El 20 de marzo, justo también el día que arrancó el aislamiento por la pandemia, pero a las 20:36 de 1861, se produjo el terremoto que destrozó a la Ciudad de Mendoza. “Fue tan violento y con una contracción tan rápida, que en ese movimiento quedaron derrumbados todos los edificios sin excepción de uno. Siguió temblando hasta salir el sol”, otro comentario de la época indica que “el incendio que duró hasta el día 24 vino a completar las angustias de los que sobrevivieron. Recién comprendimos que habíamos sido víctimas de un terremoto viendo que nada existía ya de la ciudad de Mendoza”.
Los testimonios están en el libro Mendoza aquella ciudad de barro; de Jorge Ricardo Ponte, en donde se indica también que el terremoto provocó la muerte de entre el 56 y el 65% de la población. Agrega que “apenas destruida la ciudad histórica, comenzaron las tareas de reconstrucción. Sin embargo, éstas se dilataron en el tiempo. Hay que atribuir los motivos de la demora a desavenencias políticas, a recriminaciones de unos sectores sobre otros y a la escasez de recursos disponibles. Los tiempos posteriores a la catástrofe y la criticable actuación del entonces gobernador Laureano Nazar, que abandonó la ciudad, formaron parte de los elementos irritantes”.
Hay más: “Hubiera sido comprensible que se quisiera reconstruir la ciudad en el mismo sitio donde estaba emplazada, pero la elección del terreno donde reedificarla se convirtió en una verdadera batalla política entre los distintos sectores de la vida pública mendocina. La ciudad destruida comenzó a llamarse primero Ciudad Vieja y luego Barrio de las Ruinas al demorarse, sobre todo, la limpieza de los escombros. Allí se vivió hasta 1863 cuando las clases pudientes se trasladaron hacia la Ciudad Nueva y los más indigentes permanecieron en condiciones precarias, por lo que sabemos, hasta 1884”, es decir 23 años después del terremoto.
Los años posteriores al terremoto, según estudió Ponte, generaron fuertes debates por el lugar en donde se instalaría la nueva ciudad. Los más pobres, querían que siguiera donde funcionó la traza vieja, pero el Estado fue desplazando dependencias hacia la Ciudad Nueva en la zona llamada San Nicolás y ahí también se fueron instalando las familias de mayores recursos. El debate no fue fácil, a tal punto que tuvo que venir un sanjuanino enviado por el gobierno nacional para ayudar a zanjar las diferencias. Domingo Faustino Sarmiento llegó en 1862 e influenció para que se hiciera la ciudad en la zona de San Nicolás, y también sugirió el sistema de una plaza central con cuatro satelitales (no fue Balloffet, otro mito mendocino más), porque lo había visto en Filadelfia donde estuvo cuando fue embajador en Estados Unidos y lo aplicó en la ciudad bonaerense de Chivilcoy, cuenta Ponte. También hizo hincapié en avanzar con el arbolado, ya que estaba el agua de las acequias, y después construir las viviendas. La nueva ciudad se hizo con anchas veredas que ayudaron a la socialización entre vecinos.
“La catástrofe de 1861 fue a pesar de todo su dolor y tragedia, una oportunidad que los mendocinos supieron aprovechar. Fue el tiempo justo para cambiar de modelo económico productivo. Abandonar el modelo harinero e incrementar el modelo vitivinícola”, afirma Ponte categórico.
Y bien, ahora estamos en 2021 con una pandemia que deja un terremoto social, con una economía con problemas desde hace varios años y con serios problemas de empleo.
Mientras tanto vemos que vamos a construir la “obra del siglo”, Portezuelo. Hay que recordar que esa obra se decidió cuando Mendoza venía creciendo casi al 5% en el 2005, al 7,7% en el 2006 y al 4,2% en el 2007. Ahí sí quizás era entendible destinar U$S 1.000 millones para Portezuelo. Ahora estamos así en cuanto a crecimiento de la economía local: 0,3 en 2018, -2,3% en 2019 y -7% en 2020. Pero, se sigue manteniendo la decisión de gastar como en las épocas de vacas gordas y hacer Portezuelo.
La minería metalífera podría haber dejado unos 1.200 millones de dólares por año en inversiones según los datos que difundían los referentes del sector cuando la 7722 estaba caída. Lamentablemente, por distintos motivos y culpas de todos los actores involucrados, no se pudo avanzar.
No tenemos agenda legislativa en el Congreso y mientras tanto la mayoría hace politiquería. Ahí están, tratando de ser reelegidos la mayor cantidad de veces, dignos exponentes de la dirigencia política mendocina planera que tenemos, porque el único plan al que le ponen esfuerzo y dedicación es al de quedarse la mayor cantidad de tiempo posible en puestos públicos, cualquiera sea.
Lo único que han sabido hacer pero casi sin réditos para la provincia es quejarse, en los ’80 por la promoción industrial, después por la coparticipación, siempre hay un enemigo que nos complica nuestro futuro de grandeza porque los mendocinos tenemos arraigada la cultura del esfuerzo, otro mito. Se quejan por presiones de distintos sectores de la sociedad, ¿no los eligieron para resistir las presiones? Hay millonarias inversiones que están demoradas, pero se destina tiempo en cosas menores.
Y esta es la dirigencia que nos tienen que sacar del terremoto social que tenemos, vimos que en 1861 murió entre el 56 y el 65% de la población. El terremoto social nos está dejando al 44% de la población del Gran Mendoza en la pobreza y al 60% de los niños menores de 14 años.
Seguimos con problemas en el empleo. Hay 7 mil desocupados menos (pasamos de 50 mil a 43 mil) según los datos del Indec al primer trimestre del 2021, pero también se sabe que la gente se cansó de buscar trabajo y por eso no aparece como desocupado. Si sumamos desocupados más subocupados, tenemos 134 mil personas con problemas de empleo, 2 mil más que el año pasado y 104.000 mil más que en 2017 cuando el número era de 30 mil. Mendoza sigue siendo la provincia de Cuyo con más desocupación con el 8,2%, frente al 4,4% de San Juan y el 3,5% de San Luis.
Luego del terremoto se dieron los debates para definir la nueva ciudad, y se aprovechó una fatalidad para hacer cambios de fondo y mejorarle la vida a la gente. No parece ser el caso ahora, no aparece nada nuevo, salvo un vendaval de enunciaciones de la dirigencia planera. En 1861 se demoraron 23 años en sacar a los pobres de las ruinas. En 1984 el 20% de los hogares mendocinos eran pobres, 36 años después el número se escapó al 32%. Mendoza está cuarta en el ranking de provincias con más pobres y primera en Cuyo. No hay motivos para ilusionarse con la segunda reconstrucción de Mendoza.