmente por la llegada de contingentes inmigratorios y con la expansión de la vitivinicultura se modificó diametralmente la matriz productiva, pues hasta entonces no se aplicaba el refrán «antes todo esto era viña», ese “todo” eran más bien alfalfares. Con la multiplicación de bodegas y establecimientos fabriles conexos, la electricidad comenzó a ganar relevancia.
En ese contexto asoma el emprendimiento hidroeléctrico de Cacheuta, de la mano de su impulsor, el ingeniero alemán Carlos Fader, quien estaba en la provincia desde 1885 y ya había pergeñado proyectos petrolíferos, gasíferos e hidroeléctricos. Dos disposiciones legales abrieron camino a la usina. Las leyes N° 117 y N° 185 de 1899 y 1900, respectivamente, le concedieron a Fader el aprovechamiento de la fuerza motriz del río Mendoza entre los kilómetros 33 y 37 del Ferrocarril Trasandino, en Cacheuta.
Una vez obtenida la concesión, el ingeniero se puso manos a la obra y en los albores del nuevo siglo comenzaron los primeros trabajos. Estos consistieron en la voladura de cerros, movimientos de tierra y el encauzamiento del lecho fluvial del río Mendoza mediante canales. Cuando el proyecto se iba materializando se produjo el primer escollo: la muerte del propio Fader, en abril de 1905.
A partir de entonces comenzó otra etapa que tuvo como protagonista al ya célebre pintor Fernando Fader, hijo menor de Carlos. La primera acción que emprendió fue solicitar una prórroga para la terminación de la obra, petición que tuvo el visto bueno de la Legislatura, ya que la misma se expidió favorablemente mediante la N° 358 en 1906.
Un año más tarde se retomaron las labores, aunque las dificultades no fueron ajenas. Ejemplo de ello fue la suspensión del traslado de materiales por parte del Ferrocarril Trasandino, empresa de capitales extranjeros. Frente a esta situación, Fernando logró, luego de contratar a 120 obreros, abrir un camino de Blanco Encalada a la represa.
Pese a esos contratiempos, para 1910 la parte fundamental de las obras estaba terminada. Se trataba de un canal descargador y de turbinas, además del dique. El flamante gobernador Rufino Ortega (h) puso en marcha la turbina y dínamo, en un evento que pasó casi desapercibido para la sociedad mendocina de entonces. De esta manera se erigió la tercera central hidroeléctrica del país en orden cronológico, luego de las usinas Bamba de Córdoba y Lules en Tucumán.
Si bien el campamento de Cacheuta contaba con luz eléctrica, faltaba el tendido de cables que permitiese transportar la energía hasta la capital. Pero las finanzas familiares se encontraban comprometidas, ya que habían invertido de su propio capital. Por ello, Fernando viajó a Europa para conseguir fondos y así concluir las obras.
El periplo europeo lo llevó por Munich y Londres. En la capital británica a fines de 1912 creó una empresa de electricidad la “The Mendoza Electic Light, Power and Traction Company” en cuyo directorio figuraron notables del ámbito local como el bodeguero Domingo Toma, el abogado Severo Gutiérrez del Castillo y el propio pintor.
En su estancia en Europa recibió la noticia de que se produjo un aluvión, en febrero de 1913. Si bien el cataclismo no destruyó completamente las obras, sí dañó partes importantes como el paredón del canal de las turbinas. Dada la delicada situación financiera familiar, en junio de 1913, se creó en Buenos Aires la empresa “Argentine Power and Raillies Traction Cº Lted.” que pretendió adquirir los derechos que la familia había detentado en Cacheuta.
En ese mes Fernando transfirió a la flamante firma la concesión de la usina libre de gravámenes. Con ello concluyó la participación del afamado pintor. La historia posterior del emprendimiento se caracterizó por litigios judiciales entre las compañías que ambicionaban la concesión Fader: la Argentine Power, surgida ad hoc y la monopolística Empresa de Luz y Fuerza.
A pesar de los diversos avatares sufridos por los Fader, resalta su acción pionera en favor del progreso de la provincia e ilustra la templanza y la fe en el progreso de aquellos pioneros que supieron dar todo de sí para hacer de Mendoza una provincia pujante y próspera.
* El autor forma parte del IHAA-FFYL.UNCuyo.