“Tiene que ser laica, tiene que ser libre. Tiene que ser privada, tiene que ser estatal. Tiene que haber doble escolaridad, jornada simple… Tiene que haber evaluación; no, no, la evaluación es un desastre, nadie estudia… Tiene que haber nota; la nota es de fachista, no sirve… Tiene que haber enseñanza religiosa, sexual, laica, libre… Tiene que haber ingreso irrestricto, restringido… Tiene que haber examen de ingreso, no tiene que haber examen de ingreso…”
A los aspectos más debatidos en la educación argentina que Enrique Pinti plantea en su monólogo de 1992 se le pueden sumar los más actuales: “tienen que haber 180 días de clases o llegar a los 190″; “hay que agregar más horas”; “los chicos deben repetir; repetir no sirve de nada, tienen que permanecer”, etc. Algunos se van superando y reemplazando, pero otros siguen allí sin saber qué hacer con ellos.
Es que -tal como el humorista inmortalizó en esos poco más de 16 minutos que cobran vigencia en un país esmerado por repetir los males de su historia- “la educación es una de las cosas que más se ha discutido en Argentina y que menos se ha arreglado”.
Y eso quedó expuesto en el informe de Argentinos por la Educación que se conoció hace unos días, donde Mendoza aparece con 54% de estudiantes que terminó la secundaria a la edad esperada, aunque 19% llegó con conocimientos al menos satisfactorios tanto en lengua y matemática. Si bien en ambas categorías está por encima de la media nacional (53% y 16% respectivamente), en el caso de la terminalidad estamos por debajo de Tierra del Fuego, CABA, Córdoba, Río Negro y Buenos Aires; mientras que en los resultados de las pruebas Aprender nos superan CABA, Córdoba y Tierra del Fuego.
“¿Qué se enseña? No le importó a ningún gobierno en los últimos 70 años. Siguen enseñando la misma mierda enciclopédica, pelotuda, forra, aburrida, pasada de moda, que caga al alumno, jode al docente y no ayuda a nadie...”, dice el monólogo que se puede encontrar por YouTube. Y aunque la pandemia dejó algunas prácticas innovadoras, al volver a la presencialidad poco de eso se ha mantenido.
Pinti insiste en que “esta enseñanza masificada y pelotuda no sirve”, mientras que el informe asegura entre sus conclusiones -como ya se ha dicho en esta columna también- que si bien se ha hecho un esfuerzo por incluir a más estudiantes en el sistema, la secundaria no cumple con los objetivos planteados en la Ley de Educación Nacional.
“Se conservan aspectos claves del modelo pedagógico, especialmente la fragmentación curricular propia de la vieja escuela media y de la actual secundaria, que hace que cada docente tenga cientos de estudiantes y cada estudiante tenga más de 10 docentes por año. Esa fragmentación se da también al interior de los procesos de enseñanza, que premian la repetición de fórmulas o definiciones antes que la integración de conceptos y su vinculación con otras situaciones”, resaltan desde Argentinos por la Educación en consonancia con las palabras del actor y dramaturgo.
Escuché ese monólogo de manera especial en unas jornadas institucionales allá por el ‘95 cuando hacía un reemplazo en una escuela urbano marginal. Lamentablemente, el cuerpo docente se quedó en el debate de las condiciones laborales que también describe Pinti con total genialidad; nadie se cuestionó lo que enseñaba y cómo lo enseñaba. Y, la verdad, hubiese sido muy provechoso.
Había asumido aquella tercera experiencia frente a alumnos con mucha emoción como siempre, pero con un plus: en el curso eran no más de doce estudiantes. Soñaba con hacer más cosas que las que habíamos hecho en las otras escuelas. Sin embargo, el programa armado por la titular era de lo más aburrido y ortodoxo que se podía dar de la Comunicación Social. Quise poner mi sello (el que había aprendido por el seguimiento pedagógico de los otros equipos directivos) y devolver a ese programa la modalidad de taller que debía tener (en la rural Presbítero Núñez habíamos improvisado estudios de radio en 1ero y 2do para estimular la expresión oral y en la técnica Gabriel Del Mazo, con la profe de Plástica, empapelamos el aula de uno de los primeros para hacer graffitis y reflexionar sobre los mensajes del arte urbano). Nada pude hacer en la nueva escuela; me até a lo diseñado por la titular y asumí los 3 meses más frustrantes de mi paso por la docencia.
Sentí hace casi 30 años lo mismo que veo ahora en muchos casos, que los últimos datos avalan y que Pinti señala -como siempre sin pelos en la lengua-: “El primer protagonista de la educación que es el alumno, cagado por un programa que no lo representa, que no le significa absolutamente nada”.