La soledad de los armenios

A los armenios las potencias occidentales les dieron la espalda y Rusia los dejó solos.

La soledad de los armenios
A los armenios las potencias occidentales les dieron la espalda y Rusia los dejó solos

Los armenios habían quedado solos en el campo de batalla. Entre la indiferencia de las potencias occidentales y la oscura jugada de Vladimir Putin, se vieron obligados a aceptar un alto el fuego con sabor a capitulación.

La ofensiva azerí sobre Nagorno Karabaj contó con moderno armamento proveniente de Rusia, sofisticados drones israelíes, más la ayuda de Turquía que habría incluido apoyo aéreo y mercenarios reclutados en Siria para una “jihad contra los cristianos” transcaucásicos.

Para defender a los armenios de Artsaj, la República de Armenia, con su pequeño territorio sin mar ni riquezas naturales, quedaba en inferioridad de condiciones frente a una potencia petrolera como Azerbaiyán, que además inició está guerra con el respaldo abierto de Turquía.

Rusia debió actuar de manera más enérgica y veloz para imponer un cese de hostilidades ni bien Azerbaiyán lanzó su “blitzkrieg” (guerra relámpago) para reconquistar lo que había perdido en los años 90: la totalidad de Nagorno Karabaj y siete distritos que rodean el enclave armenio. Pero por misteriosas razones, Putin demoró una eternidad para reaccionar. Recién lo hizo cuando las fuerza turco-azeríes conquistaron Shushi y gran parte de Nagorno Karabaj, además de los siete distritos que los armenios habían ocupado a modo de zona de seguridad en el conflicto que se extendió entre 1991 y 1994.

¿Por qué Armenia se quedó sin apoyo, si es miembro del Tratado de la Organización de Seguridad Colectiva? Ese pacto de defensa mutua se firmó en 1992 en el marco de la proclamada, aunque fantasmagórica,  Comunidad de Estados Independientes (CEI). En un principio, también la integraron Georgia y Azerbaiyán, pero ambos países caucásicos se retiraron, quedando asociados en términos militares Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kazajstán, Tadjikistán y Kirguizia.

Ninguno movió un dedo durante la ofensiva turco-azerí contra los armenios. El Kremlin alegará que el tratado se habría activado si hubiera sido atacado el territorio de la República de Armenia, cosa que para Moscú y los demás miembros no ocurrió porque no reconocen como parte de Armenia al enclave montañoso habitado por armenios desde tiempos remotos y al que llaman Artsaj, como la décima provincia del antiguo reino de Armenia.

El argumento tiene un fundamento sólido, pero no justifica la lentitud pasmosa de Rusia para presionar a Bakú y Ankara para que acepten un cese de acciones bélicas. En lugar de usar toda su influencia para detener la ofensiva, Putin se movió en cámara lenta y recién actuó cuando las fuerzas que iniciaron el conflicto habían conquistado buena parte del enclave, incluida Shushi, antigua capital y segunda ciudad de Nagorno Karabaj, situada sólo a once kilómetros de la capital actual y ciudad más poblada: Stepanakert.

Estados Unidos y Francia, que integran el Grupo de Minsk junto a Rusia, debieron concentrar esfuerzos diplomáticos y presiones políticas y económicas en detener la ofensiva ni bien comenzó. Pero le dieron la espalda al pueblo de ese territorio, ahora reducido y jaqueado por fuerzas que desean expulsar a los armenios y borrar los legados arquitectónicos y culturales que atestiguan su presencia milenaria.

La historia muestra el peligro que corren los armenios de Artsaj. Cuando el imperio ruso comenzó a descomponerse, las masacres que el sultán Abdul Hamid II había iniciado contra los armenios de Anatolia a fines del siglo 19, se extendieron hasta Transcaucasia. Lenin le quitó Najivechan a la República Soviética de Armenia para ponerla como república autónoma dentro de Azerbaiján, un estado soviético con población túrquica y musulmana. En poco tiempo, Najicheván quedó sin población armenia.

En 1923, Stalin puso Artsaj bajo soberanía azerí, con el nombre de Nagorno Karabaj. Mientras existió la Unión Soviética y las dos repúblicas transcaucásicas la integraban, los armenios no corrieron grandes riesgos. Pero cuando en la década del 80 la URSS empezó a desintegrarse, los armenios de Artsaj temieron quedar bajo plena soberanía de un estado turcomano y musulmán. Justificaba ese temor una historia plagada de pogromos, masacres y limpiezas étnicas.

Por eso proclamaron la secesión y combatieron contra el ejército azerí hasta vencerlo en 1994. No lograron anexarse a Armenia, pero consiguieron una independencia de facto. No obstante, empujado por Erdogán y con el respaldo de Turquía, Ilham Aliyev reinició la guerra, esta vez en abrumadora superioridad militar.

A los armenios les quedaba la solidaridad de Occidente y el compromiso de Rusia a partir del tratado de defensa colectiva, pero las potencias occidentales les dieron la espalda y Rusia los dejó solos.

Después de permitir a las fuerzas turco-azeríes conquistar buena parte de Nagorno Karabaj, Putin impuso su “Pax” y envió fuerzas rusas de interposición para custodiar lo poco que quedó en manos armenias.

En los palacios de Ankara, Erdogán festeja haber entrado triunfal al área de influencia rusa.

*El autor es Politólogo y escritor.

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